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¿Y si Jesús entrara en tu universidad?

«La persona que tengo enfrente es más que un alumno o un colega; cada pregunta sería un signo de hambre y sed de verdad, más que un signo de ignorancia o poca capacidad».

Con estas palabras, el P. Luis Casasus, presidente de los misioneros y misioneras identes, abre en Comodoro Rivadavia una tertulia universitaria con una propuesta inesperada: imaginar a Jesús como profesor en la universidad de hoy.

Su visita a la Patagonia no se limita a dar una conferencia. Pasa por la parroquia Santo Domingo Savio, comparte una jornada de voluntariado con la juventud idente en el Hogar de Ancianos Pablo VI, conversa con ellos en la Capilla Sagrado Corazón. Escucha preguntas, recuerda nombres, se interesa por sus historias. Cada encuentro prepara el ambiente para la Tertulia Universitaria, organizada en la parroquia Nuestra Señora del Valle, al lado de la universidad.

La sala se llena de estudiantes y docentes. Se respira atención. Entonces plantea la pregunta central: ¿qué significa ser maestro y discípulo hoy?

No ofrece teorías abstractas. Habla de experiencias que se pueden tocar. «No es lo mismo hablar de la humildad que lavar los pies de los discípulos», dice. El aprendizaje no se mide por exámenes, sino en la manera de compartir la mesa, en el tiempo dedicado fuera del aula, en la confianza que nace de caminar juntos.

«Cristo sería capaz de conseguir la unidad en un aula o en un equipo de investigación. Su método es el servicio, no el servilismo», añade. Y la universidad aparece así como un lugar donde se aprende a trabajar codo a codo, a poner en común talentos distintos, a descubrir en los demás una riqueza que no se enseña en los libros.

 

Lo que propone no es un esquema pedagógico, sino un estilo de vida. Jesús, recuerda, pasaba tiempo con sus discípulos comiendo y paseando con ellos. Hoy haría lo mismo: se sentaría con los estudiantes en la cafetería, escucharía sus preocupaciones personales, les haría sentir que lo importante es la manera de mirar y de recordarse sus nombres.

«Si Jesús enseñara hoy, buscaría formar personas para la vida, no solo especialistas», afirma. Y deja abierta la imagen: un aula donde se conversa de ciencia y de ética, un pasillo donde una duda se convierte en diálogo, una biblioteca donde un gesto de atención vale más que una bibliografía interminable.

«Creo que para Jesús, como profesor universitario, cada encuentro sería un momento sagrado, con plena consciencia de que la persona que tengo enfrente es más que un alumno o un colega; y, en fin, la universidad sería para Él un auténtico laboratorio de humanidad».


Conferencia completa de P. Luis Casasus

Jesús Nazareno, el Profesor Universitario
(Comodoro Rivadavia, 2 de octubre de 2025)

🇪🇸 👉 Aquí tienes el texto completo de la conferencia en español.
🇬🇧 👉 We share below the complete conference in English.

🇪🇸

Jesús Nazareno, el Profesor Universitario

Debo reconocer que se trata de un título un poco provocador: ¿Jesús Nazareno, profesor de universidad?… porque Jesús nunca se sentó en un aula moderna, no tuvo PowerPoint ni siquiera pizarra, ni firmó contratos académicos.

Es más, las primeras universidades nacieron entre los siglos XI y XIII. Sin embargo, si miramos de cerca el modo en que Cristo enseñaba, descubrimos que tiene mucho que decirnos sobre cómo vivir y aprovechar la vida universitaria, independientemente de que seamos profesores o estudiantes, de que tengamos fe o no.

De un punto de vista práctico, debemos reconocer que la idea de universidad está cambiando permanentemente, aunque en las últimas décadas podemos detectar una aceleración en su evolución y no solamente por los consabidos progresos tecnológicos. De manera que, resulta interesante analizar si algunas características de alguien que llamaban Maestro pueden ser de valor permanente.

