Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario del P. Luis Casasús al Evangelio del 18-6-2017, Corpus Christi (Deuteronomio 8:2-3.14b-16a; 1Corintios 10:16-17; Juan 6:51-58)
En los negocios, en la vida familiar o en la diplomacia, los interlocutores se comunican intercambiando ciertos signos. La comunicación es, así, el motor de la colaboración. Consiste en un intercambio de información entre los participantes.
Hay muchas clases de signos y señales, como las de tráfico, las de los árbitros, entrenadores, señales entre amigos o entre esposos, por las cuales se transmiten mensajes de cariño. La Eucaristía es, entre otras cosas, un signo claro y poderoso:
La vida cristiana se manifiesta en el cumplimiento del principal mandamiento, es decir, en el amor a Dios y al prójimo; este amor encuentra su fuente precisamente en el Santísimo Sacramento, llamado generalmente Sacramento del amor (Juan Pablo II, Dominicae Cenae).
En los años 1980’s en Tenerife un grupo de hermanas y hermanos trabajábamos en la Juventud Idente en varios ámbitos: Universidad, enseñanza secundaria… y también jóvenes varones adolescentes de riesgo. Una vez, uno de estos jóvenes que vivía en un Centro de Custodia Juvenil fue confinado en su habitación por varios días, tras haber atacado y herido con un tenedor a un empleado del Centro.
Tuvimos ocasión de explicar el caso a nuestro padre Fundador. Inmediatamente, sacó de su bolsillo su pluma de oro y dijo: Mañana se la regalan de mi parte. Pedimos permiso para visitar al joven en su habitación e hicimos como nos dijo nuestro Fundador. Al recibir la pluma, se conmovió y lloró. Dijo sollozando: Es el primer regalo que recibo en mi vida.
No creo que el valor de la pluma fuera decisivo, pero dos cosas son ciertas: fue una decisión realmente inspirada y el signo tuvo un profundo efecto en la vida del adolescente.
Un regalo es un signo de amor. Eso es lo que lo hace significativo y precioso, más allá de su valor comercial. Cuanto mayor es el amor, más precioso es el regalo, incluso si el objeto elegido para expresarlo no sea proporcional a la intensidad del amor que representa.
En última instancia, tiene que representar el deseo del donante de darse totalmente a quien lo recibe. Eso es por lo que todos los regalos se quedan cortos en significar lo que deseamos al entregarlos. Todos, excepto la Eucaristía. La eucaristía es precisamente lo que significa: La entrega total de Cristo a nosotros, en divinidad y humanidad, a pesar de la modestia de los elementos materiales que se usan para transmitirlo.
En la jerga de la Teoría de la Información, se dice que el éxito de la comunicación depende del grado en que se comparte un sistema de normas. Así, un signo puede ser interpretado sin problemas por cada una de las partes. Esto es también así entre Dios y nosotros; Cristo fue enormemente claro: Hagan esto en memoria mía. En otras palabras, Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que El venga (1 Co 11:26).
Por otro lado, al recibir la Eucaristía con fe, nosotros damos un signo a Cristo, el de aceptar la Nueva alianza través de la cual nuestros pecados quedan perdonados y recibimos la vida eterna. El signo que Él pidió.
Como afirma Juan Pablo II: Desde que en Pentecostés el pueblo de la nueva Alianza empezó su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza. Sí; nuestra vida, como la del pueblo de Israel, es una peregrinación. Esa peregrinación es sobre todo escuela de amor; aprendemos a amar como Dios mismo. Esto fue lo que Moisés dijo al pueblo: Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. La primera asignatura de este aprendizaje es ser conscientes de nuestras limitaciones y esto se aprende a través del sufrimiento y la purificación. Así nos damos cuenta de que nada somos sin Él, aunque tengamos muchos éxitos en la vida: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, como hemos oído en la primera lectura de hoy.
¿Cómo puede ser la Eucaristía pan para nuestro viaje?
* La Eucaristía, que es el memorial de su Pasión, muerte y Resurrección, es por tanto el medio por el que se nos recuerda el amor y misericordia de Dios hacia nosotros. No caminamos solos.
