
Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 8-10-2017, XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Libro de Isaías 5:1-7; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43)
Quizás nuestra reacción ante la parábola de los viñadores perversos es pensar que resulta muy aplicable a los asesinos, criminales y gente parecida. Pero entonces se nos escaparía lo esencial, porque esta historia representa todas las formas de rechazo al reinado de Cristo en mi corazón.
Lo cierto es que, como nos dice la fe, Jesús está llegando continuamente a nosotros, especialmente en el sufrimiento y en las aspiraciones más profundas de nuestro prójimo. Dios llega también en las personas de cada niño no nacido en el vientre de su madre. Está intentando él mismo nacer de nuevo en nuestro mundo, en tu vida y en la mía.
Recordemos que en nuestra vida pasan muchas más cosas que lo que los ojos pueden ver. Dios tiene un plan para tu vida más amplio de lo que imaginamos. Las circunstancias que tú y yo estamos ahora atravesando pueden ser instrumentos de transformación en las manos de Dios. Él utiliza nuestras dificultades para modelarnos como las personas que Él quiere que seamos para que hagamos lo que Él espera que hagamos. Esta es una de las enseñanzas de la vida mística.
Dios nos invita a ver sus manos trabajando en nuestra vida y en el mundo que nos rodea. Nada de lo que nos pueda pasar es una sorpresa para Dios. Su plan es utilizar todo para nuestro bien y para su gloria. Pero hemos de confiar en Él para comprender que está actuando en nosotros, incluso si no lo notamos. Él utiliza nuestros esfuerzos más pequeños para nuestro beneficio mayor. Entonces, hemos de confiar en Él para responder como María: Soy la esclava del Señor… Hágase en mí según tu palabra. Cuando nos decidimos a aceptar el camino inesperado que Dios ha preparado para nuestra vida se producen milagros, porque nada es imposible para Dios (Lc 1: 37).
Su intención permanente es llegar a nuestro corazón para reinar: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.
Para poder sentir ese reinado de Cristo en nuestro corazón hemos de estar dispuestos a rendirnos completamente a Él. Muchas veces queremos acercarnos a la fe sólo porque buscamos un remedio eficaz para nuestros problemas. Pero hay una diferencia entre simplemente confiar en Cristo y entregarse a Él por completo. San Lucas nos da un ejemplo perfecto de esta actitud en la historia del mago llamado Simón:
A Simón le encantaba lo que estaba viendo. Pero no se centraba en Cristo, sino en los milagros y señales que estaba contemplando. No ansiaba una unión más profunda con Jesús, sino que codiciaba todo lo que podría ganar con Sus poderes. La palabra “simonía” se define como “El querer sacar provecho de las cosas sagradas. El pecado de comprar o vender cosas sagradas”. El origen de esta palabra es la historia del mago Simón, en el Capítulo 8 de los Hechos de los Apóstoles. Hoy esta palabra significa el deseo de alcanzar la vida que Cristo promete, sin rendir nuestra vida a Él. Pero ya había dicho: Yo soy el camino, la verdad y la vida. La historia de Simón nos alerta sobre el peligro de creer en Cristo sin estar dispuestos a entregarnos a Él. Simón quería el poder del Espíritu Santo como algo que añadir a su colección de trucos, para beneficio propio.
La actitud de este mago y, probablemente, también nuestra actitud no encierran violencia física, pero representan la realidad de un dilema, o mejor, de un combate a muerte entre el reino de nuestro ego y el Reino de Cristo.
Pilatos pregunta: ¿Pero, tú eres Rey? Y Jesús responde: Lo soy, pero mi Reino no es de este mundo. El problema está en que no creemos por completo en este status quo, en esta relación, siempre tensa y a menudo violenta entre los dos reinos.
El rendirnos por completo a Dios tiene varias dimensiones: oración, ayuno de las pasiones y aceptar la purificación y la poda que el Espíritu Santo realiza en nuestra vida.
Esta obediencia íntima no es algo que nos va a agradar siempre, porque nuestra naturaleza tiende a rebelarse contra ella. Queremos caminar por nosotros mismos. No nos gusta la idea de estar sometidos a nadie. Queremos ser el número uno en nuestro mundo. Pero esta no es la enseñanza de Cristo. Él se sometió a la voluntad de nuestro Padre celestial, incluso con el riego de producir muchos malentendidos, por ejemplo cuando aceptó ser bautizado públicamente por Juan. En esa ocasión se expuso a un malentendido que aparentemente podría haber deteriorado su misión.
Por el contrario, ¿cuál es la respuesta divina cuando somos fieles a sus más pequeñas sugerencias? Cuando Nos sometemos unos a otros por el temor de Dios (Efesios 5: 21), experimentamos una alegría nueva, una nueva fuerza, una nueva forma de unión con Dios. Él se hace tan real en nosotros que sentimos su cercanía. Tenemos la misma experiencia que Cristo después de su bautismo: El Espíritu vino a reposar en Él en forma de paloma. Es decir, fue transformado, fortalecido para su misión.
