Skip to main content
Vive y transmite el Evangelio

Tiempos Modernos (…o no tanto) | Evangelio del 21 de julio

By 17 julio, 2024No Comments


Evangelio según San Marcos 6,30-34:

En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Tiempos Modernos (…o no tanto)  

Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 21 de Julio, 2024 | XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Jer 23: 1-6; Ef 2: 13-18; Mc 6: 30-34

Los amantes del cine clásico seguramente recordarán una escena de Tiempos modernos (1936), donde Charles Chaplin comienza a comportarse como una máquina más en la cadena de montaje de una fábrica. Ese actor genial no sólo hizo una parodia de una época de penuria económica, sino que reflejó la deshumanización que las sociedades imponen a las personas, casi siempre con origen en la ambición de poder, como estaba sucediendo en la época que Jeremías escribió el texto de hoy. Por supuesto que hay otros factores que acentúan esa deshumanización; suele citarse la tecnología, aunque eso no es nada nuevo, sólo que ha adquirido características diferentes.

Sigmund Freud incluso vio problemas en el tren y en teléfono. En su libro de 1930, La civilización y sus descontentos, escribió: Si no hubiera habido ferrocarril para vencer las distancias, mi hijo nunca habría salido de su ciudad natal y yo no necesitaría un teléfono para oír su voz.

Pero, en el Evangelio de hoy, ya vemos cómo era la actividad, las exigencias de las personas que acudían a Jesús y sus discípulos, lo que les impedía descansar, incluso comer, a pesar de buscar dos veces un lugar solitario.

Así, en el texto evangélico se presentan hoy dos dificultades frecuentes: el ser interrumpido y el exceso de trabajo. Ambas cosas nos pueden sobrepasar, por la intensidad con que suceden, el ritmo que nos imponen y la sorpresa que pueden producir. No olvidemos que el Maestro no buscaba simplemente descansar con los Doce, pues habitualmente se retiraba con ellos y luego, a solas, se lo explicaba todo (Mc 6: 34). Se trataba de un momento importante para transmitir a los primeros apóstoles el sentido de su misión. Por ejemplo, les hacía comprender por qué no habían sido capaces de expulsar un demonio especialmente dañino (Mc 9: 28). De hecho, al comienzo del texto evangélico se nos dice que se encontraban conversando sobre sus recientes experiencias en la predicación.

Todos somos interrumpidos… y todos interrumpimos alguna vez, más o menos conscientemente. Probablemente nos veamos reflejados en alguna de estas tres formas de interrumpir a quien desea compartir algo que considera importante.

Por ejemplo, un amigo nos confía su preocupación: Han operado a nuestro hijo de la rodilla. Estamos desesperados, tenemos miedo que no vuelva a caminar, porque es un caso muy difícil y

  1. Interrupción del narcisista, que habla de otro asunto, de sus propias preocupaciones, cambiando de conversación: Pues yo, hace dos semanas que estoy con un picor en el brazo que es muy desagradable.
  2. Interrupción de la persona con empatía, pero con tendencia vanidosa, de sabelotodo: Sí; la rodilla es siempre complicada. Mi primo tuvo un accidente de moto y ese sí fue un caso complejo, pues tuvo fractura de rótula, dislocación de la tibia, rotura de ligamentos y de cuádriceps; entonces el mejor tratamiento suele ser
  3. Interrupción de la persona impaciente, que no es capaz de escuchar y cree “leer la mente” de quien habla: Perdona que te interrumpa, pero ya me imagino la situación; te noto afligido y seguro que tu esposa está desanimada con esto y que ustedes han mirado los mejores médicos; probablemente vuestro hijo está deprimido y su hermanito pequeño asustado

No faltan los casos dolorosos de quien tiene una autoridad e interrumpe a quien le pide perdón, diciendo que “no acepta” lo que considera una mera justificación; o interviene de forma abrupta en alguna conversación, tratando de imponer su visión sobre algún asunto sobre el que no tiene ninguna autoridad ni especial competencia. Esta actitud recuerda a lo que, en la Primera Lectura, Yahveh manifiesta a Jeremías: A los pastores que pastorean mi pueblo: Ustedes dispersaron mis ovejas, las expulsaron, no las guardaron; pues yo tomaré cuenta de ustedes, por la maldad de sus acciones.

