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Vive y transmite el Evangelio

Que vuestro gozo sea completo

By 3 mayo, 2018No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 06-05- 2018, VI Domingo de Pascua, Perú. (Hechos de los Apóstoles 10:25-26.34-35.44-48; 1 Juan 4:7-10; Juan 15:9-17)

¡Qué visión tan diferente! Jesús nos está diciendo que el fin de guardar Sus mandamientos es que encontremos un gozo completo. Sin embargo, sufrimos y nos desesperamos, gastamos una gran cantidad de energía, tiempo y esfuerzo para encontrar formas de hacer elecciones apropiadas entre el viento de las pasiones y la paz de Cristo. ¿Terminaremos creyéndole?

¿Qué es esta dicha completa? La Primera Lectura nos da una pista sobre el significado de esta dicha divina: Los gentiles recibieron el Espíritu Santo, se dieron cuenta de que habían sido elegidos por Dios. Y esta conciencia de haber sido escogidos por Dios, según un plan único y personal para cada uno de nosotros, es la fuente de esta alegría.

Pero la plenitud de la alegría solo se logra cuando tenemos la oportunidad de compartirla con alguien. Esto explica por qué se podía oír a los gentiles hablando en lenguas y glorificando a Dios. Por la misma razón, la mujer en la parábola de la moneda perdida, al encontrarla, llama a todos los vecinos a regocijarse con ella. En otro contexto, cuando un científico descubre algo que nadie sabía antes, no puede esperar para publicarlo y compartirlo con el mundo científico. Por el contrario, cuando nuestros amigos no muestran interés en una historia que les contamos, un evento emocionante, algo extremadamente gozoso que nos sucedió, nos sentimos frustrados y nuestra alegría no puede ser completa.

Experimentar algo por uno mismo es diferente a experimentarlo con los demás. Esta es una clara indicación de que nuestra verdadera conciencia no es individualista. Nuestra alegría crece compartiendo; cuanto más compartes, más tienes. No sólo eso; incluso inconscientemente, particularmente con nuestro arrepentimiento, podemos cambiar el nivel de alegría en el Cielo: Habrá más regocijo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse (Lc 15: 7).

La alegría es un estado de ser compartido. Tiene poco que ver con los éxitos o el cumplimiento completo de nuestros planes. Una pareja estaba celebrando su primer aniversario de matrimonio. Ambos habían planeado secretamente entregar un regalo al otro. Cada uno quería entregar lo que el otro más deseaba. El día señalado llegó rápidamente. Rompió la mañana y hubo un intercambio mutuo de regalos. El marido, para comprarle a su esposa una diadema, que ella apreciaba mucho, había vendido su reloj de bolsillo. Y la esposa vendió su largo cabello para comprar a su marido una cadena, que le gustaba mucho, para su reloj de bolsillo. Al abrir sus regalos, se dieron cuenta de lo que cada uno había hecho. Rodaron por sus mejillas lágrimas de alegría …

De hecho, el gozo completo es la perfección de la alegría que experimentamos por el esfuerzo que hemos realizado, cuando compartimos nuestro mayor o menor logro. Cuando la misión cumplida tiene como fin realizar la voluntad de Dios y nos damos cuenta de que Él está realmente satisfecho con nuestra humilde contribución, entonces saboreamos el gozo espiritual completo.

San Francisco de Sales escribió: El maligno se complace con la tristeza y la melancolía porque él mismo está triste… por eso desea que todos sean como él.

 Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Cristo no tenía que venir a este mundo para enseñar a los judíos a obedecer los Diez Mandamientos. Eso estaba claro para ellos; era algo que ya había sido enseñado por los profetas. Cuando nos exhorta a ser obedientes a los mandamientos, se refiere principalmente a esas llamadas personales, íntimas y claras, que nos invitan a tomar inmediatamente dos formas diferentes de decisiones:

– Eliminar de mi corazón pensamientos y deseos inútiles o negativos.

– Implementar y poner en práctica en mi vida cualquier pequeña acción (¡no grandes planes!) que parezca más perfecta que su opuesta: saludar o no saludar a una persona, ser puntual o no prestar atención a esta forma de respeto, y cosas semejantes… los llamados “mandamientos más pequeños”!

 Este es el punto de partida de la obediencia. Por el contrario, a menudo asumimos el papel de Dios al decidir qué haremos o no haremos… y cada concesión lleva a más concesiones. Vamos a ilustrarlo con un poco de humor:

Una profunda niebla había cubierto el océano. El capitán de un barco vio una luz aproximarse a la proa y envió este mensaje: Cambie su rumbo 10 grados a la derecha. Le respondieron con el siguiente mensaje: No; cambie usted su rumbo diez grados a la derecha. El capitán, irritado, le devolvió otro mensaje: Quien le habla no es sólo el capitán del barco. Soy el almirante de la flota. Le ordeno que modifique su curso de inmediato. La respuesta llegó rápida: Yo soy sólo un marinero, pero le ordeno que cambie su rumbo inmediatamente. El capitán replicó: Esto es un barco de guerra. No podemos alterar el rumbo fácilmente. Cambie su curso de una vez. Luego vino la respuesta final: Esto es un faro. No podemos cambiar nuestro rumbo en absoluto. ¡Usted tiene que cambiar su rumbo inmediatamente!

