Luis CASASUS, Presidente de las misioneras y los misioneros Identes
Roma, 29 de enero, 2023 | IV Domingo del Tiempo Ordinario
Sof 2:3; 3:12-13; 1 Cor 1:26-31; Mt 5:1-12.
1. ¿Adónde apuntan las Bienaventuranzas? Un rabino normalmente estaba de pie para la lectura de las Escrituras, pero se sentaba en el momento en que iba a exponer su enseñanza clave. Jesús se sentó, y los discípulos se acercaron para escuchar.
Está claro que Cristo quería decir algo especialmente importante. Nos ofrece una sorprendente lista de lo que llamamos Bienaventuranzas y que pueden parecer bastante diferentes entre sí ¿Hay algún rasgo que las caracteriza a todas ellas?
Probablemente sí, pues Jesús quería transmitir un mensaje esencial sobre el Reino de los Cielos y lo hizo de esa manera tan insistente, clara y concisa, pues deseaba fervientemente que las personas entendiesen algo que parecía contradictorio, es decir, que las personas que son consideradas desafortunadas están en condiciones de recibir una bendición única, inesperada.
Tal vez una forma de caracterizar TODAS las Bienaventuranzas es: Pon el centro de tu vida en otra persona. Esto sirve en el contexto de nuestras relaciones con el prójimo y con Dios.
* Quien se reconoce pobre de espíritu, ya no depende sólo de sí mismo.
* Quien vive la mansedumbre, está convencido de que agredir a los demás es una desgracia.
* Quien llora, sabe apreciar mejor el dolor de los demás.
* Quien tiene sed de justicia reconoce que le falta mucho para hacer todo el bien posible.
* Quien es misericordioso vive volcado en los demás y no se preocupa tanto de sus propias desgracias.
* Quien es limpio de corazón, no desea utilizar a los demás para su propio provecho.
* Quien es pacificador, vive para entregar la verdadera paz a los demás, aunque él la necesite aún más.
* Quien sabe que es perseguido por ser justo, comprende la debilidad, la envidia y el miedo de quienes le persiguen y renuncia a atacar a los otros.
No creo que sea por casualidad, también las seis “Bienaventuranzas modernas” que el Papa Francisco propuso en 2016, tienen esa característica de proyectarnos fuera de nosotros mismos. Suponen una forma práctica y evangélica de salir de mí mismo y de mirar a los demás:
- Bienaventurados los que permanecen fieles mientras soportan los males que otros les infligen y los perdonan de corazón
- Bienaventurados los que miran a los ojos de los abandonados y marginados y les muestran su cercanía
- Bienaventurados los que ven a Dios en cada persona y se esfuerzan por hacer que los demás también lo descubran
- Bienaventurados los que protegen y cuidan nuestra casa común
- Bienaventurados los que renuncian a su propia comodidad para ayudar a los demás.
- Bienaventurados los que oran y trabajan por la plena comunión entre los cristianos.
Nunca será demasiado insistir en la necesidad de profundizar cómo salir de nosotros mismos, de vivir un éxtasis cada vez más puro, un anhelo que tantos artistas han expresado de mil formas. Recuerdo una reciente novela del autor mozambiqueño Mia Couto, donde dice: Sólo hay una forma de escapar de un lugar: salir de nosotros mismos. Sólo hay una forma de salir de nosotros mismos: es amar a alguien.
Nuestra alma continuamente busca imponerse y dominar nuestra conducta, sobre todo a través de múltiples apegos y del poderoso y ubicuo instinto de felicidad. Eso explica por qué Jesús puso tantos ejemplos, a través de las Bienaventuranzas, para impulsarnos a no reaccionar instintivamente ante el dolor y la contrariedad.
Más allá de la etimología, ¿qué significa que podemos ser “bienaventurados”? Generalmente se dice que es encontrar una felicidad espiritual en esta vida, sin esperar a nuestra salida de este mundo. Pero, en realidad, si nos fijamos en la experiencia de Cristo y en la nuestra personal, por modesta que sea, ser bienaventurado supone, sobre todo, saber que Dios está satisfecho con lo que le ofrezco, con la ofrenda de mis esfuerzos, dolores y alegrías
¿Qué mayor felicidad puedo tener que sentir la sonrisa de Dios Padre? Y esto no es una expresión pía o romántica, sino la impresión de paz, de confirmación de que todo lo que hago, digo o deseo es y será felizmente utilizado por la Providencia.
Así hablaba de la sonrisa de Dios un famoso pastor protestante:
Hay desgracias terrenales, bajo las cuales los corazones permanecen cálidos y tiernos, como las raíces de las flores bajo las nieves del invierno, listas para florecer gloriosamente cuando llegue la alegre primavera. También hay prosperidades mundanas bajo las cuales la vida espiritual se marchita y muere. La adversidad es a veces la más rica de las bendiciones. Pero la pérdida de la sonrisa de Dios es siempre la más dolorosa de las calamidades.
