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Vive y transmite el Evangelio

Y los ángeles le servían

By 15 febrero, 2018febrero 16th, 2018No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario al Evangelio del 18 -02- 2018 Primer Domingo de Cuaresma, Roma. (Génesis 9:8-15; 1Pedro 3:18-22; Marcos 1:12-15).

  1. Cristo fue llevado por el Espíritu Santo al desierto. ¿Olvidamos que el Espíritu Santo tenía una razón para hacer lo que estaba haciendo? Esto no fue simplemente un obstáculo más en el camino. El diablo no tenía ninguna oportunidad de triunfar y Jesús no necesitaba conocerse mejor a sí mismo, ni poner a prueba su fortaleza y fidelidad. Pero tenía que enseñarnos dos cosas importantes:

1) Quienes somos. Jesús es verdadero hombre y por eso, necesariamente tenía que ser tentado, de la misma manera que tuvo que llorar, sonreír, trabajar y descansar. Esto fue expuesto magistralmente por San Agustín: Al diablo sólo se le permite tentarnos mientras sea provechoso para nuestro ejercicio y fortalecimiento, y para que cada uno de nosotros, que no nos conocemos, pueda descubrir quién es. El evangelio de San Marcos no da una descripción muy detallada de las tentaciones de Cristo, pero es suficiente para que comprendamos que estas situaciones, estas tentaciones, suceden realmente. La conclusión es simple: Jesús venció, por tanto, yo también puedo vencer. Dios nos invita a examinar las tentaciones particulares con las que nos enfrentamos en nuestra propia vida. Y tenemos una experiencia muy positiva de esto en nuestra Lección Didáctica, donde aprendemos del poder de la oración sobre la tentación, cuyo fruto se puede resumir en una palabra: libertad.

2) No estamos solos. En una cultura materialista y secularizada, es difícil hablar de la existencia de los ángeles. Esto puede sonar como algo supersticioso. Tendemos a minimizar la importancia y el papel de los ángeles, pensando implícitamente que su papel fue relevante sólo en algunos momentos del plan de salvación divino; todos recordamos a Gabriel, Miguel y Rafael, o los ejemplos dados por San Juan Pablo II (6 Ago. 1986): El ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Act 5, 18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (cf. Act 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Act 10, 3-8; 11, 12-13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Act 8, 26-29).

Comparemos dos aspectos del dogma católico: ¿Estamos dispuestos a creer en la existencia del diablo, la importancia dramática de sus trampas y tentaciones y al mismo tiempo olvidamos, o como mucho creemos en los ángeles porque es obligatorio? Eso no sería lógico ni de mucha utilidad en nuestra vida espiritual…

Por lo tanto, permítanme ahora hacer una pregunta delicada: ¿Tenemos nosotros (tú y yo) experiencia personal de los ángeles? Por supuesto, no me refiero a apariciones o experiencias cercanas a la muerte. Tal vez pensamos que algunas experiencias de nuestra vida espiritual podrían explicarse de una manera diferente y alternativa, por ejemplo, psicológicamente, o por alguna coincidencia casual (algún juego de probabilidades). No tendría sentido pensar que el diablo acecha día y noche… y los ángeles sólo trabajan ocasionalmente.

La verdad es que los ángeles tienen una personalidad definida que se manifiesta en sus acciones como mensajeros y protectores. Realizan estas dos misiones en nombre de Dios y su carácter se hace evidente en su intención: sus mensajes y su protección están orientados a guiarnos hacia Dios. Participan en la obra del Espíritu Santo en nosotros, atrayendo nuestra atención y nuestra voluntad. Los ángeles atraen constantemente nuestra atención hacia algunos signos, que sirven para empujarnos en la dirección correcta. Su orientación es sutil porque nos conocen bien e interactúan en consecuencia. En las expresivas palabras del Papa Francisco: Nuestro ángel guardián es un amigo que no podemos ver, pero podemos oír…

Sí; tal vez podríamos hablar de signos angélicos, que tocan continuamente las cuerdas de nuestra sensibilidad más profunda en sus dimensión emocional, estética y racional, contribuyendo así al Recogimiento y la Quietud que nos concede el Espíritu Santo. Por supuesto, hay casos en que los ángeles juegan con el azar y la probabilidad, pero recordemos que esto NO es la regla general.

He aquí una historia bien conocida contada por el Padre Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia: Una persona dio este testimonio en un programa de televisión. Era un alcohólico en la etapa final; no podía pasar más de dos horas sin beber. Su familia estaba al borde de la desesperación. Lo invitaron con su esposa a una reunión sobre la palabra de Dios. Alguien leyó un pasaje de las Escrituras. Un verso lo atravesó como una llama ardiente y se sintió curado. Después de eso, cada vez que se sentía tentado a beber, acudía a la Biblia, la leía y sentía que la fuerza regresaba a él hasta que se curó completamente. Cuando se le pidió decir cuál era ese versículo que le cambió, su voz se quebró de emoción. Era del Cantar de los Cantares: Tu amor es más delicioso que el vino. Estas simples palabras, aparentemente sin relación con su vida, lograron el milagro.

