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Vive y transmite el Evangelio

Dureza de corazón

By 7 octubre, 2018No Comments

Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
París, Comentario al Evangelio del 7 de Octubre, 2018.
XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Génesis 2,18-24; Carta a los Hebreos 2,9-11; Marcos 10,2-16).

Debido a la dureza del corazón de ustedes. Esta es la explicación dada por Cristo sobre la actitud de los judíos y la solución de emergencia de Moisés. ¿Y si una esposa ve algo indecente en su marido, también puede escribir una carta de divorcio y entregársela a su marido? Esto nunca fue regulado así. Ahí tenemos un fruto amargo de nuestra dureza de corazón, aunque un proyecto de ley no pueda ser la solución al problema de nuestra conciencia endurecida.

Incluso la formulación de la pregunta por parte de los fariseos revela una falta de acogida y de ternura: ¿Es lícito a un esposo divorciarse de su esposa? ¡La ley no es todo en nuestras vidas!

Hoy apenas nos sorprende cuando escuchamos que una pareja conocida decide divorciarse. En algunos países, hasta la mitad de los matrimonios terminan en los tribunales de divorcio. Pero siempre es muy duro cuando una relación que comenzó con grandes esperanzas se convierte en rechazo y dolor. La Primera Lectura y el Evangelio tratan este tema, pero una lectura cuidadosa y una reflexión silenciosa revelan que Jesús quiere enseñarnos algo que es extremadamente crucial…en todo momento.

¿Cómo puede sobrevivir y desarrollarse una relación? Una pregunta paralela o quizás preliminar es: ¿Cómo se destruyen nuestras relaciones con Dios y nuestro prójimo? Las relaciones fallidas son quizás la razón principal por la cual comenzamos a buscar respuestas sobre la vida o, lamentablemente, a tomar decisiones trágicas.

La raíz del problema es que somos engañados por nuestro Instinto de Felicidad. Podemos decir con seguridad que es más esencial que el Defecto Dominante. No podemos eliminarlo de la misma forma que nos quitamos una camisa, pero podemos liberarnos de sus efectos mediante un estado permanente de oración. Ser duro de corazón significa ser arrastrado por ese instinto, haciéndonos insensibles de varias formas: oscureciendo nuestros pensamientos, robando nuestra energía de nuestros mejores deseos y evitando que miremos al otro cara a cara.

En primer lugar, no sólo nuestros pensamientos, sino también nuestra forma de pensar se hace rígida. Somos incapaces de pensar fuera de nuestro estrecho universo individual, fuera de nuestros planes. El apego a nuestros juicios es la manifestación más visible y letal en nuestra mente. Permítanme ilustrarlo con una historia (aparentemente) divertida:

Un periodista novato consiguió su primer trabajo en un periódico de una ciudad pequeña. El editor lo envió a cubrir la boda del año, de la familia más rica de la ciudad. El editor lo envía y… en unos instantes vuelve a la oficina. El editor le dice: ¿Qué problema hubo? Y él dice: Fui a la iglesia, y mientras conducía, la novia y su padre llegaron en una limusina. Mientras caminaban hacia la iglesia, apareció un auto negro con cuatro hombres encapuchados; salieron con armas, dispararon al padre de la novia, tomaron como rehén a la novia, la arrojaron al auto negro y se fueron. Así que no hubo boda para cubrir, por eso volví.

Es fácil imaginar lo que el editor pensó. El objetivo de un buen reportero es que tenga ojo para las noticias. Si ese periodista no se dio cuenta de que “eso” era noticia, su carrera no iba a durar mucho. Del mismo modo, debido a la gracia y a través de ella, tenemos que hacernos sensibles a las necesidades.

