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Vive y transmite el Evangelio

La Voz de Dios | 30 de abril

By 24 abril, 2023No Comments

p. Luis CASASUS | Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 30 de Abril, 2023 | Cuarto Domingo de Pascua

Hechos 2: 14.36-41; 1Pe 2: 20b-25; Jn 10: 1-10.

En el verano de 2022, el Papa Francisco inició una serie de audiencias generales en forma de catequesis dedicadas al Discernimiento. Parece oportuno recordarlo, porque cuando hablamos de la voz del Buen Pastor, la voz de Cristo, debemos hablar al mismo tiempo de otras voces que compiten con la voz divina y es necesario saber distinguirlas para no equivocarse.

Una voz comunica y transmite sentimientos y verdades de un modo especial; quizá por eso nos conmovemos, a veces profundamente, cuando escuchamos una canción interpretada por una buena voz.

También es importante que intentemos comprender por qué Jesús habla de la voz. En otras ocasiones, por ejemplo, en su mensaje de las Bienaventuranzas, se refiere a “ver a Dios”. También podemos hablar de “tocar a Dios”, como en el fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, que representa la creación de Adán. En el Evangelio, leemos de una mujer que, en cuanto se acercó a Jesús por detrás y apenas tocó sus vestidos, dejó de sangrar (Lc 8, 44). O hablamos del toque de gracia, el toque carismático. Así pues, el tacto, la vista y el oído son imágenes importantes para comprender nuestra relación con las personas divinas.

Pero hoy se nos invita a prestar atención a la voz del Buen Pastor, seguramente porque la voz, la llamada, nos indica algo esencial en el discernimiento: hacia dónde debemos ir, cuál es el camino adecuado en cada momento de nuestra vida. La voz es capaz de conmover nuestra inteligencia, nuestra voluntad y, finalmente, nuestra capacidad de tomar una decisión y, por tanto, de actuar con todas nuestras fuerzas en esa dirección. Por eso la metáfora adecuada es la voz del pastor.

Hay quien piensa que una oveja dócil es una imagen inadecuada para representarnos a nosotros, los seres humanos, orgullosos de nuestros conocimientos y de nuestra capacidad de elegir libremente. Sin embargo, esta idea obedece precisamente… a un concepto pobre y limitado de lo que es la libertad. De hecho, este concepto individualista y más bien materialista de la libertad del que habla mucha gente se parece a lo que hacían las ovejas neuróticas (sí, has leído bien) de los experimentos de Liddell cuando se las sometía a excitaciones e inhibiciones, que las llevaban a comportamientos extraños:

El animal muestra una agitación difusa en el laboratorio, con reacciones de sobresalto frecuentes y intensas, respiración dificultosa y pulso rápido e irregular. Incluso semanas o meses después de interrumpir las pruebas, el animal muestra su perturbación en el establo por la noche…. El corazón de la oveja normal late lenta y regularmente; en cambio, el de la oveja neurótica puede latir el doble de rápido, con grandes fluctuaciones de frecuencia y con frecuentes latidos prematuros…. El comportamiento del individuo neurótico, animal u hombre, es rígido, ineficaz e irreal. Le limita a la hora de afrontar su situación vital total en su continuidad histórica (Liddell,1956).

Aunque la comida y el instinto de rebaño eran impulsos importantes, meses de observación infructuosa de comportamientos incoherentes llevaron a sospechar que las ovejas poseían sus propias “ambiciones” ocultas e individualistas (Kirk y Ramsden, 2018).

Quizá estas citas nos ayuden a comprender que los seres humanos, como las ovejas, necesitamos un buen pastor que nos libere de los condicionamientos del mundo exterior y de nuestras propias inclinaciones individualistas y antinaturales. Sí; parece que la metáfora del Buen Pastor es apropiada ….

Pero nuestra incapacidad para oír la voz de Dios es muy seria y requiere un esfuerzo intenso para superarla. En realidad, esto no debería sorprendernos, pues nos ocurre algo parecido con nuestro prójimo.

En un momento dado, después de haber sido presidente durante mucho tiempo, Franklin D. Roosevelt se cansó de sonreír artificialmente y de decir cosas agradables de forma forzada en todas aquellas recepciones de la Casa Blanca. Así que una noche decidió averiguar si alguien escuchaba realmente lo que decía. Cuando una persona se le acercaba y le tendía la mano, él esbozaba esa gran sonrisa y decía: “Esta mañana he asesinado a mi abuela“. La gente respondía automáticamente con comentarios como “¡Qué encantador!” o “¡Siga con su gran trabajo!”.

Nadie escuchaba lo que decía en realidad, salvo un diplomático extranjero. Cuando el presidente dijo: “Esta mañana he asesinado a mi abuela“, el diplomático respondió con suavidad: “Seguro que se lo merecía“.

Mucha gente sostiene que nuestra cultura y nuestras sociedades modernas tienen mucho ruido, muchos mensajes que nos llegan y nos impiden escuchar a Dios, pero me temo que la mayor dificultad está en nuestras propias voces íntimas, con las que intento convencerme y autosugestionarme, por ejemplo, de que tengo razón en lo que digo, de que tengo necesidades urgentes o de que debo hacer algo por encima de todo.

Del mismo modo, cuando nos preguntamos cómo nos habla Dios y cómo hemos de reconocer su voz, uno de los mayores retos para nosotros es estar dispuestos a escuchar esa voz cuando es incómoda y nos interpela.

