Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 21-01-2018, III Domingo del Tiempo Ordinario. (Libro de Jonás 3:1-5.10; 1 Corintios 7:29-31; Marcos 1:14-20).
1. ¿Puedes creerlo? Tienes dos opciones posibles cuando surgen situaciones complicadas en tu camino: Puedes ser reactivo y dejar que esa situación dicte tu respuesta, o puedes ser proactivo y elegir tus acciones en base a tu convicción de que Dios tiene las cosas bajo control. Esto es lo que le sucedió a Jesús en el texto evangélico de hoy:
Juan es arrestado y, en lugar de tomar medidas de precaución o desanimarse, Cristo considera que el tiempo se ha cumplido. ¿Puedes creerlo? Esta es la lógica del Reino, una especie de lógica de lo imposible.
También nosotros encontramos muchas dificultades de dentro y de afuera, en nuestra vida y en las vidas de las personas que amamos.
Pero no debemos permitir que el desánimo nos venza, porque tenemos muchas pruebas de la acción continua del Espíritu Santo. La más evidente y al mismo tiempo íntima, es un tipo especial y específico de perdón: inesperadamente, cuando he sido tibio, incluso infiel… he aquí que llega una nueva oportunidad, clara y concreta de hacer el bien a mi prójimo, a hacer algo en el nombre de Dios. De nuevo, una buena razón para ser proactivo en lugar de reactivo en los asuntos del Reino. El tiempo se ha cumplido.
Cada semana aprendemos cómo formular y compartir lecciones de las situaciones más dolorosas (nuestros pecados, nuestros errores y nuestras dudas) en la Lección Didáctica del Examen Ascético. Sí; debemos prestar atención a las muchas formas en que el Espíritu Santo confirma su presencia activa en nuestras vidas:
Hijo, observa diligentemente los movimientos de la naturaleza y la gracia; porque se mueven con gran contrariedad y sutileza, y apenas pueden ser distinguidos sino por un hombre espiritual, alguien que está interiormente iluminado (La imitación de Cristo).
2. Para percibir y ser sensibles al Espíritu Santo, hemos de ayunar. El ayuno, como el celibato o, en general, la abnegación, tiene poco sentido fuera del contexto de la eternidad. El ayunar parece algo sin sentido para la persona que vive sólo para esta vida. ¿Por qué desperdiciar los buenos placeres cuando todo está ahí, al alcance, cuando el mundo físico y psicológico es lo que cuenta? El individualismo y la modernidad nos dicen que hagamos lo que parece correcto, que el placer es conveniente, y que nos hacemos daño al renunciar a lo que nos apetece. Por supuesto, nos referimos sobre todo al ayuno de nuestras pasiones. Tenemos la experiencia en nuestro Examen de Perfección: es muy difícil separar los apegos de nuestros juicios, nuestros deseos y nuestro instinto de felicidad… ¡forman un equipo muy solidario! Las tentaciones de Cristo en el desierto se dirigían hacia el placer, el poder y la fama. Las tres fueron llegaron durante los cuarenta días de oración y ayuno. Las tres fueron vencidas con las virtudes opuestas: abnegación, obediencia a Dios y su Palabra, y humildad. Estas tres virtudes son los frutos del ayuno. En el ayuno, descubrimos el vacío de las realidades terrenales y el verdadero alimento de la Eucaristía. El vacío físico que experimentamos en el ayuno nos ayuda a ser más conscientes de nuestro vacío interior y nuestra necesidad de las realidades espirituales. Incluso los psicólogos nos dicen que las personas pacientes son capaces de visualizar vívidamente el futuro. También son más propensas a aceptar los acontecimientos, incluso si las cosas no salen como esperaban. Están menos apegados al resultado que aquellos que lo quieren todo…ahora. Esta es la magistral enseñanza de San Juan Crisóstomo: El valor del ayuno consiste no sólo en evitar ciertos alimentos, sino en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida está minimizando el gran valor que tiene el ayuno. ¡Si ayunas, demuéstralo en tus acciones! Si ves a un hermano necesitado, ten compasión de él. Si ves a un hermano que recibe reconocimiento, no lo envidies. Para que el ayuno sea auténtico, no puede estar sólo en nuestras bocas, debe ser un ayuno de nuestros ojos, oídos, pies, manos… de todo nuestro ser, interior y exterior. Ayuna con tus manos manteniéndolas puras en el servicio desinteresado de los demás. Ayuna con tus pies no siendo lento en amor y servicio. Ayuna con tus ojos al no mirar cosas impuras y al no mirar a los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone tu alma o tu santidad en peligro. Sería inútil negar la comida a mi cuerpo mientras estoy alimentando mi corazón con desperdicios, con la impureza, con egoísmo, con rivalidad, con comodidades. Ayunas de la comida, pero te permites escuchar cosas vanas y mundanas. También deberías ayunar con tus oídos. Deberías ayunar escuchando las cosas que se dicen sobre tus hermanos, las mentiras que se dicen sobre los demás, especialmente los chismes, los rumores, las palabras frías que son hirientes y en contra de los otros.