Reflexionando sobre la actitud de los fariseos, el Papa Francisco dijo (10 de abril de 2014) que hoy existe una dictadura de estrechez mental que mata la libertad de las personas. Su error, señaló el Papa, fue separar los mandamientos del corazón de Dios. Pensaron que todo se podría resolver respetando los mandamientos. Pero estos mandamientos no son una ley fría, porque nacen de una relación de amor y son señales que nos ayudan a evitar errores en nuestro camino a Cristo. Al hacerlo, los fariseos cerraron sus corazones y mentes a todas las cosas nuevas. Ese es el drama de un corazón cerrado, el drama de una mente cerrada y, cuando el corazón está cerrado, ese corazón cierra la mente, y cuando el corazón y la mente están cerrados no hay lugar para Dios, sólo para lo que nosotros creemos que hay que hacer.

En segundo lugar, no sólo nuestros pensamientos, sino nuestra energía y fuerza se debilitan. Las falsas expectativas son el mecanismo para esto. Como un efecto de nuestra visión miope y egocéntrica, esperamos que haciendo ciertos esfuerzos obtendremos todo tipo de recompensas, particularmente seremos más populares, exitosos o atractivos. Por supuesto, necesitamos tener algún tipo de control de nuestras vidas. Por ejemplo, simplemente al llamar para programar una cita con un psicoterapeuta se produce una mejora observable en las personas angustiadas; asimismo, un estudio de pacientes con cáncer reveló que cuanto más percibían que tenían cierto control sobre su enfermedad, menos deprimidos estaban.

El problema es que, empujados por nuestro Instinto de Felicidad, tratamos de hacer este control absoluto. Creamos grandes esperanzas y expectativas de resultados exitosos y nos convertimos en víctimas del llamado síndrome de falsa esperanza. Nuestros intentos de regular el propio comportamiento y el de otras personas, utilizan una energía mental, que pronto se agota. Un ejemplo bien conocido de salud mental y vida espiritual son algunos de nuestros intentos de suprimir pensamientos negativos; esto puede hacer que los pensamientos no deseados sean aún más intensos, lo que resulta en su eventual supremacía.

Todos nosotros tenemos expectativas no realistas. Se ha dicho que, de hecho, la expectativa menos realista es…que las personas no deberían tener expectativas poco realistas. Quizás la más frecuente es nuestra falsa imagen de Dios. A veces, ese ídolo, hecho a mi medida, pretendo que sea una fuente permanente de satisfacciones, la solución instantánea a todas mis dificultades y la respuesta a todas mis preguntas. Hacemos una interpretación vulgar e irreflexiva de la declaración de Jesús: Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, y les daré descanso (Mt 11, 28). Este descanso se basa en una participación activa y gozosa en su reino, que es también arriesgada y dolorosa, como dice abiertamente en la parábola del sembrador: Otras semillas cayeron en un suelo rocoso, donde no tenían mucha tierra, y de inmediato surgieron, pues no tenían profundidad de tierra, pero cuando salió el sol se quemaron. Y como no tenían raíz, se marchitaron.

Los caminos de Dios son más elevados que los nuestros. Tal vez mi idea de quién es Dios es sólo un castillo de naipes, que se derriba a la primera adversidad. En lugar de ser sacudidos por el fracaso de nuestras falsas expectativas e ideas limitadas sobre Dios, podemos llegar a aprovecharnos de ello. Dios está más allá de lo que podemos imaginar, y usa nuestros agobios, pruebas y dificultades para llevarnos a un nuevo grado de belleza espiritual.

Una niña estaba caminando en un jardín y vio una flor particularmente hermosa. Admiraba su belleza y disfrutaba de su fragancia. ¡Es tan linda! exclamó. Mientras la miraba, sus ojos siguieron el tallo hasta la tierra donde había crecido y dijo: ¡Esta flor es demasiado bonita para estar plantada en esa tierra! Entonces la levantó por las raíces y fue al grifo de agua para lavar la tierra. No pasó mucho tiempo hasta que la flor se marchitó y murió. Cuando el jardinero vio lo que la niña había hecho, exclamó: ¡Has destruido mi mejor planta! Ella dijo: Lo siento, pero no me gustaba en donde estaba. El jardinero respondió: Elegí ese lugar y mezclé la tierra porque sabía que solo allí podría convertirse en una hermosa flor.

Podría ser conveniente recordar aquí una frase de C. S. Lewis: Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestro dolor; es su megáfono para despertar a un mundo que está sordo.

