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Vive y transmite el Evangelio

Todo eso lo he cumplido desde mi juventud

By 13 octubre, 2018No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
París, Comentario al Evangelio del 14 de Octubre, 2018.
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Libro de la Sabiduría 7,7-11; Hebreos 4,12-13; Marcos 10,17-30).

Debemos mucho al joven rico retratado en el Evangelio de hoy. Puede servirnos como espejo para vernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes. No sólo debemos fijarnos en su lamentable negativa a seguir a Cristo, aunque esto también refleja nuestra propia actitud, manifestada en muchas formas diferentes.

1. Tomar la iniciativa de acercarse a Jesús revela una profunda necesidad de encontrar la plenitud de la vida. Debemos recordar esto cada vez que nos encontremos con cualquier persona, agradable o desagradable, creyente o no creyente, amigo, pariente o colega. A menudo, no somos consistentes con este impulso profundo y el resultado es una división en nuestra vida. Cuando la reina Isabel de Bélgica hizo una visita de estado a la Varsovia comunista en 1956, se le asignó un oficial de protocolo polaco para que la acompañara a la misa. Mientras iban a la iglesia, ella le preguntó: ¿Es usted católico? Él respondió: Creyente, pero no practicante. Ella dijo: Ya veo; entonces debe ser comunista Y él respondió: Practicante, majestad, pero no creyente.
Nuestro padre Fundador, hablando del joven rico, dijo: Un estado de confusión, un estado de ambigüedad había en aquel corazón inquieto y, por el mismo título que él, la inquietud en el corazón de tantos seres humanos, de siglo en siglo, desde el principio del mundo hasta el final (3 de julio, 1977). El joven rico no tiene paz porque Dios y las riquezas no se pueden mantener al mismo tiempo. Este deseo inquieto, ¿Qué me falta todavía? ¿Qué más puedo hacer? en nuestros corazones, indica que no hemos sido completamente anestesiados por el pecado, el éxito, el fracaso, el poder o la duda. Si somos dóciles, un día diremos con San Agustín: Tú estabas dentro de mí, Señor, pero yo estaba fuera de mí. Sí, ahora no estamos hablando de nuestro ego; Ya hay bastantes apegos al mundo capaces mantenernos esclavizados y ensimismados:

A las cosas que tenemos y a lo que no tenemos. A algunas actividades que hacemos y a otras actividades que no podemos realizar. A comida o a la dieta, al entretenimiento o al conocimiento, a cosas nuevas, al dinero, a la belleza y a las nuevas experiencias.

Somos tan tercos que queremos reconciliar a Dios y al mundo, como aquel hombre que llevaba una maleta en una mano y una Biblia en la otra. Un amigo le preguntó a dónde iba. Y él respondió: Voy a Las Vegas. Oí que hay mucho alcohol, juegos de azar, espectáculos y todo tipo de cosas divertidas. El amigo preguntó: ¿Y por qué llevas entonces la Biblia? Él respondió: ¡Si es tan divertido como dicen, podría quedarme hasta el domingo!
Independientemente de si es algo moral o inmoral, la tragedia es que todas esas cosas están en competencia con Dios. Parece que este gran e inquieto deseo en el joven rico quedó sofocado por la codicia de las riquezas mundanas. No es suficiente estar materialmente separados de las cosas, o evitar actividades sin sentido. El diagnóstico de Cristo es: Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

2. ¿De dónde viene esta inconsistencia? Se debe a nuestra falta de sabiduría (no simplemente la ausencia de algún tipo de “conocimiento”). Esto nos lleva naturalmente a la Primera Lectura, que nos enseña que la sabiduría es un don, una luz que recibimos para ver el verdadero valor de las cosas, para ver las cosas como realmente son, porque no podemos lograrlo debido a los límites de nuestro entendimiento y nuestra naturaleza pecaminosa.

Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios”.