* Pero su presencia no es simplemente estática. Es dinámica y cuando le recibimos nos hacemos semejantes a Él, nos asume. En nuestra pequeñez, somos transformados en Él. Y esto no es un simple sueño. Al tomar la hostia con dos dedos, he pensado: Qué pequeño se ha hecho Jesús para mostrarnos que no espera cosas grandes de nosotros, sino cosas pequeñas con un amor grande (Madre Teresa).
* Recibiéndole en la Palabra y en la comunión, nos hacemos hermanos y hermanas en Cristo. La Eucaristía trae unidad entre nosotros. Es lo que la segunda lectura nos recuerda: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo? Puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan (1Co 10: 16-17).
Nuestra adoración comunitaria en la Misa debe ir acompañada de nuestra adoración personal de Cristo en la adoración eucarística, a fin de que nuestro amor sea completo (Juan Pablo II). Esto concuerda con el deseo de nuestro padre Fundador de que hagamos nuestra oración ante Cristo Sacramentado.
La palabra “Eucaristía” significa literalmente “acción de gracias”. Celebrar la eucaristía y vivir una vida eucarística son asuntos basados en la gratitud. La Misa es el sacrificio de alabanza y acción de gracias a Dios por la salvación lograda por Cristo.
En los días pasados, leímos en la Misa el Libro de Tobías. Podemos aprender mucho de él y en especial cómo permanecer fieles y agradecidos a Dios en todos los momentos, incluso cuando la tragedia nos golpea:
Bendice en todo momento al Señor Dios y pídele que tus caminos sean rectos y tus proyectos favorables, porque no todas las naciones tienen la verdadera sabiduría. Es el Señor el que da todos los bienes y, si quiere, humilla hasta lo profundo del infierno. Recuerda, hijo, todos estos mandatos y no permitas que se borren de tu corazón (Tobías 4:19).
Si somos realmente pacientes, conseguiremos dar gracias a Dios continuamente, por la victoria sobre el mal y los enemigos: Recuerden que el Espíritu Santo dijo lo siguiente a través de David: “Dios le dijo a mi Señor el Mesías: Siéntate a la derecha de mi trono, hasta que yo derrote a tus enemigos” (Mc 12: 36).
Desgraciadamente, algunas veces no centramos nuestra oración en la alabanza y la acción de gracias. Nuestra relación con Dios es algo utilitaria. Él no parece alguien de confianza, sino sólo un proveedor de lo que necesitamos. Entonces, nuestra relación es un monólogo en el que pedimos esto o aquello. Es siempre centrada en nosotros. El centro no es alabar y glorificar a Dios… sino a nosotros mismos. No hay intimidad y encuentro auténtico con Él. Recordemos: La Súplica y la Acción de Gracias son aspectos complementarios de la oración.
Un pequeño recordatorio de la doctrina de la Iglesia: El Concilio Vaticano II nos dice que la Santísima eucaristía es la fuente y cumbre de toda la vida cristiana (Lumen Gentium). Como la vida cristiana es esencialmente vida espiritual, podemos decir también que la Eucaristía es la “Fuente y cumbre de la espiritualidad Cristiana”.
Además de ser la “fuente” de la espiritualidad cristiana, porque es la “fuente” de la gracia, la Eucaristía también nos ayuda a crecer en las virtudes de fe, esperanza y caridad. Estas virtudes son esenciales a la vida espiritual, porque Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad (CIC, 1812).
El meditar y hacer nuestras estas grandes verdades de la Eucaristía en la vida cristiana iluminará nuestro camino espiritual y nos dará más razones para amar la eucaristía y de ese modo, llevarnos más cerca de Dios y de los demás en Cristo.
En la multiplicación de los panes, Cristo nos dio un signo milagroso, como figura del mayor misterio de amor, que se renueva cada día en la santa Misa. El debilitamiento de la fe en la presencia real de Cristo Resucitado en la Eucaristía es uno de los aspectos más significativos de la crisis espiritual actual. Es por eso que, de vez en cuando, en la historia de la Iglesia, Dios nos da ciertos signos, los milagros eucarísticos, que señalan que Él está verdaderamente presente en la Eucaristía.
