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Intimidad | Evangelio del 31 de diciembre

By 27 diciembre, 2023enero 10th, 2024No Comments
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Evangelio según San Lucas 2,22-40:

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

Intimidad

Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 31 de Diciembre, 2023 | La Sagrada Familia

Eclo 3:3-7.14-17a; Col 3:12-21; Lc 2:22-40

 Al contrario que muchos niños y adolescentes en el mundo, el Niño Jesús fue afortunado con su familia. No sólo porque recibió alimento, educación y cuidados, sino porque disfrutó con María y José de una verdadera intimidad. El relato evangélico no da muchos detalles, pero, como hemos escuchado, Jesús vivió un ambiente cálido y acogedor, por lo que el Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él. San Lucas continuará luego (Lc 2: 41-52) relatando la visita familiar a Jerusalén, con ocasión de la fiesta de la Pascua; otro tiempo de estrecha convivencia e intimidad, que logró ser más fuerte que el “malentendido” que se produjo cuando Jesús se quedó en el Templo, hablando con los maestros.

¿Qué es la intimidad? No vamos a dar una definición, pero en realidad es la más profunda aspiración del ser humano. La intimidad significa el camino de ida y vuelta en el amor, que no se da siempre. La intimidad es el caldo de cultivo de la fe; al tener la oportunidad de creer en alguien de ser aceptado, nos hacemos capaces de acoger el don de la fe.

La intimidad explica cómo se produce nuestra unión con Dios, la amistad, la verdadera generosidad, la vida sexual, el deseo de vivir… La intimidad frustrada es la base de muchos miedos, del abuso, de la infidelidad, de la tristeza, de las dependencias, de la doble vida, del suicidio…

Sobran los ejemplos cotidianos y excepcionales, para constatar que esto es verdad. He aquí uno de ellos.

Una mujer llamada Hannah, empezó a tener dolores de parto inesperadamente a las 25 semanas de su embarazo de gemelos.  Fue trasladada rápidamente al hospital y dio a luz dos días después. Hannah y su marido dieron la bienvenida con gran alegría a sus dos pequeños: Dylan, de 980 gramos, y Deiniol, de 940 gramos.

Sin embargo, cuando ambos niños fueron trasladados a la unidad neonatal de un hospital, Dylan empezó a desarrollarse.  Por ello, lo trasladaron a otro hospital, a unos 100 km de distancia.  Sin su hermano mayor, la salud de Deiniol empezó a deteriorarse y empezó a necesitar oxígeno al 100% para mantenerse con vida.  A las 14 semanas de nacer, los médicos opinaban que Deiniol no sobreviviría.  Así pues, los padres pidieron que Dylan volviera al hospital para despedirse de su hermano gemelo.

Colocaron a ambos bebés en la misma incubadora, para el reencuentro.  Tras 5 minutos juntos, para gran sorpresa de todos, el estado de Deiniol mejoró inmediatamente y sólo necesitaba un 50% de oxígeno.  Y, en cuanto intentaron separar a Deiniol de su hermano, pronto volvió a necesitar un suministro de oxígeno del 100%.  Como estaba claro que los hermanos gemelos tenían que estar juntos, volvieron a juntar a Dylan con su hermano; al cabo de dos días, a Deiniol le quitaron el respirador por completo.

La madre, declaró a la radio: Fue realmente un milagro. Dylan salvó la vida de su hermano moribundo sólo con un abrazo. Fue brillante verlo y nos demostró a todos que nunca deberían haber estado separados.  Desde entonces, los chicos permanecieron juntos en el hospital durante dos meses. Tras proporcionar a su hermano una buena dosis de amor fraterno, Dylan abandonó el hospital y Deiniol se fue finalmente a casa cuatro meses después.

Los gemelos celebraron recientemente su primer cumpleaños. Los hermanitos están prosperando, aunque Deiniol sigue necesitando un pequeño aporte de oxígeno hasta que sus pulmones estén completamente formados.  Aunque la investigación médica no puede demostrar las cualidades salvadoras del abrazo entre los hermanos gemelos, podemos ver que el milagro de ese amor, de esa forma de intimidad, es realmente poderoso.

Una forma de comprender lo que significa la intimidad es recordar que la esencia del ser humano es la transverberación, es decir, el poder compenetrarse con las personas divinas y humanas. Así hemos sido creados. Lamentablemente, muchas personas no pueden creerlo porque sus experiencias de relación con la familia o las personas conocidas ha sido demasiado dolorosa.

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¿Cuál es la forma más segura de arruinar la intimidad?

Muchos terapeutas que se dedican a ayudar a los matrimonios en dificultad están de acuerdo: el desprecio. Esto no significa necesariamente insultar o humillar a la otra persona, sino erosionar el vínculo con la otra persona de forma sutil o no tan sutil. Sí; es una auténtica erosión, como la que realiza el agua en la roca, algo que puede parecer sorprendente, inesperado. El desprecio significa dejar de apreciar, hacerse insensible y no dar valor a lo que piensa, dice o hace una persona.

