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Vive y transmite el Evangelio

¡Despierta y camina! Comentario al Evangelio del 1º domingo de Adviento

By 22 noviembre, 2022noviembre 27th, 2022No Comments

por el p. Luis CASASUS. Presidente de las misioneras y misioneros Identes.

Roma, 27 de Noviembre, 2022 |  Primer Domingo de Adviento.

Isaías2:1-5; Romanos 13:11-14; Mt 24:37-44.

En este primer domingo de Adviento, comenzamos un nuevo año litúrgico. La actitud oportuna nos la da San Pablo en la Segunda Lectura de hoy: “Ya saben qué tiempo es, ahora es el momento de despertar del sueño, porque la salvación está más cerca de nosotros ahora que cuando nos hicimos creyentes“.

El Adviento es, en primer lugar, un tiempo de despertar espiritual, un tiempo de renacimiento espiritual, al volver a lo que debería ser el fundamento adecuado de nuestra vida -Cristo mismo- y construir nuestra vida sobre Él.

Es, también, un tiempo de viaje. Cristo viene -eso es lo que significa el término Adviento- y estamos llamados, no a quedarnos donde estamos, sino a caminar hacia Él. Isaías, en la Primera Lectura de hoy, anticipándose a la venida del Mesías, dijo: “Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que nos enseñe sus caminos y caminemos por sus sendas“.

  1. Un despertar espiritual.

Es interesante cómo Jesús, al referirse hoy a los tiempos de Noé, no dice que las personas eran adictos al pecado, sino que habla de dos hombres que trabajaban en el campo y dos mujeres que estaban moliendo, es decir, se dedicaban a cumplir con su obligación, seguramente con un esfuerzo notable, pues se refiere a las tareas cotidianas de las gentes del campo. También dice que la gente comía, bebía y se casaba ¿Hay algo más natural?

Sin embargo, San Pablo, al referirse a los tiempos de Noé, habla de las borracheras, las orgías, el desenfreno sexual y los celos. Bueno, estas cosas también son desgraciadamente… muy normales.

De todas formas, algo que ambos, Jesús y Pablo, nos están transmitiendo, es que muy pocos, entre las personas más viciosas y las que trabajan y se sacrifican honestamente, son capaces de hacer TODAS las cosas orientadas a Dios o, dicho de otro modo, somos víctimas de nuestras ambiciones o de los afanes y tareas del mundo, como enseña la Parábola del sembrador. Es decir, dejando al lado nuestra calidad moral, sea excelente o deplorable, vivimos de una manera parecida a quien está hipnotizado o anestesiado, atrapado en un mundo que no es real, que poco tiene que ver con nuestra verdadera naturaleza, incluso con nuestras más profundas -y más ignoradas- aspiraciones. Tomemos como ejemplo las personas que defienden el aborto. Así, dice Benedicto XVI:

Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo.

No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. Con el antiguo autor cristiano Tertuliano, podemos afirmar: «Ya es un hombre aquel que lo será» (Apologético, IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción (27 NOV 2010).

Sólo quien renueva cada día su intención de estar más cerca de Dios, quien acoge en cada instante las sugerencias sutiles del Espíritu, “será llevado”, como anuncia Cristo, es decir, vivirá ahora y siempre profundamente unido a Cristo. Esto, bien lo sabemos, tiene dos dimensiones: arrepentirme de mis pecados y no perder una ocasión de trabajar por el Reino.

El antiguo poema épico de Homero llamado La Odisea es la historia de Odiseo que viajaba por el mundo viviendo muchas aventuras. Mientras tanto, en su tierra, su bella esposa Penélope era perseguida por varios pretendientes que intentaban aprovecharse de los veinte años de ausencia de Odiseo. Para mantener a raya a estos pretendientes, Penélope anunció que cuando terminara de tejer un sudario para el rey, elegiría entre estos insistentes pretendientes. Sin embargo, había algo que estos pretendientes no sabían. Cada noche Penélope deshacía las puntadas que había dado durante el día, y así permaneció fiel a Odiseo hasta que éste regresó.

Algo semejante exige nuestra llamada a ser fieles al Reino de Dios día y noche, solos o acompañados.

Mientras esperamos el regreso de Cristo, somos su cuerpo en el mundo, llamados a hacer su obra. La iglesia ha estado sirviendo al mundo en nombre de Cristo durante dos mil años. Ahora no es el momento de abandonar. Es duro, puede ser agotador a veces, pero es un privilegio que pocos disfrutan.

Los mensajes que nos transmiten los diferentes Tiempos Litúrgicos son ciertamente para todo momento del año, de nuestra vida, pero necesitamos renovar nuestro aprecio y acogida a esos mensajes. Por eso es importante que el Adviento dure, nada menos, cuatro semanas, para que no olvidemos que ese despertar espiritual ha de ser permanente… como lo es nuestra tendencia a no cambiar, a refugiarnos en hábitos y comodidades, dejando para más tarde lo que bien sabemos es lo esencial en ese instante.