Cristo nos da una lección clara de lo que debemos hacer al ser interrumpidos. Antes que nada, mirar el corazón de la persona que interrumpe. Eso explica por qué Jesús sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor. Al igual que cuando los niños interrumpen su discurso, cuando una mujer se acerca a Él dando gritos, cuando dormía en la barca, cuando bajaron a un paralítico desde la terraza mientras Él hablaba a la gente… Jesús siempre se fija en el motivo más profundo que lleva a las personas a tomar la palabra precipitadamente; a veces sin ser conscientes de que no es lo más oportuno.

—ooOoo—

En realidad, la escena del Evangelio de hoy no es algo extraordinario. Más bien representa la realidad de nuestra vida si en verdad está consagrada a Dios: Ha de ser un ir y venir entre el cielo y la tierra. En efecto, muestro padre Fundador, Fernando Rielo, lo expresa de una manera que ilustra la realidad permanente de la acción divina con la cooperación del hombre: Las dos acciones, contemplativa y apostólica, entran en síntesis con una tercera acción: la unión mística (25 DIC 1968). Ya San Ignacio exhortaba a sus hijos espirituales a ser “contemplativos en acción”, fórmula que se ha hecho famosa en los últimos tiempos.

Se cuenta una historia de dos hombres que apostaban sobre quién cortaría más leña que el otro. Uno se quedó descansando mientras afilaba su hacha, mientras el otro cortaba madera sin parar. Al final del día, el que descansaba cortaba más leña que el otro, pues su herramienta estaba en las mejores condiciones.

Por supuesto, tenemos abundantes ejemplos de los santos:

El que fue secretario personal del Juan Pablo II, cuenta algo que ocurrió tras la elección del Papa. Es particularmente relevante, pues todos conocemos a San Juan Pablo II como incansable viajero y hombre de acción. Un funcionario llegó al Vaticano pidiendo hablar inmediatamente con el nuevo Papa. El secretario fue a la habitación del Papa. No estaba allí. Fue a la biblioteca, a la capilla, a la cocina, incluso a la azotea. Al no encontrar al Papa, acudió a un sacerdote polaco que le conocía bien. «He buscado por todas partes y no le encuentro». El sacerdote polaco preguntó con calma: ¿Has mirado en la capilla? -dijo el secretario- no estaba a la vista por ninguna parte. El sacerdote polaco respondió: Entra más adentro, pero no enciendas la luz. El secretario entró en silencio en la oscura capilla. Delante del sagrario, postrado en el suelo, estaba el Papa. El sacerdote polaco sabía que, antes de su elección, el Papa se postraba a menudo ante Jesús realmente presente en el Santísimo Sacramento.

Sin duda, esa mirada continua a Cristo (y esto no son sólo palabras hermosas) es la única solución que los santos y los aspirantes a la santidad han encontrado para vencer el agobio por las actividades que muchas veces no podemos completar, o la falta de tiempo para reflexionar sobre un problema, o la impresión de no tener al lado las personas adecuadas. Cristo no dejó de dar testimonio, aunque la mayoría de personas le ignorasen, incluido el joven rico. No expulsó a ninguno de los discípulos “por falta de eficiencia” ni por tener opiniones diferentes a las suyas.

—ooOoo—

El diagnóstico que hace el Evangelio, diciendo que Jesús veía a las gentes como ovejas sin pastor, es altamente realista y certero. No sólo los sanos, sino los enfermos; no sólo los ignorantes, sino los que han tenido la oportunidad de ser formados; no sólo las personas de carácter difícil, sino los bondadosos, todos tenemos dificultad para orientar nuestra vida, para darle dirección y sentido.