Las primeras universidades se crearon para organizar y formalizar el conocimiento, en un momento en que Europa comenzaba a salir de la Edad Media y necesitaba instituciones que formaran profesionales, teólogos, juristas y médicos.

Se buscaba preservar y transmitir el saber clásico, recuperar textos grecolatinos y enseñarlos sistemáticamente. También existía la necesidad de formar clérigos y juristas. Por otro lado, las universidades nacieron como gremios de maestros y estudiantes que se protegían mutuamente y establecían normas académicas.

Y a medida que las ciudades crecían, también lo hacía la necesidad de profesionales capacitados en medicina, leyes y filosofía.

Muchas universidades nacieron bajo el auspicio de la Iglesia, como la de París, que se centraba en teología. Otras, como Bolonia, se enfocaban en el derecho civil y canónico, vital para los gobiernos medievales.

Es claro que hoy las universidades tienen un papel distinto, siendo partes del mismo la docencia, la investigación y la contribución al desarrollo.

—ooOoo—

¿Cuál sería la actitud de Cristo hoy como profesor, si estamos de acuerdo que históricamente se preocupó sin excepción del bien de todos, en todas las dimensiones del ser humano?

* En primer lugar, creo que sería muy evidente su interés por formar personas para la vida, para su integración total en la sociedad, no sólo para ser capaces de acumular y digerir ciertos conocimientos especializados. Esto es algo que se repite a menudo, pero que rara vez tiene una realización práctica.

En la mejor tradición de las pedagogías orientales, pasó y pasaría ahora mucho tiempo con sus estudiantes, comiendo y paseando con ellos, interesándose por su situación personal, yendo más allá de lo que hoy llegan a realizar muchos profesores o mentores de los estudiantes.

Recuerdo con satisfacción varias estadías en la Universidad e Oporto, en Portugal, donde fui tratado de forma exquisita. No soy especialmente un experto bebedor de vino, pero cada día mis colegas se empeñaban en hacerme probar un tipo diferente de vino de Oporto, con lo cual regresaba a mi puesto de trabajo un poco mareado, pero cada vez con mayor confianza y armonía con los miembros del grupo.

Es claro que hay factores, como la enseñanza online, que dificultan este contacto presencial, pero la verdad es que todos aprendemos de nuestros maestros algo más que una materia y es -podríamos decir- una cierta “sabiduría encarnada”, una forma de aprender y de investigar que no puede reflejarse sólo con palabras. No es lo mismo hablar de la humildad que lavar los pies de los discípulos.

Recuerdo en mi primer año de universidad un profesor de Biología que demostraba una viva pasión por su disciplina. Ninguno de nosotros estaba orientado a ser un biólogo, pues era un curso para futuros físicos y matemáticos; pero he de decir que el entusiasmo de ese profesor caló muy hondo en nosotros y, personalmente, me llevó más tarde a investigar en la campo de la Biomatemática.

* Cristo, sin duda, transmitiría una confianza excepcional a sus estudiantes. Uno de los recuerdos más bellos de mi vida estudiantil es la visita de un premio Nobel austríaco al Instituto de Astrofísica de Canarias, donde casi todos éramos principiantes en la investigación. Nos habló de sus famosos trabajos sobre la abundancia de elementos en el universo. Y al terminar la charla dijo algo así: Queridos amigos, yo ya soy demasiado mayor, pero ustedes son jóvenes y me van a permitir escribir la lista de problemas que seguramente alguno de ustedes resolverá. Anotó cinco problemas de la Cosmología y, ante esa confidencia, nuestra autoestima se elevó por encima del miedo de nuestra ignorancia. Más de uno de los allí presentes se entusiasmó con alguno de los problemas de esa lista… y dedicó a ello su carrera profesional.