¿Cómo podemos aprovechar al máximo este don? Nuestro padre Fundador da una breve y magistral respuesta:
El método de la sabiduría en nada se parece al de las demás ciencias, pues consiste en el sufrimiento, y su plenitud es la muerte. Hay muchas formas de morir, pero no me refiero aquí a la muerte física, sino a esa muerte a uno mismo que tenemos que observar cada día para ser enriquecidos por este proceder metódico que nos inspira el Padre, concelebrado por el Hijo y el Espíritu Santo, a fin de que alejemos de nosotros la necedad, que es exactamente lo contrario de esa sabiduría en la que, por otra parte, radica la ciencia de Dios (11 septiembre, 1981 y 27 febrero, 1982).

Hay aquí abundante materia para reflexionar. Muchos de nosotros estaríamos dispuestos a renunciar a nuestro dinero (…especialmente aquellos que no tenemos mucho), pero observemos lo que dice la Primera Lectura sobre la Sabiduría: La amé más que a la salud y a la hermosura. ¿Estamos seguros de eso? En más de una ocasión, me he encontrado rogando a Dios: ¡Dame salud para servirte! La buena salud es algo maravilloso, pero en algunas ocasiones, el plan de Dios para mí podría no incluirla.

El don de la Sabiduría le da sentido a todo, especialmente al sufrimiento. Viktor Frankl, el conocido psiquiatra y superviviente de un campo de concentración, sugirió que la búsqueda de sentido transforma el sufrimiento en una experiencia positiva que cambia la vida: de alguna manera, el sufrimiento deja de serlo, en el momento en que encuentra un sentido, como el sentido que tiene un sacrificio… El sufrimiento está lleno de sentido cuando está vinculado a la percepción de un llamamiento divino en nuestra vida, el sentimiento fuerte de que todos los eventos se pueden usar para cumplir el plan supremo y misterioso de Dios. De esta manera, la sabiduría mejora y perfecciona su propio “método”, el sufrimiento. Aparte de eso, es claro que, desde el punto de vista de la comunidad, el sufrimiento une a las personas y es mucho más eficaz que la alegría a la hora de crear vínculos entre los seres humanos.

Las tradiciones espirituales y culturales de todo el mundo enfatizan que, aunque la vida resulta dolorosa, hay un poder supremo que utiliza nuestras circunstancias para hacernos humildes y formarnos en lo que desea que seamos. El sufrimiento tiene el propósito de hacernos humildes y despertarnos del sueño de la autosuficiencia. Por ejemplo, en la Odisea de Homero, el héroe Odiseo desciende al Hades, donde se encuentra con el profeta ciego Tiresias. Sólo en este punto más bajo, en las profundidades del averno, se le otorga a Odiseo el don de conocimiento, para lograr convertirse en el sabio gobernante de Ítaca.
Una de las experiencias más relevantes al recibir este don de sabiduría es la certeza y la visión clara de cómo una o más personas están íntimamente conectadas a mi vida y comportamiento espirituales, hasta el punto de ser completamente responsable de su desarrollo espiritual… y esto puede ocurrir precisamente en los momentos en que más experimento mi debilidad moral, mi falta de fuerza y mi pobreza espiritual.

3. ¿Qué es lo que Dios me pide hacer? Lo importante no es si me está pidiendo una tarea abrumadora o un simple gesto. La sabiduría nos permite implementar y poner en práctica cosas que nunca antes habíamos intentado. La sabiduría espiritual ilumina aquellas áreas de nuestras vidas donde nos tenemos que esforzar más, precisamente porque podemos hacerlo. De hecho, Cristo no juzga el corazón débil que se esfuerza, sino el corazón fuerte que no se molesta en dar más.
El joven rico podría haber seguido a Jesús y haber dado su dinero a los pobres, pero no lo hizo. En la parábola del buen samaritano, el sacerdote y el levita pudieron haber cuidado al hombre herido, pero no lo hicieron. En el juicio final (Mt 25: 31-46), a los condenados se les dice que su falta radica en su negativa a alimentar a los hambrientos, dar de beber a los sedientos y vestir a los desnudos.