La atención a las expectativas y la comunicación es una medida preventiva importante tanto en la vida marital como comunitaria; tengo que guardarme continuamente de esperar que los demás siempre me sirvan, de esperar que los demás siempre estén de acuerdo conmigo, de esperar que otros hagan todo el trabajo que creo que deberían estar haciendo, de esperar que otros se involucren con causas particulares con las que yo estoy involucrado, de esperar que puedan leer y meditar todo lo que diga o escriba… y de mi creencia de que no es necesario o esencial comunicar algunas cosas.

Cualquier asunto de valor en la vida requiere una cierta cantidad de sacrificio y lucha: una carrera exitosa, tener un hijo… Las relaciones profundas y significativas no están exentas de la misma ley a la que está sujeto todo lo demás. Tendré que sacrificar el estar alimentando mi ego. Aún más, para un discípulo de Cristo, es importante darse cuenta de que nuestro Salvador, Hermano y Guía, también fue perfeccionado a través del sufrimiento, como podemos ver de forma impactante en la Segunda Lectura de hoy: Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al guía que los conduciría a la salvación.

En tercer lugar, nos volvemos especialmente insensibles a las necesidades de nuestros semejantes y a lo que Dios nos pide hoy. No llegamos a conocer su verdadera vida. Estamos tratando con seres humanos, y un ser humano siempre necesita algo más que una adecuada ayuda técnica.

Podemos ilustrar esto con el ejemplo positivo del alcalde de Nueva York Fiorello Laguardia (1882-1947). Un día tomó el lugar del juez de la corte y un anciano tembloroso fue llevado ante él. Estaba acusado de robar una barra de pan de una panadería. El acusado dio la excusa de que su familia estaba muriendo de hambre. La ley no permite excepciones. He de castigarte. Tengo que multarte con diez dólares, declaró Laguardia. Pero luego llevó la mano al bolsillo y agregó: Aquí hay diez dólares para pagar la multa. Y alzando la voz, continuó: Ahora impongo a todos los presentes en este tribunal una multa de cincuenta centavos cada uno por vivir en una ciudad donde la gente debe robar pan para poder vivir. Sargento, recoja el dinero de inmediato y entrégueselo al acusado. Pasaron un sombrero y el acusado salió de la corte con cuarenta y siete dólares en el bolsillo.

No llegar a regocijarse con el otro revela la envidia en mi corazón. Negarse a llorar con otro, revela una falta de compasión en mi corazón. De una forma u otra…tengo un grave problema. Alégrate con los que se regocijan; llora con los que lloran (Rom 12: 15).

Otro signo de nuestra dureza de corazón: trata de observarte a ti mismo la próxima vez que digas a dos hermanos/as seguidos que estás haciendo bien alguna cosa -sin que te importen sus opiniones- y decide entonces escuchar lo que tienen que decir.

San Pablo es muy claro al explicar las consecuencias de vivir con un corazón endurecido: Así que les digo esto, y lo afirmo con el Señor, que ya no vivan como lo hacen los gentiles, en la futilidad de su pensamiento. Están oscurecidos en su comprensión y separados de la vida de Dios debido a la ignorancia que hay en ellos debido al endurecimiento de sus corazones. Habiendo perdido toda sensibilidad, se han entregado a la sensualidad, para cometer con avidez toda clase de impurezas (Ef 4: 17-19).

Siempre veo en nuestro padre Fundador y en el Papa Francisco dos modelos de relación cristiana con Dios y sus semejantes, principalmente porque revelan su verdadero yo, sus experiencias infantiles, sus luchas internas y reconocen su vulnerabilidad. Esta forma de apertura es precisamente el modo adecuado, como los niños, de dar acogida al reino de los cielos: Dejen que los niños vengan a Mí, y no los estorben, porque a los que son como ellos pertenece el reino de Dios. En verdad les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Lc 18: 16-17).

Abrir de par en par el corazón puede no ser siempre fácil, pero es lo que continuamente hace un verdadero apóstol: Hermanos corintios, les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón. Nunca les hemos negado nuestro afecto, pero ustedes sí nos niegan el suyo. Para corresponder del mismo modo -les hablo como si fueran mis hijos-  ¡abran también su corazón de par en par! (2 Cor 6: 11-13).