También debes ayunar con tu boca; deberías ayunar de decir cosas malas sobre los demás. ¿De qué valor es para ti no comer, si devoras a tu hermano? Sí; el ayuno tampoco puede separarse de la caridad fraterna. Si un cristiano se niega a sí mismo en todas las cosas, es para entregarlo y entregarse a sí mismo a sus hermanos y ser, por lo tanto, un testimonio de su amor a Dios. Aunque el ayuno de alimentos no es la esencia del ayuno espiritual, escuchemos la oportuna observación de Benedicto XVI:
Ayunar significa aceptar un aspecto esencial de la vida cristiana. Es necesario redescubrir nuevamente el aspecto corporal de la Fe: la abstención de la comida es uno de esos aspectos. La sexualidad y los alimentos son elementos fundamentales de la fisicalidad del hombre. En nuestro tiempo, el declive en la comprensión de la virginidad va de la mano con la disminución en la comprensión del ayuno. Y estos dos declives tienen una sola raíz: el eclipse actual de la tensión escatológica, es decir, de la tensión de la fe cristiana hacia la vida eterna. La virginidad y la abstinencia periódica de los alimentos están destinadas a testificar que la vida eterna nos espera, que ya está entre nosotros, y “la apariencia de este mundo es pasajera”. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia ya no es Iglesia; se va asemejando a su entorno histórico. El mundo moderno considera el ayuno de nuestras pasiones (poder, curiosidad o placeres) extraño e insensato, porque nos priva de las cosas que se supone que nos dan vida y alegría. El ayuno abre el corazón del cristiano a comprender lo poco gratificante que son los placeres mundanos. Sin embargo, continuamos inundando nuestras almas con ellos, porque nos aterroriza el vacío que creemos que vendrá al faltarnos. Buscamos una gratificación inmediata. Ayunar es comprender que los apegos de este mundo no son más que una tirita en una herida, mientras que Dios es la curación final, de quien podemos depender. Esta es la razón por la cual el ayuno de los ninivitas fue tan exitoso. Con sus acciones, demostraron a Yahveh que creían en su poder y fuerza, y que querían que Él los llenase más de lo que podrían haberlo hecho sus antiguos pecados y placeres. 3. Hoy, tenemos otro punto relevante para nuestra reflexión: queda poco tiempo, nos dice San Pablo. Muchos cristianos creen que es una exageración decir que estamos llamados a salvar a la humanidad de la destrucción, al igual que Jonás fue llamado a salvar a los ninivitas. Pero hay demasiado sufrimiento, tanto visible como invisible, principalmente porque el mundo está degenerando en la ignorancia de Dios. ¡Solemos decir que la vida pasa tan rápido! A nadie se le concede otro día suplementario de vida. Todos los días en esta tierra mueren miles de personas y, lamentablemente, miles de ellos mueren sin Cristo. A pesar de todos nuestros medios y capacidades técnicas, todavía hay cientos de grupos humanos y millones de personas que aún no han escuchado el mensaje del Evangelio de Cristo. A menos que alguien intervenga, morirán sin haber escuchado la Buena Nueva, salvadora de vidas y forjadora de nuestra eternidad. Pero, de nuevo, hay que decir que no creemos del todo que la eternidad de nuestros
semejantes esté en nuestras manos y dependa de nuestro testimonio. No estamos hablando del dilema de ir al Infierno o ir al Cielo; no nos referimos a un futuro lejano o después de la muerte; cuando actúas según la Palabra que está dentro de ti, la Santísima Trinidad manifestará su presencia y se hará real para las personas a quienes tú la has presentado: El Reino de los Cielos está cerca. Solo nos daremos cuenta de esto, con San Pablo en la segunda lectura de hoy, cuando percibimos las muchas maneras de que el mundo en su forma presente está desapareciendo. Existe la posibilidad de que pensemos que el Reino solo pertenece a la vida después de la muerte. Nada más lejos de la verdad. Hay algunas cosas que están sucediendo ahora que nos dan una sensación real de que el tiempo se está acabando y de que llegará lo que nos dice nuestra esperanza. Hay un bombardeo de violencia y anarquía como nunca se había manifestado. Tal vez el mundo está llegando a su fin, sociológica, tecnológicamente y fisiológicamente. ¿Quién sabe? Hay muchos comentarios sobre este tema, pero el aspecto más importante es que el tiempo se acaba para ti y para mí. Y para cada uno de nuestros vecinos. Estas son cosas que mucha gente sabe, pero algunos prefieren ignorar o racionalizar lo que ya saben en el fondo de su corazón, debido al miedo a enfrentarse