Aquellos de nosotros que nos acercamos a Cristo tal vez para honestamente encontrar una paz o un equilibrio, o una plenitud personal, debemos recordar su PRIMER mensaje en el Monte de las Bienaventuranzas que, traducido a palabras sencillas, seguramente simplificando demasiado, es: Te doy ahora esa paz en medio de tus sufrimientos, te aseguro que mi Padre te ama como a mí y te lo voy a demostrar dándote almas que cuidar.
—ooOoo—
2. El libro de Sofonías, en un estilo propio del Antiguo Testamento, tiene expresiones amenazadoras y violentas. Yahveh habla de castigo a la infidelidad de los individuos y los pueblos. Todos los males que suceden a las gentes, la enfermedad, la derrota en las guerras, el hambre… son consecuencias de sus malas acciones. Aun así, ya anuncia la misericordia y la alegría de Dios al contemplar la conversión de su pueblo: Él saltará de gozo al verte… Por ti lanzará gritos de alegría como en días de fiesta (3,17-18).
Cristo viene a darnos una visión más precisa y concreta de las consecuencias de no vivir la virtud, como leemos en el Evangelio de San Lucas (6: 24-26) al hablarnos de las Bienaventuranzas. Allí vemos las consecuencias en la vida de los que ya se encuentran satisfechos (no necesariamente con cosas perversas), los que exigen en cada instante de su vida la felicidad inmediata y completa y los que se conforman (sin tener hambre) con el bien que poseen o que hacen.
Todo anuncio del juicio se entiende como una advertencia y como una invitación al arrepentimiento. El tema, a menudo no escrito, que subyace a casi todas las profecías de juicio es: Esto es lo que les ocurrirá si no se arrepienten. Aquí el profeta suplica a la nación que se arrepienta antes de que sea demasiado tarde.
Sofonías nos habla de una Jerusalén perdonada y reconstruida, pero recordemos que Jerusalén no representa sólo al pueblo cristiano, sino a cada uno de nosotros.
El profeta pide un espíritu de urgencia en el arrepentimiento. Cada día pasa como la paja, y no hay nada que mostrar por el día si descuidamos lo que es más importante: hacer las cosas bien y permanecer justos ante Dios.
¡Qué fácil es dejar que los días pasen como la paja, y no arreglarnos nunca con Dios! A menudo la mentira más poderosa del diablo no es que no haya Dios, ni Biblia, ni verdad; a menudo su mentira más poderosa es que… no hay prisa. Sin embargo, hoy es el día de la salvación.
Aunque a los ojos del mundo pueda sonar ilusorio o presuntuoso, estamos llamados a salvar a los sabios y a los ignorantes, a los fuertes y a los débiles. Y sabemos que la única salvación es acercarse a Cristo, a un Cristo que DEBERÍA ser visible en tu vida y en la mía
En la Segunda Lectura, San Pablo recuerda a los Corintios que han sido elegidos entre los últimos, entre aquellos que el mundo desprecia… para avergonzar a los sabios y a los fuertes (v 27). Nuestra pobre vida es elegida para dar un signo poderoso a quienes no han conocido a Dios, a esas personas, bondadosas o perversas, que confían en el saber y la fuerza del mundo, con sus aspectos positivos y negativos.
Te han llamado, ¡así que reflexiona! No debemos creer que el Dios nos ha dado un carisma y una misión apostólica para entretenernos o para que permanezcamos encerrados en nosotros mismos, sin mirar al mundo y hacer lo que Él quiere. ¡Debemos confundir a los sabios!
Dios nos ha elegido para confundir a los sabios. Vamos al mundo desarmados, es decir, sin armas humanas.
¿Querrán ver nuestra fortaleza física y moral? Mostraremos nuestra debilidad física y moral.
Nuestra debilidad moral se demuestra al arrepentirnos y se esconde cuando nunca pedimos perdón ni confesamos nuestras faltas. Se oculta cuando siempre encontramos excusas, como el que es impuntual y dice que su problema es “no saber medir el tiempo“. Como la persona que no sabe decir “gracias” cuando recibe un pequeño favor, un minúsculo servicio, por ejemplo, si alguien llena su vaso de agua.
El mostrarnos vulnerables al reconocer nuestras faltas, sobre todo en el caso de los que son superiores, de quienes tenemos que guiar a los demás, es un arma espiritual muy poderosa, porque muestra la presencia de Dios en nuestra pequeña y limitada vida.
Conjuguemos la enseñanza de Sofonías y la de San Pablo: hoy es el día de la salvación, hoy es el día en que nuestra manera de vivir como pobres de espíritu, mansos y misericordiosos, debe ser una luz para todos, también y sobre todo para los sabios y los fuertes.
Y todo ello, sin vanagloriarnos de nada.
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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,
Luis CASASUS
Presidente
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