Es exactamente lo que sucede a muchas personas que se jubilan de un trabajo que les resultaba apasionante y gratificante, encontrándose con dificultad para vivir con plenitud, a pesar de tener una familia y un ambiente acogedores. O especialmente a bastantes jóvenes, que no han tenido el testimonio de una persona que les sirva de modelo para orientar y dar cauce a su energía y sus talentos.

El psicólogo Carl Jung ya dijo que no podemos vivir el atardecer de la vida según el programa del amanecer, pues lo que por la mañana era verdad, por la tarde se convertirá en mentira.

Igual que una oveja sin pastor, el ser humano no puede encontrar fácilmente su camino.

Pero, además, tampoco puede perseverar en la ruta que ha elegido sin el alimento y la protección necesarias. Nuestra mente no está satisfecha, nuestro corazón no encuentra reposo ante las adversidades y en muchos momentos se hace demasiado difícil tomar decisiones ante un cruce de caminos…La tentación y el desánimo nos acosan continuamente. Y, por supuesto, somos capaces de traicionar nuestras mejores elecciones y posibilidades, como hizo Esaú (Gén 25: 32-34) al cambiar su futuro y sus derechos de primogénito por un simple plato de lentejas.

Un ejemplo de nuestra torpeza para seguir el buen camino, para vivir una vida plena, es nuestra capacidad para la división para el individualismo. La Segunda Lectura habla de “los dos pueblos”, refiriéndose a los judíos y a todos los demás, los gentiles, que no tenían derecho a entrar en el Templo, bajo pena de muerte. Eran “los extranjeros”, por oposición a “los elegidos”. Pero esto no es sólo un problema entre pueblos, culturas o razas, sino entre hermanos, entre quienes compartimos más íntimamente la vida. La división es la situación más frecuente entre esposos que una vez se han amado, entre padres e hijos, entre miembros de las comunidades religiosas que se supone comparten el mismo ideal. Esta realidad no puede llevarnos al escepticismo o al pesimismo, pues gracias a Cristo y sólo a través de Él, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu, como concluye hoy San Pablo.

Algunos de nosotros podemos buscar refugio en una vida espiritual que sólo tiene en cuenta una supuesta intimidad con Dios. Pero es algo imaginario, no real, pues si esa intimidad es auténtica, necesariamente lleva a alimentar al prójimo. El auténtico pastor sabe y siente cuándo las ovejas tienen sed y hambre.

No sólo eso; el verdadero pastor también es capaz de mantenerlas unidas, es decir, traducido al lenguaje de los seres humanos, de construir y promover la paz entre todos. Es algo que Cristo hizo con su ejemplo, pues en las situaciones de conflicto y ansiedad, poco sirven las razones y los argumentos más elaborados para transmitir paz a quien no la tiene. Esto es posible cuando nos dejamos llevar de la misericordia, que podríamos decir, con nuestro padre Fundador que es el contenido de la perfección, como Jesús indica explícitamente: Sean misericordiosos como su Padre celestial es misericordioso(Lc 6: 36).

No siempre sabemos apreciar lo que significa la verdadera compasión, la auténtica misericordia. Si me permiten una metáfora, se parece a esa flor llamada diente de león, que tiene un aspecto frágil y delicado. Los niños la utilizan para divertirse haciendo volar sus semillas al soplar sobre ellas ¡Pero es muy difícil de erradicar!

Así es la misericordia, que puede parecer de lejos una actitud blanda y de personas demasiado frágiles. Pero, la realidad es que hace falta mucha más fuerza para reconocer el dolor de otra persona e inclinarse hacia ella que para mirar a otro lado o hablar de la necesaria disciplina y de la adecuada justicia. Hace falta aún más valor para tratar de comprender sus dificultades y comprometerse a tener con ese ser humano los gestos que Cristo tendría con él.

Sin duda, es porque la misericordia está radicada en nuestra naturaleza, por mucho que el odio, la indiferencia o la venganza parezcan ser más fuertes. Dios habita en nosotros y nos empuja, de forma imparable, a ser como Él. La hora de reconocer su segura victoria… es cosa nuestra.

______________________________

En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS

Presidente