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Vive y transmite el Evangelio

Al bajar de la montaña

By 24 febrero, 2018No Comments

Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 25 -02- 2018 Segundo Domingo de Cuaresma, Roma. (Génesis 22:1-2.9a.10-13.15-18; Romanos 8:31b-34; Marcos 9:2-10.)

1.El poder de un toque. En Suecia, una mujer quedó inmovilizada debajo de un tranvía. Estaba seriamente herida y sangraba con profusión. Una multitud se congregó a su alrededor. Intentaron mover el tranvía, pero era demasiado pesado. No se podía hacer nada más que esperar a que llegara una grúa. Estaba sufriendo mucho. Perdía sangre rápidamente. De repente, un joven se separó de la multitud y se deslizó bajo el tranvía. Tomó la mano de la mujer y le dijo: Agarre mi mano con fuerza hasta que llegue la ayuda. Al sostener su mano, ella se tranquilizó. De ese modo, no entró en estado de shock. La pérdida de sangre se redujo. Finalmente, después de que fue liberada, dijo: Nunca imaginé que el toque de una mano podría significar tanto.

Existen muchas experiencias parecidas. Un ex-bombero contaba la experiencia que a menudo tenía en los incendios de viviendas. Hubo momentos en que llegaban al lugar y encontraban personas en estado grave, a menudo en estado de shock. Pero lo que descubrieron fue que si se sentaban en silencio junto a la víctima y la tocaban suavemente mientras hablaban con ella, la persona súbitamente se calmaba y se consolaba con ese simple toque.

La versión de Mateo del evangelio de hoy dice que Jesús vino y los tocó diciendo: Levántense y no teman. Pero también recordamos a Jesús cuando toca al leproso, o a la mujer con hemorragias que busca ser tocada por Jesús. Y compartimos al final de nuestro examen ascético-místico semanal el Toque Carismático. ¿Cuál es el significado espiritual de un toque? ¿Cuál es el toque de la gracia?

En primer lugar, simplicidad, sencillez. No necesitamos palabras o argumentos. No necesitamos meditar ni entender inmediatamente. Pero la impresión es clara: no soy el mismo; algo ha sucedido en mi vida en este mismo momento. Cuando se elogia una obra de arte por su sencillez, queremos decir que logra organizar una riqueza de significado y forma en una estructura general, de modo que define claramente el lugar y la función de cada detalle en el todo. Tal vez no sea fácil describir cómo, después de unos minutos, mi visión, mis deseos, mi punto de vista y mis intenciones no son los mismos; pero lo que está claro es la dirección que mi vida debe seguir ahora. Y tenemos que expresarlo en términos muy precisos, porque necesitamos visualizarlo y verbalizarlo y también necesitamos la ayuda y la oración de nuestros hermanos. Es muy parecido a un barco que se dispone a seguir un nuevo rumbo.

En segundo lugar, cercanía. Esencialmente, se trata del cumplimiento de la promesa de Jesús: Donde dos o más de ustedes estén reunidos en mi nombre, yo estaré allí. Este toque no es un cambio psicológico vago, como “me siento animado”, sino una conciencia renovada de su presencia y su participación activa en nuestras vidas.

Se cuenta que un niño estaba volando una cometa. La cometa estaba tan alta que había desaparecido en las nubes. Un hombre vino y preguntó: ¿Por qué te aferras a esa cuerda? El chico dijo: Tengo una cometa allá arriba. El hombre levantó la vista y dijo: No la veo. El niño respondió: Bueno, sé que está allí porque puedo sentir el tirón.

Esto es lo que el Espíritu de Dios hace por nosotros. Puede que no siempre veamos la evidencia de que somos hijos de Dios, pero sentiremos su tirón en nuestros corazones continuamente, que nos recuerda que le pertenecemos, al menos, que no podemos caminar solos.

Por supuesto, esta simplicidad y cercanía tienen el efecto inmediato de eliminar nuestro miedo, tal como le sucedió a Pedro, Santiago y Juan en la montaña. Nos encontramos listos para regresar al valle, a pesar de que no podemos entender completamente lo que significa levantarse de entre los muertos. Tememos a la muerte, el sufrimiento y el rechazo y, por lo tanto, nos auto-protegemos y hacemos lo que podemos para resguardar nuestros intereses. Estamos desesperados por ser aceptados y reconocidos, por lo que el pecado de vanidad y orgullo nos lleva a hacer cualquier cosa para ganar elogios. Estamos llamados a vencer el miedo a la muerte, que es la causa de todos los pecados: Todos los pecados surgen del temor a la muerte. El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley (1 Cor 15:56).