Igualmente nos sucede con las Personas Divinas. Aunque nos digamos creyentes, practicantes, o consagrados, estas son las tres manifestaciones más frecuentes de nuestro desprecio:

  • No reflexiono, no medito en la Palabra de Cristo y, sin embargo, paso tiempo cavilando sobre cosas del mundo.
  • No valoro el perdón recibido cada día, el don de la fe, renovado a pesar de mi mediocridad.
  • Ignoro los signos que la Providencia me pone para vivir la misericordia.

En la Primera Lectura, Ben Sirac habla de la importancia de honrar padre y madre, como indica el cuarto Mandamiento, el primero después de los que se refieren a Dios. En lengua hebrea, “honrar” significa precisamente “dar peso”, tomar en consideración. La insistencia de Pablo en la Segunda Lectura también deja entender que es fácil NO honrar a alguien cuyas virtudes no son visibles, cuyas fuerzas desfallecen por la edad o cuyos favores hemos olvidado porque nos sentimos fuertes, libres, autónomos y capaces de afrontar las dificultades. Dejamos de “dar peso” al bien recibido, a los favores, al perdón que nos llega de Dios y del prójimo.

Por supuesto, en nuesta vida apostólica también sucede lo mismo. Hemos de confesar la obra del Espíritu Santo en nosotros. Como dice el Salmo 104: Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. Esto requiere una contemplación, una mirada atenta a esos “prodigios y portentos”, que normalmente suelen ser secretos, personales, profundos… pero dignos de ser compartidos.

Para entender lo que es la virtud del honor, es interesante ver al desprecio como su opuesto. Si en ocasiones puede parecer difícil honrar a una persona, tomarla en consideración, para alguien con fe basta recordar que el prójimo es hijo de Dios, lo cual no es un título vacío, sino que significa que Dios Padre tiene un plan único, grandioso, para esa persona aparentemente insignificante o tal vez difícil. Eso quedó claro en el caso de María y fue revelado, a través de Simeón y Ana, en el caso de Jesús Niño. El propio San Pablo, antiguo perseguidor de Cristo, se vio elegido y llamado para un plan divino que no podría haber imaginado.

La intimidad comienza por abrir mi vida al otro, no haciéndole muchas preguntas, sino compartiendo modestamente mi experiencia más íntima. Una de las experiencias esenciales es el sentimiento de gratitud por los bienes recibidos. El propio Sirac recuerda esto: Honra a tu padre con todo tu corazón y no te olvides de los sufrimientos de tu madre. Recuerda que ellos te dieron a luz. ¿Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti? (Eclo 7: 27-28).

Otra clase de experiencias que revelan intimidad y confianza al ser compartidas de modo apropiado (sin lamentos, sin quitar relevancia al sufrimiento del otro), son nuestras dificultades.

Pongamos un ejemplo ficticio, pero ilustrativo de muchos casos reales:

————— Diálogo sin intimidad —————

Juan: Me alegro de verte. Me dice tu hermana que últimamente has estado lidiando con asuntos difíciles, especialmente con los exámenes. ¿Cómo va todo eso?

Carlos: Las cosas van bien. Me encuentro mucho mejor. Gracias por preguntar.

Juan: Estupendo. Me alegra oírlo.

————— Diálogo con más intimidad —————

Juan: Me alegro de verte. Me dice tu hermana que últimamente has estado lidiando con asuntos difíciles, especialmente con los exámenes. ¿Cómo va todo eso?

Carlos: Estoy luchando. Han sido unos meses difíciles. A veces me siento esperanzado respecto a los exámenes, pero otras veces me cuesta encontrarle sentido a todo.

Juan: Yo también he tenido problemas similares y sé lo duro que es enfrentarse a esto; estuve dos años para aprobar la asignatura de Álgebra. Me gustaría hablar contigo y apoyarte mientras lo superas.

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En el caso de los niños y las personas jóvenes, es cierto que aprenden más con los ojos que con los oídos. Por eso, la mejor catequesis es la que hacen los padres orando y yendo al templo toda la familia. Esto es lo que nos relata Lucas en la Lectura de hoy y en el resto del Capítulo 2, haciendo ver cómo María y José eran fieles a los ritos que prescribía la Ley. También la Primera Lectura nos confirma que esta pedagogía da fruto seguro: Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Lo que nos vieron hacer nuestros hijos con nuestros padres, será la regla que seguirán ellos para tratarnos en nuestra vejez.

Por otra parte, en el caso de Simeón y Ana, vemos lo que significa la verdadera sabiduría, en este caso de personas que han vivido muchos años. No es simplemente que “conozcan muchas cosas” o “hayan tenido muchas experiencias”. Se trata de ese don que nos permite ver lo verdaderamente valioso, discernir entre lo que ha sido una experiencia inútil y una vivencia valiosa.

Por otro lado, cuando una persona comienza a tener fallos de memoria, a repetir historias, tal vez a hacerse agresiva por sus limitaciones, su vida nos está sirviendo para ser más conscientes de la debilidad de TODOS nosotros, que toma formas distintas en los diferentes momentos de la vida.

Vivamos la intimidad centrada en Cristo, en todas las ocasiones, en las situaciones de discordia, de duda y de gozo. Como nos dice de forma entusiasta San Pablo en el texto de hoy, tantas veces invocado por nuestro padre Fundador:

Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones. Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre.

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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS

Presidente