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By 31 diciembre, 2020enero 12th, 2024No Comments
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por el p. Luis Casasús, Superior General de los misioneros Identes.

New York/Paris, 03 de Enero, 2021. | Epifanía del Señor.

Isaias 60: 1-6; Carta a los Efesios 3: 2-3a.5-6; San Mateo 2: 1-12.

Hace un tiempo leí un libro lleno de ternura: La adolescencia de Jesús nunca contada (1997) del escritor español José María Sanchez-Silva.

Me ayudó a comprender cómo Jesús, sin duda, recibió de sus padres muchos dones espirituales y también un estilo de hablar y contar sus experiencias.

Probablemente, la historia de los Tres Reyes Magos, que escuchó de María, inspiró algunas de sus parábolas. Por ejemplo, la historia de la peregrinación de los Reyes Magos me recuerda la parábola del comerciante de perlas, donde se muestra el significado de la auténtica búsqueda en la vida espiritual.

A veces la gente habla de “buscar a Dios”, pero la verdad es que las personas divinas no dejan de manifestarse. Sucede que nuestra supuesta búsqueda es el deseo de que Dios encaje exactamente en mi lenguaje, en los deseos y necesidades que tengo en este momento. Más bien, si hablamos de búsqueda, como dijo el poeta iraní Rumi (1207- 1273): Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti mismo que has construido contra él.

A veces tenemos la impresión de que la Providencia responde exactamente a nuestra súplica, como es el caso de algunas curaciones o conversiones de quienes acompañamos, y entonces decimos que se nos ha concedido una gracia especial, o incluso un milagro.

Aún más. En otras ocasiones, sentimos que Dios se nos adelanta y nos llama, nos empuja, nos desafía, y entonces entendemos que Él es el verdadero buscador.

¿Cuál es el significado de la búsqueda espiritual? ¿Cómo podemos imitar a Dios mismo en esta actitud de búsqueda? Creo que la respuesta está en la indicación de Cristo: Busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas (Mt 6, 33), y en la vida de los Reyes Magos. Jesús nos está diciendo lo que vale la pena buscar y los Reyes Magos nos muestran hoy cómo hacerlo.

El discípulo de Cristo no busca “verdades”, formulaciones abstractas de la vida espiritual, o soluciones a problemas que lo abruman y superan la fuerza de sus semejantes. De hecho, busca la manera de darlo todo en cada momento, aunque no logre su objetivo literalmente. Su victoria es poder darse a sí mismo a los demás en las condiciones más adversas. Por supuesto, nuestro prójimo percibe esta actitud, que en sí misma tiene la fuerza de un poderoso testimonio, pero también es cierto que la Providencia responde a veces confirmando rápidamente las expectativas del que busca con fe y fijando el bien de los demás como objetivo final.

Un adolescente perdió una lente de contacto mientras jugaba al baloncesto en el parque. Después de buscar unos minutos, llegó a casa e informó a su madre que la lente no aparecía por ningún sitio. La madre no dice una palabra, pero sale y en unos minutos regresa con la lente en la mano. Realmente la busqué mucho, mamá, dice el joven ¿Cómo te las arreglaste para encontrarla tan rápido? Porque, responde, no estábamos buscando lo mismo. Tú estabas buscando un pequeño trozo de plástico. Yo estaba buscando la lente de contacto de mi hijo.

Se dice de un santo, creo que Pedro Claver, que uno de sus ayudantes, a quien había rescatado de la miseria e intentaba inútilmente convertir a una vida de fe, en el momento de la muerte del santo confesó su orgullo y abrazó el más sincero arrepentimiento, debido a la perseverancia del santo en sus esfuerzos. Tal vez el santo no encontró el “método apropiado”, seguramente ese método no existía, pero el Espíritu Santo está por encima de los planes de los santos y de aquellos de nosotros… que no somos completamente santos.

