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Vive y transmite el Evangelio

Oración Apostólica

By 24 junio, 2018No Comments
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Por el P. Luis Casasús, Superior General de los Misioneros Identes
New York, Comentario al Evangelio del 24 Junio, 2018.
XII Domingo del Tiempo Ordinario (Isaías 49:1-6; Hechos de los Apóstoles 13:22-26; Lucas 1:57-66.80.)

¿Qué llegará a ser este niño?
Los vecinos y parientes de Zacarías e Isabel se hacían esta pregunta porque guardaban en sus corazones lo que estaban viendo. Y la primera conclusión fue que, seguramente, que la mano del Señor estaba con él.
Algunos de los signos en la vida del niño recién nacido eran más obvios que otros:
* El nacimiento de Juan fue una bendición especial para sus padres, que ya tenían muchos años y no tenían hijos.
* Antes de que naciera, fue visitado por Jesús, en el vientre de María. Y Juan saltó de alegría.
* Su nombre era claramente una profecía. Como escuchamos en la primera lectura: El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre me dio mi nombre. Juan significa el Señor es misericordioso, y Dios no sólo fue misericordioso con Zacarías e Isabel al darles a Juan, sino que también se mostró misericordioso con el mundo, preparando el camino para nuestra completa redención. La lengua de Zacarías fue liberada de su mutismo y pudo entonces comprender que su hijo tenía una misión que cumplir.
Esto es lo que podemos aprender de Zacarías: recibimos en oración la respuesta a nuestra pregunta sobre qué hacer para acercar a nuestro prójimo a Dios. Nosotros también debemos aprender que nuestros hijos, todas y cada una de las personas tienen una misión que cumplir. De lo contrario, podrían preguntarnos, como Juan el Bautista en la segunda lectura: ¿Quién crees que soy? ¿A quién creemos que vemos? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Dudamos de que la mano del Señor esté con ellos?
Tenemos que preguntar continuamente en nuestra oración: ¿Qué llegará a ser este hermano? Y luego dar con nuestras vidas el testimonio adecuado, si es necesario con palabras, como dijo San Francisco.
Una de las principales dificultades en nuestros tiempos es que los jóvenes de hoy tienen pocos modelos que les den la fuerza para permanecer fieles en las relaciones, tanto con otras personas como con Dios. Por lo tanto, la oración apostólica es el instrumento necesario para encontrar cómo dar ejemplo convincente de algo diferente; aunque no entiendan completamente el mensaje de Jesús, necesitan verlo encarnado en nuestras vidas y en nuestra actitud, ver el Evangelio vivido.
Así dice nuestro Padre Fundador:
Contemplar es ofrendarse y así ha de entenderse el estado de oración en el Instituto, la oración apostólica. Por eso, he puesto yo no sólo el título de oración, sino de oración apostólica, porque lo apostólico tiene que brotar de la oración (30 de julio de 1961).
De modo semejante, para San Francisco Asís, la contemplación es mirar atentamente a Cristo y abrazarlo, con el deseo de imitarlo. En la novela de Aleksandr Solzhenitsyn Un día en la vida de Iván Denísovich, Iván soporta todos los horrores de un campo de prisioneros soviético. Un día estaba rezando con los ojos cerrados cuando un compañero preso se dio cuenta y dijo con ironía: Las oraciones no te ayudarán a salir antes de aquí. Al abrir los ojos, Iván responde: No oro para salir de prisión, sino para hacer la voluntad de Dios. El apóstol pregunta cada día en el desierto de su oración en silencio: Padre ¿cómo puedo saber el camino? Como dice hoy el texto del Evangelio: Juan el Bautista vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.
Como todos recordamos, cuando el profeta Elías escapó a una cueva en la montaña, fue porque tenía miedo. Sabía que los hombres de la reina Jezabel lo estaban buscando y quería que Dios se presentara de forma avasalladora, como viento fuerte, terremoto o fuego. Quería que Dios lo ayudara a hacer algunas cosas específicas para ayudar a los demás. Pero la respuesta de Dios fue inesperada y precisa: Ve, regresa en tu camino al desierto de Damasco; y cuando llegues, ungirás a Hazael para que sea rey de Siria; y a Jehú, hijo de Nimsi, lo ungirás para que sea rey de Israel. y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-mehola, lo ungirás para que sea profeta en tu lugar. Definitivamente, Elías esperaba que sucediera algo y, llegado el momento, fue obediente contra sus expectativas más generosas. Después de su tiempo de oración profunda, pudo enseñar a otros su camino espiritual.
