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Vive y transmite el Evangelio

¿Podemos sufrir por los demás?

By 7 abril, 2017abril 9th, 2017No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
Comentario del P. Luis Casasús al Evangelio del 9 -4-2017, Domingo de Ramos (Libro de Isaias 50:4-7; Filipenses 2:6-11; San Mateo 26:14-75; 27:1-66).

Cuando leemos en el Evangelio de hoy: Esta es mi sangre de la nueva alianza, que será vertida por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados, quizás no somos capaces de comprender todo el alcance de estas palabras.

  1. Como al buen ladrón, se nos garantiza que disfrutaremos eternamente de la compañía de Cristo en el Paraíso. Cristo murió por mí, personalmente, para que tenga vida eterna.
  1. Pero aún nos quedan años, días o quizás horas de vida en este mundo. Y el perdón de los pecados significa ser liberado de mi condición de esclavitud, en la cual no puedo dar fruto ni encontrar sentido a mi vida. De hecho, en la Epístola a los Filipenses, se nos dice que Jesús se vació de sí mismo, tomando la forma de un esclavo, tomando forma humana para salvarme de mi sufrimiento y de mi pecado.

¿Por qué decimos que la Cruz es una gracia? Porque tú y yo tenemos la oportunidad de ofrecer cualquier cosa que suceda en nuestra vida. Atención: estamos hablando de la oportunidad de ofrecer algo ¡no simplemente de soportar! Esto significa que podemos estar seguros que Dios aprovechará cada uno de mis esfuerzos, todas mis lágrimas y especialmente toda mi impotencia.

Hay ciertas cosas que podemos hacer por nuestros semejantes, pero eso es una pequeña parte de nuestra aspiración, un pequeño porcentaje de nuestros deseos generosos:

  • ¿Te gustaría poder detener todas las guerras del mundo?
  • ¿Te gustaría ver la curación de una persona que amas de verdad, después de orar por ella?
  • ¿Te gustaría ver la conversión de una persona por la cual estás orando?
  • ¿Te gustaría tener una respuesta al porqué del dolor y sufrimiento humano?

Tener esta conciencia cambia completamente la forma en que vemos el mundo y a nuestro prójimo; sí, estamos literalmente en manos de Dios y Cristo está intentando continuamente abrir nuestros corazones de manera que podamos recibir el don de la cruz.

Nuestra cruz no es una cruz abstracta, sino muy concreta. Mirando con atención a nuestras experiencias, comprendemos que la verdadera cruz es nuestra naturaleza caída, el deseo de pecar que mora en nosotros, como resultado del pecado original que separa la humanidad de Dios. Como nuestro fundador decía, nuestra cruz es…nuestra alma.

Por eso, nuestro ofrecimiento a Dios debe ser también concreto. Por ejemplo, cuando el sacerdote dice en la misa: Oren, hermanos, para que mi sacrificio y el de ustedes sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso. La pregunta es: ¿De verdad estamos haciendo un sacrificio de algo?

Tomar la cruz significa una elección, sacrificar nuestras vidas en beneficio de los demás. Esto es un regalo, una oportunidad reservada a quienes creen que el Espíritu Santo, enviado por nuestro Padre Celestial e implorado por Cristo, es el dador de vida.

Para encontrar la fuerza para llevar la cruz, debo preguntarme si lo que hago satisface a Dios. ¿Daré gloria a Dios con esta acción? ¿Es lo que Él desea que haga? ¿Es su voluntad, su deseo y su plan?  Esta oración de súplica era en Jesús más fuerte que su cansancio: ¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? 

Una vez que somos conscientes de que todo lo que hacemos está verdaderamente de acuerdo con la voluntad del Padre, entonces tenemos asegurada la victoria final. Como escuchamos en la primera lectura: El Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

De igual modo, la Pasión no terminó en tragedia, sino en Gloria. La cruz sin resurrección es una tragedia. Por otra parte, la resurrección sin la cruz es una ilusión.

Hoy, por un lado, vemos a Cristo sublime y glorioso y, por el otro, humillado y sufriente. En su procesión, recibe honores reales y en la Pasión será torturado como un criminal. No hemos de sorprendernos por ello  ni perder la perspectiva cuando estamos sufriendo. El tono alegre de la festividad de hoy y de muchas alegrías diarias queda pronto empañado por la sombra de la cruz.

El Papa Francisco dijo en una homilía: Tampoco [queremos] una Iglesia que reniegue de sus mártires, porque no sabe que los mártires son necesarios a la Iglesia para el camino de la cruz. Una Iglesia que solo piensa en los triunfos, en los éxitos, que no sabe aquella regla de Jesús: la regla del triunfo a través del fracaso, el fracaso humano, el fracaso de la Cruz. Y esta es una tentación que todos tenemos (29 de Mayo, 2013).

El abrazar la cruz nos hace verdaderamente libres para Dios: la verdadera libertad es cuando sufrimos por los demás con amor incondicional; esto es un don, una gracia. Un amor sufriente tiene un poder que ningún otro amor posee.

Nosotros debemos unirnos a Cristo cuando dice: Esta es mi vida, esta es mi sangre entregada y vertida por ustedes. Si de verdad amamos a Cristo, hemos de estar listos para tomar nuestra propia cruz de cada día y seguirle.

Quisiera concluir con las palabras del Papa Francisco del mismo día: Recuerdo que una vez, que estaba en un momento oscuro de mi vida espiritual y le pedía una gracia al Señor. Luego me fui a predicar los ejercicios a unas religiosas y el último día se confiesan. Y vino a confesarse una monja anciana, con más de ochenta años, pero con los ojos claros y brillantes: era una mujer de Dios. Al final vi en ella a una mujer de Dios, a la que le dije: «Hermana, como penitencia, ore por mí, porque necesito una gracia. Si usted se lo pide al Señor, me la concederá con toda seguridad». Se detuvo un momento, como si orara, y me dijo: «Claro que el Señor le dará la gracia, pero no se engañe: lo hará a su divina manera».