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Vive y transmite el Evangelio

Todos me conocerán, del más pequeño al más grande

By 16 marzo, 2018enero 12th, 2024No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 18-03- 2018 Quinto Domingo de Cuaresma, Nueva York. (Libro de Jeremías 31:31-34; Hebreos 5:7-9; Juan 12:20-33).

Hoy es el último domingo de Cuaresma, antes de la Semana Santa. Las lecturas nos están preparando para comprender el significado de la Pasión de Cristo. Como Jesús nos explica, su crucifixión implica la llegada de la hora en que el diablo es completamente derrotado, cuando nace la era de la Nueva Alianza. En pocas palabras, estas son las dos dimensiones de la Pasión de Cristo:

Por un lado, con la culminación de su misión, nos da una prueba visible y conmovedora de la misericordia redentora de nuestro Padre Celestial y, por otro lado, la Pasión de Jesús da sentido y esperanza a todo el sufrimiento humano. En la Pasión de Cristo encontramos el significado último de la existencia humana y del compromiso cristiano.

Es más, en las palabras de Cristo de hoy se ofrece una síntesis y una aclaración de ambas verdades: El Padre honrará a quien me sirva. Él deja claro que servirle significa seguirle en el camino de la Cruz, morir a nosotros mismos para que su vida se manifieste en nosotros. Pero también ha demostrado con su vida lo que significa ser glorificado y honrado por nuestro Padre Celestial: tener la oportunidad de hacer el mayor bien a nuestro prójimo, ayudándolo a llevar una vida plena y fecunda y a acercarse a Dios, incluso si ese no era su objetivo explícito y consciente.

Por lo tanto, parece oportuno reflexionar sobre dos puntos: el significado de ser honrado por Dios y la importancia del sufrimiento.

1. Si vamos a ser honrados por Dios, eso da la impresión de ser… un estado perfecto, un estado de perfección. En efecto; pero la perfección es un acto, una actividad, no un estado estático. Cristo no habla de un punto, como la cumbre de una montaña, sino de un camino, un camino para toda la vida. Con la práctica, un jugador de baloncesto perfecciona su lanzamiento. Y ¿adónde se dirige esta práctica? Hacia el logro de algún objetivo, algún fin en el que soñamos. El atleta tiene en mente una imagen de un lanzamiento ideal que se esfuerza por replicar o lograr con práctica y dedicación. Pero no importa cuán hábil llegue uno a ser, la perfección nunca es completa, siempre hay un margen de mejora.

Además, la perfección no se limita a mejorar nuestro rendimiento o ser más eficiente en alguna técnica o habilidad, sino que concierne a todos los ámbitos de nuestra existencia, tanto naturales como sobrenaturales. Buscamos la perfección porque la perfección es el objetivo final y el fin de la creación. La perfección espiritual siempre tiene que ver con nuestros semejantes, no solo con el nivel de mis virtudes.

Sí. ¿Alguna vez nos hemos preguntado cuál es el significado del texto de hoy?: De este modo, Él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. Por supuesto, esta perfección no tiene nada que ver con pecados, tentaciones, vicios o alguna “mejora” en el comportamiento de Cristo. El autor de la Carta a los Hebreos nos quiere decir que Jesús, en la Cruz, llevó a término el auténtico significado de la perfección con el don total de sí mismo, para realizar la obra de nuestra salvación.

Esta idea de la perfección como una donación completa de nosotros mismos para los demás está en el centro de todas las tradiciones espirituales. Por ejemplo, Mahatma Gandhi sugiere que apliquemos la siguiente regla:

“Siempre que tengas dudas, o cuando el yo quiera imponerse a ti, recuerda el rostro del hombre más pobre y débil que hayas visto y pregúntate a ti mismo si el próximo paso que vas a dar le servirá. ¿Ganará algo con eso? ¿Le devolverá el control sobre su propia vida y destino? ¿Llevará al swaraj (libertad), a los millones hambrientos y espiritualmente hambrientos? Entonces, verás que tus dudas y tu ego se han disuelto.”
Este test, es válido para nuestros tiempos, de hecho para todos los tiempos, es válido para la India y para todo el mundo.