El milagro eucarístico más reciente que las autoridades de la Iglesia han reconocido ocurrió en 1996 en Buenos Aires, la capital de Argentina. El 18 de agosto el P. Alejandro Pezet estaba celebrando misa. Cuando acababa de distribuir la comunión, una señora se le acercó y le dijo que había encontrado una hostia abandonada en la parte de atrás de la iglesia. El P. Alejandro vio la hostia profanada y, como no podía consumirla, la puso en un recipiente de agua y la dejó en el sagrario de la capilla del Santísimo Sacramento.
El lunes 26 de agosto, al abrir el sagrario, vio con asombro que la hostia se había convertido en una sustancia ensangrentada. Informó al Cardenal Jorge Bergoglio (el actual Papa Francisco) quien dio instrucciones para que la hostia fuera fotografiada profesionalmente. Las fotos mostraban claramente que la hostia se había convertido en un fragmento de carne ensangrentada y había aumentado visiblemente de tamaño. Por varios años, la hostia permaneció en el sagrario y el asunto se mantuvo en estricto secreto. Como la hostia no sufrió ninguna descomposición visible, el Cardenal Bergoglio decidió que se analizase científicamente.
En 1999, se envió a Nueva York una muestra del material ensangrentado para ser analizado. Para no tener prejuicios, no se informó al equipo de científicos sobre el origen del material.
Uno de ellos, era el Dr. Frederic Zugibe, cardiólogo y patólogo forense bien conocido. Determinó que la sustancia analizada era carne y sangre auténticas, y que contenía ADN humano. El Dr. Zugibe testificó que el material analizado es un fragmento del músculo cardiaco, de la pared del ventrículo izquierdo, cercano a las válvulas. Este músculo tiene como función la contracción del corazón y bombea sangre a todas las partes del cuerpo. El músculo cardíaco está en condición de inflamación y contiene un gran número de glóbulos blancos.
Esto indica que el corazón estaba vivo en el momento de tomar la muestra. Mi opinión es que el corazón estaba vivo, pues los glóbulos blancos mueren fuera de un organismo vivo. Necesitan un organismo vivo que las conserve. Por eso, su presencia indica que el corazón estaba vivo al tomar la muestra.
Es más, esos glóbulos han penetrado el tejido, lo que indica que el corazón ha estado en un estrés severo, como si su dueño hubiera sido golpeado violentamente en el pecho.
Cuando le preguntaron al Dr. Zugibe cuánto tiempo habrían vivido los glóbulos blancos si proviniesen de un tejido humano mantenido en agua, contestó que habrían muerto en unos minutos. Entonces fue informado del origen de la muestra, cómo había sido guardada en agua ordinaria por un mes y luego tres años en un recipiente con agua destilada y después se tomó la muestra para ser analizada. El Dr. Zugibe no pudo explicar este hecho.
No hay forma de explicarlo científicamente, afirmó. Sólo entonces se le informó que la muestra analizada provenía de una hostia consagrada (pan blanco ázimo),que se había transformado misteriosamente en carne humana ensangrentada. Asombrado por esta información, el Dr. Zugibe contestó: Cómo y por qué una hostia consagrada cambia su naturaleza y se transforma en carne y sangre humanas es un misterio inexplicable para la ciencia, un misterio completamente fuera de su competencia.
Parra los que tienen fe y creen, no hace falta ninguna explicación; pero para los que no creen, ninguna explicación es posible.
Permitan que concluya esta reflexión con un testimonio conmovedor de la espiritualidad eucarística de nuestro padre Fundador: La Guerra Civil Española le precipitó de una infancia feliz a los sufrimientos de su juventud; fue obligado a vivir bajo los bombardeos y a ser testigo de las matanzas fratricidas. Precisamente, en el día de su Primera Comunión, casi muere por confesar su fe católica. Me acusaron de ser católico al verme con el traje de Primera Comunión y me insistieron para que renunciase a mi fe. Categóricamente me opuse a ello y me pusieron contra una pared para fusilarme. Providencialmente, cambiaron de opinión y en el último minuto le dejaron marchar.