En todo caso, un pecado es un bien omitido. Sin embargo, la consecuencia más negativa no se basa tanto en lo que hicimos, sino en lo que no hicimos. En la medida en que no lo hiciste a uno de los más pequeños, no me lo hiciste a Mí.
Espero que nadie vaya a pensar que los pecados de comisión no son importantes, más bien, cuando caemos en ellos, entristecemos al Espíritu Santo de Dios y, además, perdemos la oportunidad de ofrendar nuestra lucha con la tentación.
En Romanos 12 encontramos estas provocadoras palabras: No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Caminar una milla más, poner la otra mejilla o vender lo que tenemos y darlo a los pobres, son ejemplos de cómo dejar que la sabiduría nos guíe. Probablemente no nos vemos como personas ricas. Ser rico no sólo es tener mucho dinero, es tener tiempo, conocimiento, salud, algunos talentos y experiencias para compartir y regalar con amor y misericordia.
Dios es el único que puede hacer esto en nuestras vidas, porque Él es el único que sabe lo que es espiritual y lo que es mundano. Nunca podríamos lograr este discernimiento con nuestras propias fuerzas o con nuestra buena voluntad. La Segunda Lectura dice: La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
La siguiente historia es una hermosa ilustración de cómo caminar sabiamente una milla más, haciendo un esfuerzo para complacer al Maestro:

Un famoso violinista actuaba en una sala de conciertos de renombre mundial. Cuando tocó su violín, hipnotizó a la audiencia con su destreza y habilidad. Mientras levantaba el arco de la cuerda en su nota final, el salón estalló con un estruendoso aplauso. Miró al público por un momento y salió del escenario para enseguida volver a interpretar un gran bis. Para asombro del público, su bis fue incluso más hermoso e impecable que el concierto original.

Miró al público y abandonó el escenario por segunda vez, pero fue llamado de nuevo por el público, que una vez más se puso en pie agradecido. Dio otro bis adicional, dejando al público buscando palabras que pudieran describir lo que acaban de experimentar. Esto se repitió varias veces más hasta que finalmente, miró al público, inclinó la cabeza y salió del escenario mientras se oían las aclamaciones por un buen rato.

Los reporteros se agolparon ante el camerino del violinista, esperando escuchar una palabra del hombre que acababa de dar un concierto increíble. Cuando salió, un reportero hizo esta pregunta: Señor, ¿por qué dio tantos bises? Podría haberse detenido después de la primera y todos hubieran quedado más que satisfechos. El violinista se detuvo y respondió: Por primera vez en mi carrera, mi maestro, quien me enseñó a tocar el violín, estaba entre el público. Cuando terminé mi actuación, todos estaban de pie excepto una persona. Toqué de nuevo, y todos se pusieron a aplaudir a excepción de él. Seguí tocando. Al concluir la última obra, miré a los asientos y noté que todos, incluido mi maestro, estaban en pie y aplaudiendo. Fue sólo entonces cuando estuve satisfecho de haber hecho un buen trabajo.

Consejos para aprovechar al máximo la Santa Misa

11. El rito de Comunión. La oración del Señor. Dado que la celebración de la Eucaristía es el banquete pascual, es deseable que, de acuerdo con el mandato del Señor, su Cuerpo y Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles que están debidamente dispuestos. Este es el sentido de la fracción del pan y los otros ritos preparatorios, por los cuales los fieles son conducidos de forma inmediata a la Comunión.

En la Oración del Señor (Padre Nuestro, que estás en el cielo …) se hace la petición del pan de cada día, que para los cristianos significa principalmente el Pan de la Eucaristía, y suplicamos también la purificación de nuestros pecados, a fin de que lo que es santo, en verdad pueda ser dado a quienes quieren ser santos. El sacerdote pronuncia la invitación a la oración, y todos los fieles dicen la oración con él; luego, el sacerdote añade el embolismo, (Líbranos, Señor, oramos, de todo mal …). El embolismo desarrolla la última petición de la oración del Señor, pidiendo la liberación del poder del mal para toda la comunidad de fieles.

La comunidad concluye esta petición por medio de la doxología: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor, recogiendo, así implícitamente, las tres primeras peticiones del Padrenuestro.