Con motivo del centenario del monasterio La Victoria de san José, de Costantina (Sevilla), de los misioneros identes, el 19 de octubre ha tenido lugar un evento en el que han participado religiosos, autoridades políticas, responsables de Hermandades, colegios, alumnos de la escuela de pintura “El Gurugú” y numerosos amigos, que se unieron a esta celebración a pesar de la tempestad que se desencadenó impidiendo que todos los acto previstos tuvieran lugar en el exterior. De modo que una parte se realizó en el salón de actos Gertrudis Gómez de Avellaneda de la bellísima localidad sevillana, y el ágape en el interior del monasterio.
En el salón de actos José María Sierra superior de España, hizo un pequeño excursus de cómo ese edificio emblemático, y declarado de interés artístico histórico, fue adquirido por la Institución de misioneros identes en 1982, y el sueño que albergó para él nuestro Padre Fundador Fernando Rielo que lo visitó en varias ocasiones.
A continuación Miguel Angel Sánchez Rubio, rector del monasterio, explicó a los asistentes todo el proceso de reconstrucción que hubo que acometer dado el deterioro que tenía y que no se advirtió al adquirirlo.
Todo ello acompañado de un PowerPoint ilustrativo de todo el proceso, del momento de la bendición del edificio por el cardenal Suquía (q.e.p.d), así como las actividades que se llevan y se han llevado a cabo: retiros, cursos de formación universitarios, asambleas de Juventud Idente, campamentos… y la escuela de pintura “El Gurugú” dirigida por Carmen Meléndez, que fue para este acto la maestra de ceremonias. No es vano ella se ha implicado desde hace siete años junto a los misioneros en este afán de convertir el lugar en un espacio donde la cultura, el arte en todas sus manifestaciones, el buen gusto, etc., sean una realidad cumpliendo así el sueño de nuestro Fundador Fernando Rielo.
En este acto se hizo entrega de un plato conmemorativo a las autoridades presentes.
El edificio engalanado en el exterior con guirnaldas, como se aprecia en las imagénes fueron despúes destrozadas por el temporal, que en ningún instante derrocó el ambiente festivo y entrañable en el interior del mismo.
Antes de convertirse en monasterio idente, el complejo ya era conocido en la localidad Constantinense como “El Gurugú”.