  1. ¿Qué entendemos por arrepentimiento? La Cuaresma es la época del arrepentimiento y la renovación. Se ha cumplido el tiempo. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean en la Buena nueva! ¿Vamos a llevar a cabo ahora una exégesis o etimología de la palabra arrepentimiento? Probablemente sea mucho mejor ser fiel a la forma en que Cristo mismo y los santos lo han entendido asiduamente.

* En primer lugar, según las palabras de San Pedro, el arrepentimiento significa la petición a Dios de una buena conciencia. El arrepentimiento cristiano no consiste tanto en apartarse de lo que estamos haciendo como en volver a nosotros mismos para poder ser fieles a lo que somos. Además, no solo es un esfuerzo y una determinación para cambiar, y no solo un arrepentimiento, aunque estos elementos están siempre presentes, pero nuestra experiencia muestra que el arrepentimiento y la resolución no son duraderos. Si este componente, si esta petición falta un solo día, más pronto que tarde, prevalecerá nuestra naturaleza pecaminosa. El autoengaño, de miles de maneras, intentará nublar nuestra conciencia.

* En segundo lugar, Cristo, como verdadero hombre, nos dice con su ejemplo que tenemos que hacer un esfuerzo para arrepentirnos, representado por no poner en acto nuestras pasiones, ni nuestros talentos, ya sea con buenas o malas intenciones, sino sólo para obedecer explícitamente a la voluntad de Dios. Esta fue la severa respuesta de Jesús al diablo. Esto es el verdadero ayuno. Tenemos que hacer la parte que nos corresponde: Dios ha prometido perdón al que se arrepiente, pero no ha prometido arrepentimiento al que peca (San Anselmo). Baldwin de Canterbury sintetizó correctamente las dos observaciones anteriores: Nadie puede poner a prueba los espíritus (lo que hay en el corazón) para ver si son de Dios, a menos que Dios le haya dado discernimiento de espíritus para que pueda investigar pensamientos espirituales, inclinaciones e intenciones con un juicio honesto y verdadero. El discernimiento es la madre de todas las virtudes; todos lo necesitan ya sea para guiar la vida de otros o para dirigir y reformar su propia vida. Esto es entonces el verdadero discernimiento, una combinación de pensamiento correcto y buena intención.

* En tercer lugar, el arrepentimiento no es un abstracto. ¿Cuáles son los comportamientos y actitudes que sé que necesito evitar o cultivar? Una condición para el arrepentimiento es estar convencido de que algo está mal en nuestro corazón, para así identificar con precisión y determinar de lo que necesito arrepentirme. Particularmente, tengo que alejarme de esas circunstancias, a menudo llamadas ocasiones de pecado, que conozco bien por experiencia. Un ejemplo típico en la vida religiosa o familiar: No es suficiente decir: Soy individualista. Por el contrario, la próxima vez que salgas de casa, despídete, diciendo “Adiós” a tus hermanos.

* En cuarto lugar, si admito la posibilidad de un aplazamiento en el cambio de mi comportamiento, esto ya representa un camino seguro hacia el fracaso. Un hombre fue a casa de un amigo y le dijo: ¿Reconoces ese viejo reloj? Sí, respondió su amigo. Esas son mis iniciales; es mi reloj Lo perdí hace ocho años. ¿Cómo lo conseguiste y cuánto tiempo lo has tenido? Te lo robé, respondió. ¿Qué te hizo devolverlo ahora? Me convertí anoche, fue la respuesta, y lo traje a primera hora esta mañana. Si hubieras estado despierto, te lo habría entregado anoche. El arrepentimiento produce cambios inmediatos en nuestra vida. Siempre que sea posible, el arrepentimiento lleva a una restitución, a hacer las paces, a reparar daños. Este fue el espíritu que tuvo Zaqueo, el recaudador de impuestos, cuando le dijo a Jesús: Si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado. (Lc 19: 8).

Permítanme concluir con unas sabias palabras del Beato Papa Pablo VI (15 NOV 1972), para ayudarnos a recordar que el Mal tampoco es una idea abstracta: Nos encontramos frente al pecado, que es perversión de la libertad humana, y causa profunda de la muerte, porque es separación de Dios, la fuente de la vida (Rm 5, 12); y además, a su vez, ocasión y efecto de una intervención en nosotros y en el mundo de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es solamente una deficiencia, sino una fuerza activa, un ser vivo, espiritual, pervertido y perversor. Es una terrible realidad, misteriosa y pavorosa