
Dos ciudades, dos momentos distintos, una misma experiencia profunda de fe, amistad y unidad: así se vivieron los recientes encuentros internacionales en Varsovia (Polonia) y Praga (República Checa). Jóvenes de diversos países y culturas compartieron días intensos marcados por la apertura, la búsqueda de Dios y la alegría de una fraternidad que supera toda frontera.
VARSOVIA: EL AMOR MÁS ALLÁ DEL DOLOR
“Un fin de semana lleno de amor”, “una vivencia de fe compartida”, “una comunidad que acoge de verdad”: así resumieron los participantes el encuentro de intercambio entre estudiantes polacos y alemanes vivido en Varsovia, junto con Misioneros Identes de Alemania y Polonia del 9 al 11 de mayo. Desde el viaje compartido desde Alemania hasta la acogida en el alojamiento universitario ARKA, se respiraba sencillez, confianza y cercanía.
Las visitas al Museo del Levantamiento de Varsovia y al museo del beato Jerzy Popiełuszko ofrecieron momentos de contemplación profunda. El lema del beato, “Vencer el mal con el bien”, resonó como un llamado personal y comunitario. La noche continuó con testimonios misioneros, música y una convivencia espontánea y viva. El encuentro se concluyó con un recorrido por el casco antiguo, la Misa en la iglesia de Santa Ana y un espacio de expresión personal donde muchos compartieron su gratitud y su deseo de seguir creciendo en la fe.
PRAGA: UN SOLO CORAZÓN EN MIL LENGUAS
Unas semanas más tarde, un Motus Christi en Praga reunió a jóvenes de Alemania, República Checa, Eslovaquia, Turquía, India, Ucrania, Colombia, España y Polonia, con presencia católica, ortodoxa e hindú.
Lo que podría haber sido una barrera —el idioma, la religión, la cultura— se transformó en riqueza. La paz, la apertura y la amistad fueron las notas dominantes.
Reflexiones, oración, poesía, salidas culturales, visitas al Niño Jesús de Praga y a barrios históricos. Todas las actividades estuvieron centradas en temas como “María y el Niño Jesús”, “La creación poética”, “La concepción mística de la antropología” o “La actuación del Espíritu Santo”, en sintonía con Pentecostés.
Se compartieron comidas, paseos por el bosque, y se vivió la Eucaristía del sábado, así como la participación en la Misa dominical con niños en la parroquia local, lo que fortaleció el vínculo con la Iglesia local.
En el toque carismático, los participantes expresaron lo que se llevaban de este fin de semana: paz, apertura a la fe, superación de prejuicios, deseo de continuar. Uno de los participantes lo resumió así: “Apreciar lo verdaderamente importante, sin caer en estrés o en la rigidez de la organización”.
DOS ENCUENTROS, UNA MISMA CERTEZA
Varsovia y Praga han sido, cada una con su rostro particular, una experiencia de gracia, de comunión y de camino compartido hacia Cristo. Las huellas que dejan no son las de un simple evento, sino las de un estilo de vida que se quiere continuar. Como se expresó en Varsovia, la comunidad fue “una que acoge de verdad”; como se vivió en Praga, la diversidad fue superada por algo más fuerte: la mirada común hacia Dios y la certeza de que la fe puede unir incluso lo aparentemente irreconciliable.