Pero lo más relevante es el compromiso de Cristo de darnos esta asombrosa respuesta a nuestra fidelidad: permanecerás en mi amor. Esto significa ver a nuestro prójimo como Jesús lo ve, tratar a los demás como Él los trata, y dar nuestras vidas por los hermanos. ¿Qué puedo hacer, si no consigo ser mejor que los fariseos y escribas? Por supuesto, esto es imposible sin una gracia especial, otorgada sólo a quienes cumplen la condición establecida por Jesús: guardar Sus mandamientos. Está usando la palabra “permanecer” porque ya tenemos experiencia personal de su amor redentor, aunque sólo sea porque ha mantenido encendida la tenue llama de nuestra fe. Como dice la Segunda Lectura: En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó. Sí, ya hemos residido en Su amor.

No es fácil exagerar la urgencia de utilizar todos los medios disponibles para ser fieles a los mandamientos. Pero, al escuchar hoy las palabras del propio Cristo, deducimos que una regla muy práctica y esencial para conseguirlo es mirar a mi prójimo como amigo, diciéndole todo lo que he escuchado de mi Padre. Esto es comunión, esto es acompañamiento espiritual, esto es ahorrar tiempo para pasar más horas con el otro y, ser el primero en abrir mi corazón, incitándole a compartir sus experiencias, preocupaciones y sueños. Cristo aprendió de su Padre a amar.

No podemos por menos que recordar la diligencia de nuestro Padre Fundador, cuando era funcionario del Cuerpo de Correos, completando su trabajo antes de lo previsto, para reunirse con los primeros misioneros y compartir sus experiencias.

Y cuando llegaron, reunieron a la iglesia y declararon todo lo que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto una puerta de fe a los gentiles. Y permanecieron no poco tiempo con los discípulos (Hech. 14: 27-38).

Si, por el contrario, me agobio por el menor de mis errores y por los errores de mis hermanos, entonces no doy testimonio del amor de Cristo.

Algunas experiencias de ese gozo completo.

Cuando servimos a Dios, cuando sembramos, ya sea en la luz o en la oscuridad, sabemos que la victoria final es algo absolutamente seguro y que sólo entonces se nos revelará el significado definitivo de nuestros sufrimientos. Jesús envió a 70 de sus discípulos a predicar en las ciudades. Probablemente, al partir, estarían llenos de preocupaciones e incertidumbre por su misión. Sembrar en la oscuridad nunca es cómodo. Nunca sembramos conociendo todas las respuestas. Nunca sembramos sabiendo cuándo llegará el fruto o qué recibiremos al terminar la tarea.

Entonces, los setenta volvieron con alegría, diciendo: Señor, incluso los demonios se sometían a nosotros en Tu nombre (Lc 10, 17). Este es un gozo concedido por Dios. Aunque hay momentos en los que somos heridos al servir, sabemos que los que siembran con lágrimas, finalmente cosecharán con alegría. Cuanto más sirvamos, mayor será el gozo que recibamos.

Nos alegra el haber crecido en la capacidad de amar cada vez más como Jesús y haber sido utilizados como instrumento de amor para los demás. Una vida así no deja de tener un fuerte impacto en los no creyentes.

Nuestro servicio debe distinguirse de las obras humanitarias. No es simplemente un acto de amor que nace de la simpatía humana, sino del amor de Dios en nuestros corazones. Nuestro objetivo es acercar a los demás a Cristo, mientras tratamos de aliviar su sufrimiento.

Tomás era un anciano solitario que se sentaba en la iglesia, al otro lado del pasillo de donde solía sentarse Marcos. Tomás había sobrevivido a todos sus amigos, y casi nadie lo conocía. Cuando Tomás murió, Marcos tuvo la sensación de que no habría nadie que fuese al funeral, por lo que Marcos decidió ir, para que pudiera haber alguien que acompañara al anciano hasta su último lugar de descanso. No había nadie más.

La corta procesión fúnebre llegó al cementerio, y en la puerta había un soldado esperando. Era un oficial, pero en su capote no había insignias de su rango. Llegó a la tumba para la ceremonia y luego, al terminar, dio un paso al frente, y ante la tumba abierta extendió su mano en un saludo militar de honor. Marcos se alejó con ese soldado, y mientras caminaban, el viento levantó el capote del militar, descubriendo las insignias y medallas de un general de brigada. El general dijo: Quizás se pregunte qué estoy haciendo aquí. Hace años, Tomás era mi catequista de la Escuela Dominical; Yo era un muchacho arisco y una dura prueba para él cada semana. Tomás nunca supo lo que hizo por mí, pero debo todo lo que soy y lo que seré a Tomás y a su fe, que no le permitieron dejarme de lado. Hoy tenía que venir a saludarlo al final de su paso por este mundo.

Tomás no supo cuánto producirían las semillas que sembró tan fielmente. Ningún maestro, padre, o amigo, o misionero, lo puede saber.