María y José buscaron un lugar cálido y seguro para que el Niño Jesús viniera al mundo. Pero aparentemente su deseo no se cumplió literalmente. Los Reyes Magos también comenzaron a buscar a Jesús en los palacios y en los lugares donde se suponía que viviría un futuro rey… pero esta búsqueda, aparentemente, no dio los frutos esperados.

El fruto fue que, para todos los hombres de buena voluntad, ya sean simples pastores o Magos educados, quedó claro que Dios se presentó ante nosotros como un Dios necesitado, dependiente de sus padres y también de nuestra colaboración. Eso habría sido difícil de entender si Cristo hubiera venido al mundo de cualquier otra manera.

La búsqueda representa, en una palabra, lo que todo ser humano hace al comportarse de manera extática. Consideremos un ejemplo trivial. Si estoy caminando por un sendero de montaña, estaré atento a donde voy a poner el pie, para no tropezar o torcerme el tobillo. Eso implica eliminar algunas posibilidades (poner el pie en un charco, pisar una piedra…) para finalmente elegir la mejor posibilidad, un pequeño trozo de tierra plana y seca. Naturalmente, hacemos esto “automáticamente”, a menos que nuestra vista o nuestras piernas estén limitadas, pero el mismo proceso ocurre continuamente en nuestra vida espiritual.

Siempre vivimos, continuamente, una búsqueda de la perfección, de lo mejor. No se trata simplemente de elegir entre el bien y el mal, sino de discernir lo más perfecto, es decir, cuál es la voluntad de Dios para mí en este momento. Ejemplos de este estado de búsqueda son el esfuerzo por vivir un continuo recogimiento y una permanente quietud, que nos permite cerrar el camino a lo inútil o perverso y abrir la mente y la voluntad a lo imprevisible, lo que el Espíritu Santo quiere susurrarnos.

Los Reyes Magos, como el mercader de perlas de la parábola, comprendieron que había que dejarlo todo para entrar en el reino de los cielos. Eso es precisamente identificarse con Cristo, que se vació de su condición divina para llegar a nosotros. Este es el centro de la festividad de hoy en el Evangelio según Mateo. No es obvio que Dios se manifestase en la vulnerabilidad e indefensión y en la pequeñez, la debilidad, pero en realidad esta es la narración del Evangelio… y nuestra experiencia personal.

Esta forma suprema de éxtasis requiere una gracia particular, sin la cual no es posible. Podemos ilustrar esto con una pequeña historia de Navidad.

Era tarde una víspera de Navidad y a pesar de las súplicas de su esposa, su marido no la acompañaba a la iglesia. Toda esta loca idea de que Dios se convirtiera en un ser humano no tenía ningún sentido para su mente lógica. Cuando su esposa partió hacia la iglesia, se puso a mirar los pájaros en el patio y las semillas que había puesto para ellos. Estaba nevando lo suficientemente fuerte como para que los porta-semillas se cubrieran rápidamente. Encendió las luces del patio, pero tanto los pájaros como las semillas se perdieron en la nieve que caía. Poniéndose su pesado abrigo de lana, salió y abrió la gran puerta del granero.

Luego esparció alpiste dentro del granero, esperando que los pájaros lo vieran. No lo vieron. Con esperanza de ayudar a esas pequeñas criaturas hambrientas, trató desesperadamente de espantar a los pajaritos hacia la luz del granero abierto… pero estaban demasiado asustados. Ahí estaban, sólo a unos centímetros de la comida y el agua que necesitaban, y él no podía hacer más.

Si yo fuera un pájaro…, pensó para sí, les mostraría el camino hacia ese alimento vivificante. En ese momento las campanas de la iglesia comenzaron a sonar anunciando la mañana de Navidad. Pero algo también sonó dentro del hombre… a través del poder de su propia analogía de mostrar a los pájaros el camino a la semilla vivificante… una comprensión progresiva comenzó a crecer dentro de él de que “tal vez” Dios podría de hecho aparecerse a nosotros en forma humana.

Luego pensó en lo que le había dicho a su esposa esa noche. ¿Por qué querría Dios ser como nosotros? ¡Eso es ridículo!