Una lección importante de las lecturas de hoy es que los planes de Dios no pueden ser malogrados por el pecado del hombre. En su divina sabiduría, tiene en cuenta nuestra libertad y nuestro pecado para llevar adelante su plan de salvación. Sabe muy bien que a quienes elige como instrumentos para su plan de salvación no son perfectos. Dios ha utilizado siempre la fragilidad humana para fines buenos. Sabe escribir derecho con renglones torcidos. Y nos muestra cómo se puede triunfar incluso en situaciones desesperadas. Por eso, el salmista alaba a Dios por sus maravillas y su sabiduría. Sí, Dios es capaz de llevar adelante su plan, a pesar de la infidelidad humana.
¿Qué ocurre cuando queremos convertirnos en los dueños de la viña? La parábola de hoy fue el origen de la reflexión del Papa Francisco en su homilía del 3 de Junio de 2013, que hablaba de las tres clases de cristianos en la Iglesia: pecadores, corruptos y santos. El Papa remarcó que no necesitamos hablar mucho de los pecadores, porque todos lo somos… Lo notamos en nuestro interior y sabemos lo que es ser pecador. Si alguno de nosotros no se siente así, debe visitar un médico espiritual. La parábola, dijo, nos presenta otra figura, la de aquellos que quieren tomar posesión de la viña y han perdido la relación con el dueño de la viña. Creen que son fuertes, que son independientes de Dios.
Estos, lentamente, se deslizan hacia esa autonomía, hacia esa independencia en su relación con Dios: “! No necesitamos ese Maestro, que no debería venir a molestarnos!”. Y siguen en esta línea ¡Esos son los corruptos! Eran pecadores, como nosotros, pero han dado un paso más, como si quisieran confirmarse en su pecado: ¡No necesitan a Dios! Pero eso es sólo una apariencia, porque en su código genético hay una relación con Dios. Y como no pueden negar esto, fabrican un dios especial: ellos mismos. Son corruptos.
Los viñadores malvados representan a la humanidad. Se nos ha confiado el cuidado del mundo desde el origen de los tiempos. Pero nos hemos hecho orgullosos y hemos cedido a nuestra ambición humana, ya desde el momento en que fuimos tentados por el diablo con sabiduría y poder. Muchas veces somos como esos viñadores que buscaban obtener la herencia del dueño con medios perversos, para llegar a ser sus propios amos. Hay un orgullo en el ser humano que nos empuja a tomar el control de nuestras vidas y a buscar una plenitud lejos de Dios y de la obediencia a Él. Pidamos a Cristo que sea el Señor de nuestra vida, de manera que –viviendo en Él y por Él- podamos ser fieles a Dios, gozar la paz y la gloria de su favor y entregarle el fruto que merece.
¿Sentimos que el pecado es nuestra pena y nuestra carga? Eso es una prueba de que Cristo reina en nuestro corazón. ¿Anhelamos una libertad perfecta de todas las pasiones? Eso es un signo de que compartimos su perfección. Cristo reina en nosotros hasta darnos la victoria en la vida eterna.
Deberíamos estar llenos de esperanza y de un sentimiento de seguridad, porque aunque el edificio -la Iglesia- parezca a veces que se va a destruir, su construcción es sólida, pues Cristo es la piedra angular.
Cuando pensamos en el significado de la oración continua, es importante recordar que el Evangelio de hoy muestra cómo Dios no nos da una sola oportunidad, sino muchas. Nunca se cansa de ayudarnos; siempre es paciente, misericordioso y sufrido. Nunca pierde su esperanza en nosotros. Esta parábola de la viña nos habla de un Dios que persevera en salvarnos. A pesar de nuestros pecados y nuestras malas acciones, Dios trasciende toda flaqueza. Nadie puede malograr los planes de Dios, ni siquiera nuestros pecados, ni el diablo, que parece dominar a la humanidad en este mundo. Dios no sólo es sabio, sino también omnipotente. Él hará que todo, bueno o malo, coopere al mayor bien del Reino. Él utiliza nuestros pecados para llevar adelante los planes que tiene para nosotros. Como el salmista, no podemos dejar de maravillarnos de su sabiduría y de sus maravillas.
Incluso el rechazo de Jesús resultó ser la forma en que Dios establecería su Reino. Por medio de su aparente fracaso y de su muerte, Dios le hizo la piedra angular de nuestra salvación. De hecho, cuando parecía que con el rechazo y la muerte de Cristo fallaba el plan divino, precisamente su muerte se hizo la fuente de salvación, lograda por medio de la resurrección.
Como aspirantes a apóstoles ¿qué podemos hacer nosotros? San Pablo nos dice en la segunda lectura de hoy que nos aferremos a todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza… Por supuesto, lo que es verdadero, justo, puro,… es la voluntad divina. El único antídoto a los pecados de orgullo y ambición y a los miedos que alimentan la Cultura de la Muerte es este Espíritu Evangélico. Si vivimos el Evangelio de la Vida, cultivaremos la viña del Señor de manera que sólo dé los frutos mejores y más verdaderos, los frutos de vida eterna.
¿Qué podemos hacer nosotros? No conozco otra forma más clara de decirlo que estas palabras de nuestro padre Fundador: No hagan nada que no sea un acto de obediencia a la voluntad de Dios. Deberíamos meditar cuidadosamente sobre ello.