Hay una fábula que cuenta que tres demonios novatos venían a esta tierra para terminar su aprendizaje. Estaban hablando con Satanás, el jefe de los demonios, sobre sus planes para tentar y arruinar a los hombres. El primero dijo: “Les diré que no hay Dios“. Satanás dijo: “Eso no engañará a muchos, porque saben que hay un Dios“. El segundo dijo: “Les diré a los hombres que no hay infierno“. Satanás respondió: “No engañarás a nadie así; los hombres saben incluso ahora que hay un infierno para el pecado“. El tercero dijo: “Diré a los hombres que no hay ninguna prisa“. “Ve“, dijo Satanás, “y los arruinarás por millares“.

El más peligroso de todos los engaños es que hay mucho tiempo. El día más peligroso en la vida de un hombre es cuando aprende que existe la palabra “mañana”. Hay cosas que no deben posponerse, pues ningún hombre sabe si para él llegará el mañana.

Manténganse despiertos, dice Jesús en la parábola de hoy. Lo volvió a decir unos días después. Y otra vez, y otra más. Tres veces, de hecho, mientras sudaba sangre en el Huerto de Getsemaní. Se acercó a los discípulos y los encontró durmiendo. Y le dijo a Pedro: Entonces, ¿no podrían velar conmigo una hora? No, no podían, igual que nosotros. Y ¿saben qué? Fue y murió por ellos de todos modos, por todos nosotros que no pudimos ni podemos permanecer despiertos como deberíamos. Jesús se quedó despierto por nosotros.

  1. Un tiempo de viaje.

La Lectura de Isaías es muy apropiada para comenzar el tiempo de Adviento, ya que durante las próximas semanas estamos realmente en peregrinación, haciendo nuestro largo y tedioso viaje hasta el Señor, para poder rendirle homenaje y reconocer en el Niño de Belén hasta dónde llegó Dios para mostrarnos su amor.

La sabiduría popular enseña que la vida es un viaje, una peregrinación, decimos a veces. El autor americano Ralph Waldo Emerson dijo una vez: Culminar el momento, encontrar el fin del viaje en cada paso del camino, vivir el mayor número de horas útiles, eso es la sabiduría. Todo esto lo consideramos válido en nuestras actividades cotidianas, pero tal vez es uno de los signos de los tiempos que Cristo nos dice que estamos despreciando en nuestra vida espiritual.

En nuestra mente, no contemplamos adecuadamente el valor de cada momento (escaso Recogimiento), nos dejamos llevar por la impresión de que no tenemos fuerzas, o por el desánimo (Quietud enfermiza) o tal vez nuestra capacidad de unión, nuestra Facultad Unitiva se hace esclava del mundo y de nuestro carácter y es increíblemente incapaz de hacer lo que realizar lo que comprendemos que es bueno y desearíamos acometer.

Entonces, por esa falta de unidad en nuestra alma, que sólo el Espíritu del Evangelio nos puede dar, procrastinamos, posponemos lo verdaderamente importante e forma increíble y…suceden cosas trágicas. Pero tal vez es mejor ilustrarlo con un poco de humor.

Un hombre estaba limpiando su escritorio y encontró un ticket de reparación de zapatos de hace diez años. Pensó que no tenía nada que perder por intentar recuperar sus zapatos. Se lo presentó al zapatero, que se fue por varios minutos. Volvió y le devolvió el ticket al hombre, que le preguntó: ¿Ha podido encontrar mis zapatos? El r zapatero respondió: Oh, sí, los encontré; estarán listos el próximo viernes.

No debemos equivocarnos con el texto evangélico de hoy. La llegada de Dios, ahora y al final de los tiempos, no es una amenaza. Se trata de que debemos prepararnos pacientemente, como hizo Noé, siendo fieles en las pequeñas cosas, como llevar dos pajaritos, una pareja de perros o de ratones al Arca. Sus contemporáneos se reían de él: lo interesante era sembrar, comer, cosechar, trabajar… como si fuésemos habitantes eternos de este mundo.

Estar alerta, despertar espiritualmente, no es un suceso puntual, sino un viaje, una verdadera serie de éxtasis que no podemos cortar, pues sólo Dios conoce su importancia, aunque a veces despreciemos -como los contemporáneos de Noé-  el valor de cada instante… quizás, en el fondo, pensamos que basta con seguir estudiando, trabajando, organizando y siendo eficaces.

Pero en este viaje, Dios permite que veamos tempestades, oscuridad, lágrimas y alegrías. O el Arco Iris. Y es que siempre nos quiere decir algo con los signos de los tiempos, aunque sea con las pequeñas piedras del camino.

Isaías nos recuerda que debemos confiar en Dios, en medio de las tragedias que a veces ocurren en nuestra vida cotidiana. Nuestro matrimonio puede romperse; nuestros mejores esfuerzos por hacer el bien parecen infructuosos; podemos perder nuestro trabajo, descubrir que tenemos una enfermedad terminal o alejarnos de nuestros hijos. En todas esas situaciones, cuando nos sentimos abrumados por el desastre y sentimos que nuestras vidas no tienen sentido, recordemos que siempre es posible seguir el consejo del profeta: ¡Oh, casa de Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor!

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