De repente todo tuvo sentido para él. ¡Eso es lo que Dios había hecho! Éramos como los pájaros ciegos, perdidos y pereciendo. Dios, a través de Jesucristo, se hizo como nosotros para mostrarnos el camino y salvarnos.

Mientras el viento y la nieve cegadora amainaban, su alma se tranquilizó y reflexionó sobre este maravilloso pensamiento. De repente comprendió por qué Jesucristo había venido. Años de duda e incredulidad se desvanecieron con la tormenta que pasaba. Cayó de rodillas en la nieve y rezó su primera oración.

Cuando Jesús nos anima a buscar y afirma que el que busca, encuentra, no está diciendo que encontraremos precisamente lo que esperamos. Una persona que considero espiritualmente honesta me decía que cada vez que le pide a Dios más fuerza, la respuesta divina es una situación más complicada que la anterior. Es una paradoja, pero al mismo tiempo una forma de decir: Conozco tu realidad; si te permito estar ahí es porque ya te he dado la fuerza que considero necesaria.

Como nos enseña la parábola del mercader de perlas, se trata de elegir entre varias posibilidades de hacer el bien, descubriendo la mejor opción, que se oculta a los ojos demasiado ocupados en llorar… o en mirar el mundo. Esta es la ley de la perfección, que está continuamente activa en nosotros. La elección entre el bien y el mal, por supuesto, la hacemos a menudo, pero no es la ley esencial que nos impulsa a buscar lo más perfecto. Si decidimos desobedecer esta ley, el primer fruto es la tristeza. Este es el caso de Herodes, que según muchos investigadores era depresivo y paranoico, y el Evangelio de hoy nos dice que al recibir la noticia del nacimiento de Jesús, se sintió muy turbado.

Es cierto que es importante buscar el sentido y el propósito de nuestra existencia, pero aunque no entendamos muchas cosas, podemos hacer como la Sagrada Familia, viviendo las virtudes domésticas, como nos recordó el Papa Francisco. Estas virtudes no se llaman domésticas sólo porque puedan ser vividas en el seno de la familia, sino porque están siempre a nuestro alcance: ternura, gratitud, servicio, afecto… Podemos buscar y encontrar esas ocasiones inmediatamente. Otros sueños o ambiciones espirituales y apostólicas pueden hacerse realidad de forma no inmediata, pero Dios no se esconde, sólo nos pide que hagamos como los Reyes Magos: ir más allá de nuestras obligaciones, más allá de las tareas que sabemos hacer bien y buscar la presencia de Dios donde no la buscan los fuertes, los poderosos o los sabios del mundo.

A menudo se dice que en los viajes importantes, el viaje es tan relevante como el destino. Y, de hecho, el día antes de que los Reyes Magos regresasen a su tierra natal, sucede algo muy significativo.

Dios les advierte en un sueño que no vuelvan a Jerusalén, sino que vayan por otro camino. Y este es un versículo muy importante porque nos muestra un par de cambios en la vida de estos Reyes Magos.

En primer lugar, la revelación de Dios se hace más personal para ellos. Viajan a Israel porque ven una estrella, tal vez leen algunos pergaminos. Pero ahora Dios les habla personalmente en un sueño.

En segundo lugar, obedecen la voz del Señor. Eso es notable porque su viaje de regreso será mucho más difícil y peligroso que el primero. No sólo implicará más kilometraje, sino también evitar a Herodes. Sin embargo, están dispuestos a obedecer la voz de Dios.

Su búsqueda ha cambiado la forma en que ven el mundo, cómo ven a Dios, cómo se ven a sí mismos. Su experiencia con este niño hará muy difícil seguir con una cultura supersticiosa de adoración de ídolos.

Representan a todos que han superado o superarán los límites que la cultura acepta, lo que define el dominio universal del único y verdadero Dios revelado en Jesús. Ese es el significado de su viaje. Y de nuevo, esto nos hace preguntarnos: ¿He escuchado realmente como los Reyes Magos más allá de los límites de mi propia cultura, mis hábitos, mi rutina diaria y bien organizada?