Esta es la experiencia de San Pablo en la segunda lectura de hoy: Hermanos y hermanas: Si Dios está con nosotros ¿quién puede estar contra nosotros? En la Transfiguración, Cristo no sólo manifiesta a sus discípulos que la cruz es Su futuro y el de ellos; también les muestra lo que hay al otro lado de la cruz: resurrección y nueva vida.

¿Necesitamos más? ¿Pedimos algún otro tipo de milagros, señales y prodigios?

¿Qué dice Jesús en la cruz a nuestro Padre? No le pide una explicación de cómo va a superar el horror de la crucifixión. Él simplemente dice: Pongo mi espíritu en tus manos. Estas palabras son una oración de toque. De hecho, esta forma de abnegación es la culminación de la oración, como podemos ver en nuestro examen ascético, el último punto de la oración ascética no es el Recogimiento o la Quietud, sino la Abnegación de mí mismo. En cierto sentido, la abnegación también significa no confiar en mis talentos, mis virtudes o capacidades, sino en el Espíritu del Evangelio, como nuestro Padre Fundador nos enseñó.

 2. Obediencia. He aquí la palabra tan temida por la gente moderna, tanto creyentes como incrédulos. No es fácil entender el valor de la obediencia en un mundo que promueve un individualismo radical y una tolerancia superficial y sin compromiso. Pero debemos recordar que nuestro Padre Fundador le dio a Pobreza, Castidad y Obediencia el nombre de tres grados de libertad.

Creo que esta metáfora del mundo de la Física es particularmente apropiada, porque los Consejos Evangélicos representan una nueva dimensión de nuestra libertad, algo que no puede ser comprendido a menos que aceptemos estos Consejos sin vacilación ni condición, siempre e inmediatamente. Esto es relevante porque, como todos sabemos, la libertad es el signo más visible y el sello de un verdadero estado de oración.

La primera lectura nos dice que Abraham va a ser probado. Notemos que cuando Dios le llama por su nombre, Abraham responde: Aquí me tienes. Estaba dispuesto a escuchar a Dios y ser movido a la acción. Dios prueba para confirmar y fortalecer. Esta prueba no tiene nada que ver con la tentación. A veces, la prueba suprema de nuestra fe será obedecer a Dios por encima de algo que hemos vivido y acariciado durante toda nuestra vida. A veces implicará algo que podría parecer absurdo y ridículo a todos los demás.

Sin embargo, lo más importante no es el hecho de lograr obedecer, sino la respuesta específica y genuina de Dios: Abraham hizo lo que Dios le requería y fue bendecido por su obediencia.

Cuando Abraham demostró que estaba dispuesto a seguir todo el camino en su obediencia a Dios, el Señor le dio una solución a su crisis; lo que entregas a Dios, Él lo reemplaza con algo mucho más valioso: Entonces Abraham levantó los ojos y miró, y he aquí, detrás de él, un carnero atrapado en las zarzas por sus cuernos; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Tú y yo tenemos experiencia, aunque limitada, de esta respuesta divina. Esencialmente, hemos otorgado fertilidad, nuevos frutos en nuestra humilde misión: todas las naciones te llamarán bienaventurado (Deut 28: 1).

Puede que su respuesta sea llevarme a dar un pequeño paso, para el que me sienta quizás algo escéptico, pero siempre que pongamos a Dios en primer lugar, nos llevará por caminos insospechados (esa frase es de un Hermano Marista del que fui alumno). Nos concederá deseos que están en nuestro corazón…y ni siquiera conocíamos y pondrá en nosotros sueños que no podemos concebir por nosotros mismos.

Ser obediente es complacer a la persona a la que obedecemos: Entonces, una voz del cielo dijo: “Este es mi Hijo amado, y me complazco con él” (Mt 3:17). Simplemente no podemos agradar a Dios más que obedeciéndole pronta y diligentemente en cada detalle. Seamos cuidadosos; nos juzguemos la voluntad de Dios despreciando las pequeñas cosas que me pide hacer en cada instante: no hagas esa llamada de teléfono; saluda a esa persona; levántate a servir en la mesa, aunque no es tu turno,….

No somos obedientes a las leyes de Dios porque hemos separado estas leyes de la persona de Dios. De esa manera, las leyes se vuelven un ente aislado, con existencia propia, alejadas de la vida, duras y pesadas. De hecho, frente a los demás, parece que estamos sirviendo, pero en verdad, estamos viviendo exactamente lo opuesto a lo que predicamos. Hablamos de ser obedientes a Dios y a los superiores, pero no conocemos otra autoridad que nosotros mismos.

Cristo guarda una perfecta unidad con el Padre. Tal unidad se establece sobre la base de su perfecta obediencia; su comida y bebida es obedecer la voluntad de Dios y hacer lo que agrada a su Padre y a nuestro Padre. Sí; vivió su filiación en obediencia al Padre: Y aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb 5: 8-9).