A veces, esa enseñanza es larga y dolorosa. Inicialmente, cuando Elías habló a Eliseo, el joven dudaba sobre su elección.
En otro caso, mencionado en los Hechos de los Apóstoles, vemos cómo Dios dio a Juan Marcos una segunda oportunidad. Fue llamado por Pablo y Bernabé para viajar con ellos en el primer viaje misionero, pero poco después que comenzara el viaje, regresó. Cuando se estaba planificando el segundo viaje, Bernabé quería dar a Juan Marcos otra oportunidad, a lo que Pablo se negó. Bernabé terminó separándose de Pablo y llevando a Juan Marcos con él. Pablo admitió más tarde que Juan Marcos le fue provechoso para el ministerio.
Ante los ojos de Dios, realmente importamos. Nuestros errores, nuestros esfuerzos, nuestros sueños, nuestras dudas y nuestra esperanza:
Una tarde de diciembre. Un grupo de padres está en el vestíbulo de una escuela de párvulos esperando para recoger a sus hijos después de la última sesión de la clase prenavideña. Los niños salen corriendo de sus taquillas, cada uno llevando en sus manos la “sorpresa”, un paquete bien envuelto en el que han estado trabajando durante semanas.
Uno de ellos, tratando de correr, ponerse el abrigo y saludar a sus padres al mismo tiempo, resbaló y se cayó. La “sorpresa” resbaló de su mano, cayó al suelo y se rompió con el inconfundible ruido de cerámica rota. El niño comenzó a llorar inconsolablemente.
Su padre, tratando de minimizar el incidente y consolarlo, le dio unas palmaditas en la cabeza y dijo: No te preocupes, todo está bien. No importa, de verdad que no importa nada.
Pero la madre del niño, algo más sabia en tales situaciones, tomó al niño en sus brazos y dijo: Oh, sí que importa. Importa mucho. Y lloró con su hijo.
Esto ilustra cuánto importamos ante los ojos de Dios, cómo se preocupa por lo que nos sucede, por nuestros problemas y sus dificultades… y la forma en que Dios comparte con nosotros Su sufrimiento, Sus lágrimas, en un vínculo continuo e íntimo llamado Aflicción mística por nuestro Padre Fundador. En este compartir es donde aprendemos acerca de nuestra misión actual y de la misión de nuestro prójimo.
Sin olvidar que, en nuestras debilidades y dificultades, necesitamos más que una palmadita en la espalda y unas palabras de consuelo. Necesitamos ser bendecidos y confirmados. Cuando estamos afligidos o confundidos, anhelamos a ese alguien que cae a tierra junto a nosotros, recoge nuestro espíritu desgarrado, roto y sangrante, y dice: Oh, claro que importa. Importa eternamente.
Una madre sabe innatamente que todo importa mucho: mirar a un niñito y ver pura inocencia y esperanza. María observaba las acciones de su hijo y las atesoraba y meditaba en su corazón. Es por eso que la llamamos Madre de los Misioneros, Madre de la Evangelización.
En la vida de Juan, más tarde, durante un baile, su asesinato fue perpetrado y consumado por Herodes, un rey lujurioso y borracho, impulsado por dos mujeres codiciosas. De nuevo, puede parecer que a Dios no le importaba lo que le sucedió… Pero cuando la gente oyó que Juan el Bautista había sido asesinado, fueron detrás del que venía tras él. Y Jesús tuvo compasión de ellos y los sanó (Mt 14: 13-14). Como suele suceder, sus caminos no son nuestros caminos.
Al celebrar el nacimiento de San Juan Bautista, recordamos nuestra responsabilidad, a través de la oración apostólica, de ayudar a cada joven, a cada uno de nuestros hijos a convertirse en lo que Dios le ha llamado a ser. Y el Papa Francisco nos recuerda
que nuestro testimonio ha de darse con serenidad, discreción, humildad, desapego y unión con Dios: El Señor nos dice: ‘Eres sal; eres luz’… Pero vívelo así para que los demás vean y glorifiquen a Dios. No tendrás ningún mérito. Cuando comemos, no felicitamos a la sal. No; decimos que la pasta o la carne es buena … Cuando vamos a dormir por la noche, no decimos que la luz sea buena. Ignoramos la luz, pero vivimos iluminados por la luz. Esto lleva a los cristianos a ser testigos anónimos (12 de junio de 2018).
Permítanme terminar de manera más personal y contar algo sobre uno de mis encuentros con Fernando Rielo, nuestro Padre Fundador. Estaba en sus últimos años, visiblemente cansado y enfermo. Pero en sus reuniones con sus misioneros, solía compartir con nosotros sus experiencias espirituales. Un día dijo: Todos en el Instituto están rezando por mi salud… excepto yo, agregando: Y no es que esté contento con este sufrimiento o que sea muy fuerte para soportar estos dolores. No necesito poder caminar nuevamente o recuperar fuerza y energía. Lo que pasa es que cada día le pregunto a nuestro Padre Celestial cómo puedo ofrecerle mi vida… y siempre obtengo una respuesta.