No es fácil definir formalmente la perfección, pero todos hemos experimentado momentos en los que parte de nuestra vida pasa a otra persona y experimentamos un conjunto bien definido de impresiones:

“Esto es precisamente lo que tenía que hacer, aunque no he podido resolver todos los problemas. Y ha sido realmente costoso. En realidad, nunca lo había planeado. Ahora, no soy el mismo y mi escala de valores no es la misma. Parte de mi vida ha sido transmitida a mi prójimo.”

Pero recordemos que la perfección a la que somos llamados es una perfección mística, es decir, la otra cara de la perfección es una respuesta muy precisa y específica de Dios: Nuestro Padre Celestial testimonió que Jesús era su Hijo y nos dio la instrucción de escucharle. Todo lo que podríamos querer o necesitar está en Jesucristo y su Palabra.

En nuestro caso, podríamos pensar que ser honrado por Dios es asumir muchas responsabilidades o tener una misión de líder. Nada de eso. Sabemos que Dios nos honra cuando vemos que nuestro humilde servicio ayuda a las personas a convertirse, a aceptar a Cristo y a cambiar el rumbo de sus vidas. Este es el honor que reciben quienes sirven a Dios, convertirse en un faro humilde, pero creíble, señalando la dirección a su Hijo. Y este es un proceso continuo y permanente; como enseñó San Agustín, Dios nos da la gracia de amarlo, y cuando lo amamos, Él nos da la gracia de amarlo más. La perfección consiste en ganar la vida eterna, el tipo de vida que Dios vive. Cuando servimos a Dios y morimos a nosotros mismos, también somos glorificados con Él y participamos en la plenitud de su vida.
Nuestra Madre María, es un ejemplo sobresaliente. Ella fue honrada por Dios como mediadora (mediatrix) porque recibimos nuestra salvación a través de la muerte y resurrección de su Hijo y, además, Ella tiene la misión de preservarnos en nuestra vocación. Dios desea la cooperación humana. Aunque pecadores, también nosotros estamos invitados a ser cooperadores para realizar la obra de la salvación.

¿Por qué los griegos decían ‘queremos ver a Jesús’? No era mera curiosidad: buscaban la verdad, la vida y el amor y el gozo eternos. Cualquiera que esté buscando una plenitud de vida, una vida más rica y enriquecedora, se fija en ejemplos reales y vivos, en la encarnación visible de alguna idea o doctrina atractiva; esos griegos tenían una larga, profunda y bien establecida tradición de reflexión teórica, pero sospechaban que algo o alguien realmente auténtico y diferente estaba cerca de ellos. Y Jesús no despreció su preocupación intelectual y vital, sino que aprovechó la oportunidad para que escucharan la voz de su Padre, no sólo su voz: Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.

La respuesta de Jesús es asombrosamente precisa y va al corazón del problema: los griegos y todos nosotros necesitamos completar, hacer plena nuestra vida, porque todos, del más pequeño al más grande, conocemos a Dios; su ley, la ley de la perfección, está verdaderamente escrita en nuestros corazones. La perfección es la promesa del alma.
La plenitud del amor debe entenderse no en sentido abstracto, sino concretamente, en términos de compromiso con nuestro prójimo, particularmente con nuestros hermanos y hermanas que sean desapacibles y difíciles. En esa línea, Jesús dio ejemplos concretos de lo que es la caridad, es decir, visitar a los enfermos, a los que están en la cárcel, alimentar a los pobres, etc. Esto es importante, de otro modo que caeremos en esa forma abstracta de “amar”. Como el personaje de la popular tira cómica de Peanuts, cuando dice: Amo a la humanidad, pero las personas es lo que no soporto. La verdadera perfección debe vivirse concretamente en nuestra vida diaria, en sintonía con la situación en que vivimos.
La perfección exige una plenitud y madurez de entrega, a la que está llamada la libertad humana. Esto explica por qué nuestro Padre Fundador llamó Voto de Perfección a la ofrenda de nuestra Pobreza, Castidad y Obediencia, porque sin ellas, la santidad no sería posible mientras se amemos la riqueza, la impureza y la rebeldía (Profesión Apostólica).
San Juan Pablo II dice en Veritatis Splendor que la pregunta del joven rico que se acerca a Cristo, no es tanto acerca de las reglas a seguir, sino sobre el sentido pleno de la vida.
El propio Cristo es el cumplimiento vivo de la ley, en cuanto que cumple su significado auténtico mediante el don total de sí mismo. Jesús invita al joven rico a entrar en el camino de la perfección, manteniendo sus ojos en el sufrimiento y los sueños de sus semejantes: Si quieres ser perfecto, vende tus posesiones … dale todo a los pobres, … y tendrás un tesoro en el cielo.
2. Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto. De nuevo, es importante recordar que todos hemos tenido esta experiencia: el sufrimiento está relacionado con el fruto, aunque a veces nos angustiemos y deseemos ver de inmediato los resultados de nuestro sacrificio o de nuestra purificación no planificada.
El sufrimiento, en muchos sentidos, sigue siendo un misterio. Si Dios nos ama, ¿por qué sufrimos? En tiempos de angustia, queremos estar seguros que nuestro sufrimiento le interesa e importa a Dios, que se preocupa por nuestro dolor y que nuestro sufrimiento no tiene sentido o es en vano. La mayoría de las veces reaccionamos al dolor profundo y al sufrimiento (de nosotros mismos o de nuestros seres queridos) en una forma muy pobre, particularmente de estas maneras:

* Dios no existe o, en cualquier caso, a Él no le importo y no hará nada por mí.
* Depresión y angustia. Quizás nos sintamos inútiles y culpables.
* Ironía y cinismo: Nada tiene sentido.

Pero, al mismo tiempo, la vida de Jesús, de los santos y nuestra pequeña experiencia, nos dicen que:

* El sufrimiento lleva a una intimidad con Dios; experimentamos a Dios en un nivel profundo y profundo. Job, que sufrió un sufrimiento indescriptible, dijo: Mis oídos habían oído hablar de ti, pero ahora mis ojos te han visto.

* El sufrimiento nos permite consolar a los demás, nos lleva a la compasión por los que sufren y nos permite servirles de manera más eficaz. Muchos de los voluntarios que ayudan a pacientes con cáncer en los hospitales, también se han visto antes afectados por esta enfermedad.

Las personas que sufren quieren que sean las personas que también han sufrido quienes les digan que hay esperanza. Aquellos que han sufrido son los consoladores más auténticos. Jesús entiende nuestro dolor porque él también sufrió.

* El sufrimiento produce crecimiento y madurez: Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce perseverancia y la perseverancia consuma la obra, para que sean perfectos y completos, sin faltar en nada (Santiago 1:2-43).
* Finalmente, el sufrimiento nos conforma a imagen de Dios. Y sabemos que en todas las cosas Dios obra para el bien de aquellos que lo aman, de los que han sido elegidos conforme a su designio. Porque a quienes Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser conformados a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos y hermanas (Rom 8: 28-29).
A veces estamos tentados a pensar que Dios nos envía pruebas y tribulaciones para probarnos y enseñarnos. Pero la verdad es que esas pruebas y tribulaciones ya están en este mundo.
Una niña encontró un capullo de mariposa y se lo llevó a casa para cuidarlo y ver salir a la mariposa. Finalmente, llegó el día y el capullo se sacudió un poco y apareció una pequeña cabecita. Pero parecía que la mariposa estaba luchando y tenía dificultades para salir del capullo. La niña se impacientó y pensó en ayudarle. Tomó un pequeño palito para abrir el capullo a fin que la mariposa pudiera salir de él. Inmediatamente, la mariposa quedó libre, pero cuando intentó volar, extendió sus alas, cayó y murió. La niña se sorprendió y corrió llorando a su padre, preguntando: ¿Qué pasó? ¡Intentaba ayudarla! El padre respondió con delicadeza: La mariposa necesitaba luchar. Sin esfuerzo, nunca podría fortalecer sus alas para volar.
El dolor y las tribulaciones, no tienen la última palabra. La última palabra le pertenece a Jesús cuando nos dice: En este mundo, habrá pruebas y tribulaciones. Pero no teman, he vencido al mundo.
En cualquier caso, como ya dijimos antes, el sufrimiento es un misterio y tenemos que entrar en él, en lugar de entenderlo por completo. ¿Abandonó Dios a su Hijo en su hora de dolor en la Cruz? Encontramos la respuesta tres días después: Dios lo resucitó de entre los muertos. Debido a esta realidad, tenemos esperanza para nuestro futuro.