—ooOoo—

El 4 de enero de 2023, en su última catequesis sobre el discernimiento, el Papa Francisco destacó algunas características esenciales de la voz divina:

La voz del Señor siempre se puede reconocer; tiene un estilo único, es una voz que apacigua, anima y tranquiliza en las dificultades. El Evangelio nos lo recuerda continuamente: “No temas” (Lc 1,30), ¡qué hermosa es la palabra del Ángel a María! “No temas“, “No temas“, es el estilo del Señor, “No temas“. “¡No tengas miedo!”, nos repite también hoy el Señor, “No tengas miedo“: si confiamos en su Palabra, jugaremos bien el juego de la vida, y podremos ayudar a los demás. Como dice el Salmo, su Palabra es una lámpara para nuestros pies y una luz para nuestro camino (cf. 119, 105).

La voz, como un beso, es algo muy íntimo, de una persona a otra y no se confunde con “una verdad”, que puede ser hermosa, pero no es sólo para mí. Es cierto que la voz de Dios es audible, pero se puede decir aún más; la voz de Dios ES LA ÚNICA claridad completa que puedo recibir. Por eso en la vida mística hablamos de una Inspiración continua, de una forma persistente de la voz divina, de su mensaje que nos llega a través de todas las cosas, de todos los acontecimientos, y cuyo contenido es, sobre todo, su voluntad para mí, ahora. En el Antiguo Testamento hay relatos que expresan este hecho de forma bella y precisa, como la llamada que Samuel sintió y compartió con su maestro Elí (1 Sam 3, 1-17).

Dios nos habla de muchas maneras. Habla a través de la creación, a través de su Palabra, a través de sabios consejeros en nuestras vidas. Habla a través de las situaciones de la vida, abriendo y cerrando puertas. Habla por medio de su Espíritu Santo, dotándonos de dones y pasiones que podemos utilizar para servir en su reino.

Con el tiempo, aprendemos a escuchar esa voz en nuestro corazón; resulta más fácil identificarla, y cuando la oímos con claridad, es más fácil responder. La voz de Dios nos llama a ser lo que debemos ser. Llamó a Pedro para que dejara sus redes en el mar de Galilea, a Mateo para que abandonara su puesto de recaudador de impuestos, a Bartimeo al borde del camino, a Zaqueo al lado del sicómoro… y a María Magdalena para que abandonara todo aquello que la había mantenido sin libertad. El buen pastor llama a sus ovejas por su nombre, y ellas conocen su voz (Jn 10,11-16).

Una estrella no se comunica con otras estrellas mediante palabras, sino mediante la fuerza de la gravedad. Dios no necesita hablarnos con palabras, aunque también puede hacerlo. Habla con sus obras y con la acción secreta del Espíritu Santo en nuestra alma, moviendo nuestro corazón, agitando nuestras emociones y dando luz a nuestro intelecto para atraernos suavemente hacia Sí. Puede ocurrir que al principio ni siquiera seamos conscientes de ello. Pero con el paso del tiempo Él nos ayudará a reconocer su acción en nosotros. Quizá nos habrá ayudado a ser más pacientes o más comprensivos, o a trabajar mejor, o a dar más importancia a la amistad… En definitiva, nuestro amor a Dios se hará cada vez más fuerte.

Jesús dijo a María Magdalena: Mariam. Ella se volvió y le dijo en hebreo ¡Raboni! (Jn 2, 16). La experiencia habría sido inolvidable. Seguramente habría repetido esas mismas palabras cada vez que contara la historia a quien quisiera escucharla, probablemente hasta el día de su muerte. Sólo cuando Jesús pronuncia su nombre, María le conoce. Al principio, no pudo reconocerle, pero María conocía aquella voz inconfundible: la voz que la llamaba a la plenitud cuando expulsó a los demonios que la atormentaban; la voz que la acogió en su círculo de amigos; la voz que le dijo que era valiosa a los ojos de Dios; la voz que le respondió o rió durante una comida; la voz que gritó de dolor desde la cruz. María conocía esa voz porque era una voz que le había hablado con amor. Entonces supo quién era. A veces, ver no es creer; amar, sí lo es.

Para Cristo no existen las masas anónimas. Se interesa por cada uno de sus discípulos. Se fija en los dones, los puntos fuertes y las debilidades de cada uno, pero su atención se dirige a los más débiles del rebaño: lleva en su seno a los corderos, conduce con suavidad a los que tienen crías (Is 40,11). Comprende sus dificultades, no fuerza las cosas ni impone ritmos insostenibles, sino que evalúa la condición de cada uno, ayuda y respeta.

Para distinguir la voz del Buen Pastor de otras voces, especialmente las de nuestro corazón, que son amplificadas por el demonio, el Papa Francisco recomienda algunas actitudes, auténticas y necesarias virtudes, entre ellas: la vigilancia (Lc 12,35-37). Otra es recordar la historia de mi relación personal con Dios, repasando cómo en ocasiones anteriores me ha hablado. Por último, mencionemos el reconocer -antes que confesar- cómo somos realmente, pues “todos tenemos la tentación de llevar una máscara, incluso ante nosotros mismos“, como dijo el Papa. Una de las formas de aprender sobre nosotros mismos es observar cómo reaccionamos ante acontecimientos inesperados que no nos dejan tiempo para ponernos una máscara: interrupciones, reacciones repentinas o violentas de algún conocido, problemas de salud….

Ojalá que hoy sea un día en el que decidamos aguzar el oído, porque ya sabemos que Benditos son vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen. Porque en verdad les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron (Mt 13, 16-17).

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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS

          Presidente