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Vive y transmite el Evangelio

La autoridad de un testigo

By 27 enero, 2018No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 28-1-2018, Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario (Deuteronomio 18:15-20; 1 Corintios 7:32-35; San Marcos 1:21-28)

1. ¿Qué tiene que ver este texto del Evangelio conmigo? Jesús está expulsando demonios; a los primeros discípulos se les concedió el poder de expulsar demonios y reprender al poder del diablo en el nombre de Cristo. ¿Puedo yo expulsar demonios? ¿O fue éste un regalo sólo para los primeros seguidores de Jesús? La pregunta es si nosotros tenemos poder y autoridad sobre los demonios de la misma manera que los Doce la tuvieron.

Sobre todo, ¿creo que esta es una dimensión relevante y clave de mi vida apostólica? Algunos de nosotros pensamos inmediatamente de una manera simple y simplista que estamos hablando de exorcismos, posesiones demoníacas o demonomanía (una enfermedad mental). Pero la acción del diablo suele ser muy sutil, no espectacular, y ahí radica su fuerza, su habilidad para engañarnos, acechando en las profundidades de nuestra psique.

 El espíritu inmundo, que había atrapado a un pobre hombre, grita cuando ve a Jesús: ¿Has venido a destruirnos? (no dice para destruirme). El diablo quiere que el hombre crea que no puede sobrevivir sin él, quiere conectar al hombre con el pecado y el mal, como si no pudieran separarse, y convencerlo de que Jesús existe para destruir tanto al hombre como al pecado. El diablo apunta hacia el centro de nuestro ser: estamos definidos por un carácter unitivo, y él nos empuja a creer que no puedo vivir sin mis pecados, sin mis actividades favoritas, sin mi fama… Este es un uso perverso de nuestra naturaleza unitiva.

Esto es algo de lo que todos tenemos experiencia personal. Las huellas de la actividad del diablo se pueden resumir en una sola palabra: mentir. Pero él no necesita mentir con palabras, solo arroja oscuridad, “luz negra” en nuestras acciones.

¿Por qué decimos que el diablo es un mentiroso experimentado, el príncipe de las tinieblas? Porque se está aprovechando de algo real: mis defectos, mis debilidades y mis pecados… incluso de mis virtudes. Y él lo manipula todo, presentando estos hechos ante mis ojos como demasiado grandes o demasiado insignificantes e intrascendentes para ocuparme de ellos. Es tan eficiente que me lleva a creer y a decir que todo esto es “parte de mí”, y de esta manera logra identificarse con nosotros e identificarnos consigo mismo. Un malvado golpe maestro.

Por supuesto, muchas personas, incluso un buen número de creyentes, prefieren interpretar de manera diferente nuestras más persistentes y significativas dificultades morales, defecto dominante y tentaciones; se contentan con una visión psicológica de nuestra vida moral, pero olvidan así un factor importante: es esencial conocer al adversario, porque él tiene una personalidad definida. Su intención es separarnos de Dios y de nuestros hermanos y hermanas.

El diablo trata de separarte aislándote, diciéndote que tu tentación es única… pero eso no es verdad: Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir (1Cor 10: 13).

Expulsar demonios significa destruir la esclavitud y el pecado. En el texto del evangelio de hoy el demonio no puede resistir la presencia de Cristo. Pero esto sucede hoy cuando reflejamos algún aspecto de la vida de Jesús, cuando la presencia de Cristo en nuestras vidas se hace clara e inequívoca, a pesar de nuestra debilidad… o más bien gracias a ella. Una vida inocente es un buen ejemplo de este poder espiritual. He aquí una anécdota conmovedora que ilustra esta verdad:

El autor Leo Buscaglia habló una vez sobre un concurso que le pidieron que juzgara. El objetivo del concurso era encontrar al niño más afectuoso. El ganador fue un niño de cuatro años, cuyo vecino de al lado era un anciano, que recientemente había perdido a su esposa. Al ver llorar al hombre, el pequeño entró en el patio del anciano, se subió en su regazo y se quedó allí sentado. Cuando su madre le preguntó qué le había dicho al vecino, el niño simplemente dijo: Nada, solo le ayudé a llorar.

2. Enseña con autoridad. Esto es lo que las personas decían de la enseñanza de Jesús. Entonces, lo que marca la diferencia entre un maestro y otro, entre un verdadero apóstol y uno falso es la autoridad. ¿Cuál es la autoridad de un testigo de Cristo? Principalmente, su experiencia de la misericordia de nuestro Padre Celestial. Jesús compartió el amor de su Padre por la humanidad, su compasión por ella, especialmente aquellos que sufrían la enfermedad, la esclavitud y la opresión. Las obras de Cristo, sus milagros de curación, la liberación y el comer y beber con los pecadores tenían como fin mostrar el poder del amor de su Padre.

Por nuestra parte, cuando nos levantamos después de haber pecado y aceptamos la nueva oportunidad que Dios nos da de hacer algo bueno, demostramos que tenemos una experiencia personal de Dios. Esta no es una experiencia de segunda mano. Tal vez no podemos realizar ciertos milagros, ni siquiera acciones prácticas y de ayuda a nuestro prójimo, pero este testimonio, el levantarnos de nuestra miseria y prepararnos de nuevo para seguir caminando tras de Él, es una prueba de su presencia en nuestras vidas.

El perdón misericordioso y permanente de Dios nos permite ver cada desafío como una oportunidad para manifestar a Dios, para convertirse en una imagen viva de Dios mismo. Uno de estos desafíos es la multifacética pobreza de nuestro espíritu o quizás incluso nuestra pobreza material:

Santa Teresa de Calcuta visitaba a una viuda pobre, llevándole arroz y frijoles. Ella y sus tres hijos vivían en la más absoluta pobreza y no habían comido nada durante tres días. Tan pronto como recibió el arroz y los frijoles, tomó una parte y corrió hacia una cabaña cercana. A su regreso, Madre Teresa le preguntó: ¿A dónde fuiste? Respondió: Hay un anciano, un musulmán, que vive en esa cabaña. No tiene a nadie. No ha comido nada durante varios días. Quería compartir algunas de nuestras bendiciones con él.

Aprendí lo que es el corazón y la mente de Jesús a partir de la acción de esa pobre viuda, escribió Madre Teresa en su libro.

Recordemos al ciego de nacimiento que Jesús sanó. Los fariseos le convocaron, loeee interrogaron y le insultaron. Entonces dijo: Pues en esto hay algo asombroso, que ustedes no sepan de dónde es, y sin embargo, a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace su voluntad, a éste oye. Desde el principio jamás se ha oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada. Aunque aún no había recibido al Espíritu Santo, Jesús lo tocó y no pudo negar lo que había experimentado. No pudo evitar dar testimonio, y Dios le dio fuerza para ello. Necesitaremos fortaleza para ser testigos, pero el Espíritu Santo nos dará todo lo que necesitamos. El Espíritu Santo iluminará nuestras mentes, consolará nuestros corazones, nos mostrará las cosas divinas, su misericordia. Entonces será difícil negar a Dios. Al igual que el ciego. No pudo decir que no sabía quién le sanó porque tenía los ojos abiertos y claramente lo hizo Cristo.

Cada vez que acogemos y nos adherimos a su misericordia y a su perdón, recibimos la autoridad para convertirnos en sus testigos: Recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hechos 1: 5,8).