* Jesús Nazareno, como investigador, sería capaz de unir la dedicación más intensa con la humildad atrayente del verdadero sabio. Como ejemplo negativo, recuerdo que un colega, excelente científico, miembro de dos equipos investigador en Tokio y Montreal, exclamó gritando durante una conversación: ¡Todos los algebristas deberían ser ejecutados; a ellos va todo el dinero que nosotros necesitamos para investigaciones aplicadas y útiles! Creí que era una broma, pero su rostro reflejaba verdadero odio y un aire de superioridad nada atrayente.

Esa falta de humildad ataca directamente al espíritu universitario, que hoy se intenta fortalecer con el trabajo interdisciplinar o el enfoque humanista, por ejemplo,incluyendo en carreras técnicas cursos de ética, filosofía, historia, ciudadanía y cultura.

Cristo demostró, como Maestro, su admiración por detalles que observaba en las personas y pasaban inadvertidos a todos: la limosna de la viuda pobre; la fe del centurión romano; la intuición espiritual de María de Betania, cuando le ungió los pies; o la sabiduría de la mujer sirofenicia que rompe barreras culturales y se atreve a refutar lo que Él dice.

Si Jesús de Nazaret tuviera hoy que enseñar en un centro universitario, sería capaz, no sólo de respetar, sino también de encontrar inspiración en lo que viese en quienes se dedican a otras disciplinas.

También recogería y destacaría lo mejor de los jóvenes, no simplemente para alabarles, sino para tomarlos como ejemplo y dejarse enseñar por ellos. Fue capaz de ver en algunos de los samaritanos, extranjeros despreciados por los judíos, un modelo de compasión activa, y así elaboró la famosa parábola que muestra cómo la actitud de un sacerdote y un levita están lejos de la misericordia que Dios pone en el corazón de todo ser humano. Les daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de ustedes (Ezequiel 36: 26).

* Cristo sería capaz de conseguir la unión, la unidad en un aula o un equipo de investigación. Bien sabemos que la unidad es una de las metas más difíciles en una comunidad profesional, política, familiar o educativa.

Comparto un lamentable ejemplo que me tocó vivir. En una ocasión, gracias al esfuerzo y la inteligencia de una veterana profesora, conseguimos formar un equipo de investigación multidisciplinar, dedicado a los tumores sólidos, especialmente los del cáncer. Teníamos financiación, los mejores contactos, experiencias clínicas a disposición y capacidades complementarias. Después de elaborar varias Tesis y publicaciones interesantes, hubo un desacuerdo entre un miembro joven y otro maduro, de tal modo que fue imposible conciliarlos. El equipo se disolvió, pues el papel de cada uno era indispensable y muy bien definido.

Cristo consiguió no sólo evitar conflictos, sino lograr esa sinergia, como decimos hoy, entre sus seguidores. Su método para conseguir la unidad fue el servicio, no el servilismo ni la falta de estima de las propias capacidades. Al servir, descubrimos capacidades que no imaginábamos tener y vemos cómo se forman vínculos que nos hacen más fuertes.

* Cristo sabría dar a cada uno, desde el principio, un papel activo en la enseñanza o en la investigación. Hoy se promueve la creatividad en los estudiantes, el trabajo en equipo, el aprendizaje basado en proyectos o en servicio, o el responder a preguntas comprometidas como por ejemplo ¿Qué significa servir en una sociedad que valora el éxito individual?

Cristo da numerosos ejemplos en los que invita a sus discípulos a la acción: Denles ustedes de comer (Lucas 9: 13), les dice cuando ven la multitud hambrienta; y sin esperar a que fueran “perfectos” o “sabios”, los envió a predicar y sanar diciendo: Vayan y anuncien que el Reino de los cielos está cerca. Sanen enfermos, resuciten muertos… (Mateo 10:7–8)

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Si me permiten, como última y modesta experiencia personal, debo confesar que no fui un buen profesor de universidad, porque siempre he sido demasiado distraído y en ocasiones repetía la misma lección dos días seguidos, ante el asombro de los alumnos. Pero, en una ocasión, me encontré con un antiguo alumno, que ya trabajaba como ingeniero de sistemas, y me dijo: Luis, ninguno de los métodos matemáticos que me enseñaste ha servido para nada. Pero te agradezco que, cuando iba a las tutorías, me invitabas a sentarme y te acordabas de mi nombre.