No solo eso, sino que ser el primero en abrir nuestro corazón, hará que nuestro prójimo haga lo mismo de inmediato.

La verdadera compasión cristiana es lo opuesto a un corazón endurecido. La compasión es más que encontrar soluciones para quienes tienen problemas. Es una forma inspirada y siempre nueva de caminar con y junto a otras personas. El sacerdote francés San Juan María Vianney, párroco de Ars, fue a visitar a una viuda anciana cuando murió su único hijo. La gente esperaba que la ayudara a entender su pérdida. En lugar de eso, simplemente se sentó a su lado, le puso la mano en el hombro y dejó que sus lágrimas fluyeran con las de ella. La compasión es más que simpatía. Es empatía emocional y espiritual. Cuando alguien se siente débil, ¿no comparto yo su debilidad? Y, cuando a alguien se le hace tropezar, ¿no ardo yo de indignación? (2 Corintios 11:29).

Y recordemos, nos volvemos compasivos cuando aceptamos y acogemos la compasión de Dios. Sé misericordioso como tu Padre es misericordioso (Lc 6:36).

Consejos para aprovechar al máximo la Santa Misa

  1. La oración eucarística. He aquí un resumen de sus partes:
  2. La acción de gracias, expresada especialmente en el Prefacio, en el cual el sacerdote, en nombre del pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le agradece la obra de la salvación o algún aspecto particular, según el día, festividad o época del año. El Señor este con ustedes
  3. La aclamación, por la cual toda la asamblea canta el Sanctus (Santo, Santo, Santo…).
  4. La epíclesis (en griego, “invocación” o “invocar a lo alto”). Esta invocación al Espíritu está señalada por el sacerdote que coloca sus manos sobre la ofrenda de pan y vino, pidiendo que el Espíritu sea enviado sobre ellos. para hacerlos santos.
  5. La narrativa de la Institución y la Consagración, mediante la cual, por medio de las palabras y acciones de Cristo, se realiza el mismo sacrificio que Cristo instituyó durante la Última Cena. Tomen y coman … Tomen y beban

Cuando la Hostia y el Cáliz son elevados, podemos llevar a nuestra alma a expresar lo que ya sabe, adorando silenciosamente a quien se ha unido a nosotros en estos signos sacramentales, tal vez en privado, usando las palabras de Santo Tomás: Señor mío y Dios mío.

  1.  La aclamación conmemorativa (de griego anamnesis, que significa memorial) la asamblea es invitada a proclamar el “misterio de la fe”. Esta breve respuesta está dirigida a Cristo, sacramentalmente presente bajo la forma de pan y vino, y es una afirmación conjunta del sacerdote y la asamblea a lo que se acaba de decir: Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpoTomen y beban todos de él … La anamnesis es una parte de la liturgia que recuerda a Cristo y lo que ha hecho por nosotros.

El Misal ofrece tres opciones para la aclamación conmemorativa.

  1. La oblación, por la cual ofrecemos la Víctima sacrificial, en el Espíritu Santo, al Padre. La intención de la Iglesia es que los fieles no sólo ofrezcan esta Inmaculada Víctima, sino que también aprendan a ofrecerse a sí mismos, y así día a día seamos llevados a la unidad con Dios y entre nosotros, a través de la mediación de Cristo. para que Dios al fin sea todo en todos.
  2. Las intercesiones: presentar ante Dios las necesidades de la Iglesia en este mundo, recordar a aquellos que han muerto y contemplar el día en que entraremos en la comunión de los santos en el cielo
  3. La doxología final. “Doxología” es la traducción de una palabra griega que significa un breve himno de alabanza a Dios. El sacerdote proclama: Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos, cuando levanta la hostia consagrada y la Sangre en el cáliz para que la asamblea lo contemple y medite. Esta breve oración es una fórmula trinitaria de alabanza a Dios Padre a través de Cristo, con Cristo y en Cristo, en unión con el Espíritu Santo.