
Con inmensa alegría, el Hogar del Niño Jesús de Abancay, Perú, ha recibido la visita del proyecto “Pintando Sonrisas por el Mundo”, una iniciativa de la Fundación Fernando Rielo que ha traído color, arte y, sobre todo, cercanía humana y espiritual a esta querida comunidad.
Desde su llegada, las integrantes del proyecto han comenzado a sembrar belleza y esperanza, provocando sonrisas auténticas en cada persona con la que se cruzan. Con sus pinceles, y aún más con su corazón, están llevando luz a quienes más lo necesitan.
EL ARTE QUE CURA Y ACOMPAÑA
Durante la misa dominical, presidida por Monseñor Gilberto Gómez, Obispo de Abancay, la comunidad vivió un momento lleno de gratitud y calidez. El obispo ofreció una acogida fraterna a las voluntarias, gesto que expresó el sentir profundo de toda la diócesis.
En ese contexto, Carmen, Cristina y Marta —las tres voluntarias del proyecto— compartieron brevemente el origen y propósito de su misión: pintar sonrisas donde haya tristeza, ternura donde haya dolor, arte donde falte belleza. Sus palabras resonaron con fuerza en los corazones de los presentes, que respondieron con sonrisas y un aplauso emocionado.
Las principales beneficiarias de esta visita son las niñas y adolescentes del Hogar del Niño Jesús. Desde el primer día, han comenzado a disfrutar de talleres de arte, pintura y arteterapia. El arte se ha convertido en lenguaje de amor, en canal de encuentro. Las voluntarias no solo enseñan técnicas o guían pinceles: acompañan, escuchan, ríen, consuelan. Su presencia está dejando una huella profunda, un eco de esperanza en las pequeñas y también en quienes las rodean.
UN BIEN QUE UNE FUERZAS
La iniciativa ha tocado también a otros niños y niñas de Abancay, que participan con entusiasmo en los talleres abiertos ofrecidos por el proyecto. Con el deseo de que esta misión pueda continuar en el tiempo, se ha establecido un vínculo con la Escuela Superior de Formación Artística “Chabuca Granda” de Abancay. Su respuesta ha sido generosa y esperanzadora: estudiantes y profesores se han sumado con entusiasmo a esta labor, confirmando que cuando el bien es verdadero, convoca y une.
Este encuentro marca también un emotivo reencuentro, después de seis años, con las niñas del Hogar, con los colaboradores de Cáritas Abancay y con muchas personas que han vuelto a coincidir en torno a un mismo anhelo: ayudar y hacer el bien.
Las palabras pueden quedarse cortas, pero las sonrisas —esas que no se pueden fingir— hablan con claridad. Son sonrisas que nacen del alma, que brotan del amor recibido y del amor dado.
Hoy podemos decir que Carmen, Cristina y Marta están cumpliendo con creces su lema: “Darlo todo.”
Y al darlo todo, han despertado en muchos el deseo de hacer lo mismo.