Creo que para Jesús, como profesor universitario, cada encuentro sería un momento sagrado, con plena consciencia de que la persona que tengo enfrente es más que un alumno o un colega; cada pregunta sería un signo de hambre y sed de verdad, más que un signo de ignorancia o poca capacidad; y, en fin, la universidad sería para Él un auténtico laboratorio de humanidad.

Muchas gracias por escuchar sin cansancio.

Comodoro Rivadavia

02 de Octubre, 2025

Luis CASASUS


🇬🇧

Jesus of Nazareth, the University Professor

I must admit that this is a somewhat provocative title: Jesus of Nazareth, university professor? Because Jesus never sat in a modern classroom, he didn’t have PowerPoint or even a blackboard, nor did he sign academic contracts.

What’s more, the first universities were founded between the 11th and 13th centuries. However, if we look closely at the way Christ taught, we discover that he has a lot to tell us about how to live and make the most of university life, regardless of whether we are professors or students, whether we have faith or not.

From a practical point of view, we must recognize that the idea of the university is constantly changing, although in recent decades we can detect an acceleration in its evolution, and not only because of the well-known technological advances. Therefore, it is interesting to analyze whether some characteristics of someone they called Master may be of lasting value.

The first universities were created to organize and formalize knowledge at a time when Europe was emerging from the Middle Ages and needed institutions to train professionals, theologians, lawyers, and doctors.

The aim was to preserve and transmit classical knowledge, recover Greco-Roman texts, and teach them systematically. There was also a need to train clergy and lawyers. On the other hand, universities were born as guilds of teachers and students who protected each other and established academic standards.

As cities grew, so did the need for trained professionals in medicine, law, and philosophy.

Many universities were founded under the auspices of the Church, such as the one in Paris, which focused on theology. Others, such as Bologna, focused on civil and canon law, which was vital for medieval governments.

It is clear that today’s universities play a different role, which includes teaching, research, and contributing to development.

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What would Christ’s attitude be today as a teacher, if we agree that historically he was concerned without exception for the good of all, in all dimensions of human beings?

* First of all, I think his interest in training people for life, for their full integration into society, not just to be able to accumulate and digest certain specialized knowledge, would be very evident.

This is something that is often repeated, but rarely put into practice.

In the best tradition of Oriental pedagogy, he spent and would now spend a lot of time with his students, eating and walking with them, taking an interest in their personal situations, going beyond what many teachers or mentors of students do today.

I fondly remember several stays at the University of Porto in Portugal, where I was treated exquisitely. I am not particularly an expert wine drinker, but every day my colleagues insisted on letting me try a different type of Port wine, which meant that I returned to my workplace a little dizzy, but with increasing confidence and harmony with the members of the group.

Clearly, there are factors, such as online teaching, that make this face-to-face contact difficult, but the truth is that we all learn more than just a subject from our teachers; we learn, so to speak, a certain “embodied wisdom,” a way of learning and researching that cannot be reflected in words alone. It is not the same to talk about humility as it is to wash the feet of the disciples.

I remember in my first year of college a Biology professor who showed a lively passion for his discipline. None of us were oriented toward becoming biologists, as it was a course for future physicists and mathematicians, but I must say that this professor’s enthusiasm had a profound effect on us and, personally, led me later to do research in the field of Biomathematics.

* Christ undoubtedly conveyed exceptional confidence to his students. One of the most beautiful memories of my student life is the visit of an Austrian Nobel Prize winner to the Canary Islands Institute of Astrophysics, where almost all of us were beginners in research. He told us about his famous work on the abundance of elements in the universe. And at the end of the talk, he said something like this: Dear friends, I am already too old, but you are young and you will allow me to write down a list of problems that I am sure some of you will solve. He wrote down five problems in cosmology, and with that confidence, our self-esteem rose above our fear of ignorance. More than one of those present became enthusiastic about one of the problems on that list… and dedicated their professional career to it.