a la realidad o simplemente por pura y ciega rebelión. En los últimos 150 años, el aumento gradual del sentido de urgencia en la Iglesia para renovar su misión, ha tomado la forma de un llamado a una nueva evangelización. El testimonio personal es el punto de partida para toda evangelización. Un discípulo de Cristo lo es en la medida en que sus acciones son testigos de su amor por Dios y los demás, y del amor de Dios por el hombre. Conscientemente o no, el incrédulo evaluará a Cristo y al cristianismo a través de lo que ve en los cristianos. Hablando de urgencia ¿Cuál podría ser el motivo de la respuesta inmediata de Andrés, Simón, Juan y Santiago al llamado de Jesús? Debieron haber quedado tan impresionados por Él, su pasión, su vida y sus enseñanzas que se enamoraron de Cristo. De hecho, la vocación no es tanto un asunto lógico que decidimos en función de nuestra experiencia o habilidades o capacitación. Está basado en el corazón. De hecho, se dice que tenemos razones para admirar a aquellos a quienes admiramos, pero para aquellos a quienes amamos, no tenemos ninguna razón. Y esta llamada urgente sucede no sólo una vez en nuestra vida, sino de manera permanente, a través de las necesidades y sueños más profundos de nuestro prójimo. El arrepentimiento urgente que se requiere de nosotros es creer que somos amados incondicionalmente y que hemos sido perdonados. ¡Conviértanse y crean! En otras palabras, el primer arrepentimiento no es sólo de nuestro pecado, sino de nuestra incredulidad. Si realmente creo que Dios me ama como él ama a su único Hijo, entonces podré ayudar a otros a ser verdaderamente humanos y felices en la vida, personas que vivirán una vida basada en la verdad y la compasión. De eso se trata la Nueva Evangelización; es decir, ayudar a aquellos que ya están bautizados a tener un encuentro personal con el Cristo para que ellos a su vez puedan ser como los discípulos y convertirse en pescadores de hombres para todos aquellos que aún no lo han conocido. La incredulidad, junto con una idea errónea de la tolerancia, han dado lugar a una visión de la sociedad secular que está despojada de la presencia de Dios. Ahora existe la
sensación de que, para promover los intereses del hombre, Dios debe ser negado, o al menos expulsado de la escena pública. Alimentando este vacuo secularismo, hay un materialismo consumista en el que el valor supremo del progreso del hombre se encuentra en la búsqueda de la comodidad y el placer. No es sorprendente que el efecto de esto en la sociedad, incluso en muchos cristianos, haya sido una creciente sensación de indiferencia, e incluso de hostilidad hacia Dios y los asuntos de fe. Los tres grupos de no creyentes, ex-creyentes y creyentes indiferentes, suelen ser bastante resistentes a la evangelización. Vemos que hay una necesidad urgente de un mayor fervor misionero entre nosotros, algo que ya fue reconocido hace más de un siglo. Si bien hay argumentos para afirmar que algunas cosas han mejorado en los últimos años, pocos sostendrán que el progreso ha sido adecuado a los desafíos actuales. Pero debemos ser conscientes de que el entusiasmo auténtico y evangélico nace de una comprensión madura y de una vivencia de la fe. Los intentos de atajos para aumentar el fervor por medio de la manipulación emocional o campañas temporales, darán lugar a respuestas efímeras, superficiales e ineficaces. Cristo necesita nuestra respuesta inmediata, y la humanidad también. Él sabía que su misión no iba a ser realizada solo por Él. Si los primeros discípulos pudieron entregar toda su vida por Jesús, era porque lo habían estado escuchando y mirando, y así se enamoraron de Él. Al igual que los discípulos, si queremos hoy encontrar sentido a la vida y una seguridad verdadera, debemos estar listos para abandonar por completo nuestros valores mundanos y seguir a Jesús, porque una vocación no es algo que tú haces, sino algo que eres. En el curso de una vida, las personas modernas tienen muchas carreras, muchos trabajos. Pero esto no es lo que son, es sólo algo que están haciendo actualmente. Cuando Jesús llamó a Simón y Andrés, a Santiago y a Juan, a ti y a mí, no nos llama a hacer algo. Nos llama a ser algo. Nos llama a ser discípulos. Y la verdadera razón para hablar de la urgencia del ministerio apostólico y el celo en el corazón de Cristo por consumirlo, es por el sentido de la urgencia de los hombres y mujeres por arrepentirse y creer ahora, o de lo contrario se perderían ahora y para siempre. Así es como compartimos la enérgica y vigorosa Aflicción de Cristo.