* As a researcher, Jesus Nazarene would be capable of combining the most intense dedication with the appealing humility of a true sage. As a negative example, I remember a colleague, an excellent scientist and member of two research teams in Tokyo and Montreal, exclaiming during a conversation: All algebraists should be executed; they get all the money we need for applied and useful research! I thought it was a joke, but his face reflected true hatred and an unattractive air of superiority.

This lack of humility directly attacks the university spirit, which today is being strengthened through interdisciplinary work and a humanistic approach, for example, by including courses in ethics, philosophy, history, citizenship, and culture in technical degrees.

Christ, as a teacher, showed his admiration for details that he observed in people and that went unnoticed by everyone else: the alms of the poor widow; the faith of the Roman centurion; the spiritual intuition of Mary of Bethany when she anointed his feet; or the wisdom of the Syrophoenician woman who breaks cultural barriers and dares to refute what he says.

If Jesus of Nazareth were to teach at a university today, he would be able not only to respect but also to find inspiration in what he saw in those who are dedicated to other disciplines.

He would also gather and highlight the best in young people, not simply to praise them, but to take them as an example and allow himself to be taught by them. He was able to see in some of the Samaritans, foreigners despised by the Jews, a model of active compassion, and thus he elaborated the famous parable that shows how the attitude of a priest and a Levite is far from the mercy that God puts in the heart of every human being. I will give you a new heart and put a new spirit within you (Ezekiel 36:26).

* Christ would be able to achieve unity in a classroom or a research team. We know well that unity is one of the most difficult goals in a professional, political, family, or educational community.

I share a regrettable example that I experienced. On one occasion, thanks to the effort and intelligence of a veteran professor, we managed to form a multidisciplinary research team dedicated to solid tumors, especially cancerous ones.

We had funding, the best contacts, clinical experience at our disposal, and complementary skills. After producing several interesting theses and publications, there was a disagreement between a young member and a more mature one, which proved impossible to reconcile. The team was dissolved, as each member’s role was indispensable and very well defined.

Christ managed not only to avoid conflict, but also to achieve what we today call synergy among his followers. His method for achieving unity was service, not servility or a lack of esteem for one’s own abilities. By serving, we discover abilities we never imagined we had and see how bonds are formed that make us stronger.

* Christ knew how to give each person, from the beginning, an active role in teaching or research. Today, creativity in students, teamwork, project-based or service-based learning, and answering challenging questions such as “What does it mean to serve in a society that values individual success?” are promoted.

Christ gives numerous examples in which he invites his disciples to action: Give them something to eat (Luke 9:13), he tells them when they see the hungry crowd; and without waiting for them to be ‘perfect’ or “wise,” he sent them out to preach and heal, saying, Go and proclaim that the Kingdom of Heaven is near. Heal the sick, raise the dead… (Matthew 10:7–8)

—ooOoo—

If you allow me, as a final and modest personal experience, I must confess that I was not a good university professor, because I have always been too distracted and sometimes repeated the same lesson two days in a row, to the amazement of my students. But on one occasion, I met a former student who was now working as a systems engineer, and he said to me: Luis, none of the mathematical methods you taught me have been of any use. But I am grateful that when I went to your tutorials, you invited me to sit down and remembered my name.

I believe that for Jesus, as a university professor, each encounter would be a sacred moment, with the full awareness that the person in front of him is more than a student or a colleague; each question would be a sign of hunger and thirst for truth, rather than a sign of ignorance or lack of ability; and, in short, the university would be for him a true laboratory of humanity.

Thank you very much for listening so patiently.

Comodoro Rivadavia

October 2, 2025

Luis CASASUS