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Vive y transmite el Evangelio

Escuchar

By 29 diciembre, 2018enero 12th, 2024No Comments

                                                   New York, 30 de Diciembre, 2018.

                                                   Festividad de la Sagrada Familia

REFLEXIÓN, por el p. Luis Casasús, Superior General de los misioneros Identes.

1 Libro de Samuel 1,20-22.24-28; 1 Juan 3,1-2.21-24; Lucas 2,41-52.

Durante una de mis últimas visitas a una de nuestras Provincias, tuve la gran alegría de observar que un número considerable de participantes en nuestro retiro espiritual de Motus Christi eran ex-musulmanes. Su principal razón para aceptar nuestra Fe fue, literalmente, que, al ver a nuestros hermanos y hermanas, encontraron una verdadera familia. Esto es una alegría, pero no una sorpresa: Un nuevo mandamiento les doy, que se amen unos a otros; igual que yo les he amado, ámense unos a otros. Así, todos sabrán que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros (Jn 13: 34-35).

La familia es importante no sólo como unidad básica de la sociedad humana, sino también como una institución divina. San Pablo, en su carta a los efesios, escribe: Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra (3:14).

Todos somos fruto de una familia; incluso ese niño recién nacido que fue abandonado en la papelera por una madre inconsciente y desesperada, es miembro de una familia, aunque sea enferma y disfuncional. El amor comienza en el hogar y lo mismo ocurre con otras realidades como el odio, el rencor, las contiendas, la ira y otras. En esencia, podemos decir que la familia como centro de aprendizaje temprano, es la raíz de todo bien y todo mal.

Cuando leemos en el Evangelio la genealogía de Cristo (Lc 3: 23-38), encontramos reyes malvados, una prostituta y personas infieles… y además Judá, la tribu más insignificante, fue la elegida para ser de donde vendría el Mesías. Así, Dios elige a personas débiles, humildes, desconocidas y comunes para que seamos Sus instrumentos de salvación.

Las enseñanzas de los padres en el hogar, antes que la educación impartida por los maestros en la escuela, tienen mucha influencia en los niños. Estos imitan cómo sus padres expresan sus sentimientos de felicidad, ira, tristeza y alegría. También imitan los movimientos y la forma de hablar de los adultos de la familia. Cuando vemos que un niño pierde los nervios o responde mal a un adulto, sabemos que eso lo debe haber aprendido de sus padres. Hoy sabemos que el feto comienza a escuchar las conversaciones de los padres, incluso sus peleas. El feto tiene algún tipo de reacción dentro del útero de la madre y eso afecta su desarrollo después del nacimiento. Tanto la enseñanza por el ejemplo como la enseñanza por la palabra tienen una influencia significativa en la generación siguiente.

Es por ello que las familias disfuncionales producen hijos que no son capaces de relacionarse al crecer. Como adultos, en la vida, son incapaces de mantener una relación equilibrada. De esa forma, a menudo la historia se repite, ya que sus matrimonios también terminan en divorcio.

A medianoche, un niño se despierta en su cama de hospital. Se siente muy asustado y muy solo. Sufre un dolor intenso: las quemaduras cubren el 40 por ciento de su cuerpo. Alguien lo había empapado con alcohol, y luego le prendió fuego. Comienza a gritar, llamando a su madre. La enfermera lo abraza con cariño; le acaricia y le susurra que el dolor desaparecerá antes de lo que piensa. Sin embargo, nada de lo que hace la enfermera, parece disminuir el dolor del niño. Sigue llorando y llamando a su madre. La enfermera no sabe que hacer e incluso se rebela… porque fue la madre del niño quien le había prendido fuego.

Parece que el dolor del niño al ser separado de su madre, a pesar de que ella le había hecho sufrir cruelmente, era mayor que el dolor de sus quemaduras. Este profundo apego a la madre hace que su separación de ella sea la peor experiencia que un niño pueda experimentar. Cuando los niños están creciendo, la presencia regular de los padres es una garantía constante de seguridad para todos ellos.

Aunque sean muchos sus defectos, la familia, es el contacto humano básico. Los padres son los primeros maestros del amor. Es de los padres donde el amor se aprende, o se contagia. Su afecto al niño le muestra a éste que es digno de ser amado. Y también le enseña al niño cómo amar. Pero, como sabemos, hay defectos en todas las relaciones humanas y en nuestra naturaleza humana. Por eso es importante que ofrezcamos a nuestros miembros de la familia, vivos y muertos, nuestro perdón.

Hoy hay muchos intentos de redefinir a la familia, pero ninguno refleja el plan de Dios para ella. No hay familias perfectas, así como no hay matrimonios perfectos. Como seres humanos todos somos imperfectos. Cuando las relaciones se ponen a prueba, podemos sentirnos heridos y ofendidos. Cuando las expectativas fallan, podemos estar decepcionados y sentirnos fracasados. Cuando las promesas se rompen, podemos experimentar un gran abatimiento.

No es exagerado decir que la mayor amenaza para el mundo de hoy es la destrucción de la familia humana. El Concilio Vaticano II consideró a la familia como la primera y más vital institución para la vida de la Iglesia y la sociedad. Hoy en día, vemos muchas rupturas en las familias, cuyo efecto se puede comprobar dentro de las propias familias, en la vida comunitaria y en la sociedad. Las personas se enfrentan a las secuelas del individualismo, el relativismo, el materialismo, el racionalismo y la secularización. Esto constituye un gran daño para los individuos, las familias, la sociedad y todo nuestro entorno. Para evitar una crisis tan grave, tenemos a la Sagrada Familia como la familia modelo que nos puede librar de tal destrucción.

Las familias son parte del plan de Dios. Todo niño tiene derecho a disfrutar de la seguridad del amor comprometido y del ejemplo constante, tanto de un hombre-padre como de una mujer-madre. Dios podría haberle pedido a Jesús que viniera a este mundo como adulto, pero no lo hizo así. Pidió a María que que concibiera a Jesús, y pidió a José que se casara con Ella, la amara y la protegiera y que fuera el padre místico de Jesús. Dios nos pide que cada niño tenga el don de una vida familiar auténtica.

Nuestro Dios Triuno, que es una Familia en sí Mismo, eligió a una familia humana para venir a este mundo y traer la salvación a la humanidad y eso es lo que celebramos especialmente durante la Navidad. Esta Familia se llama Santa porque amaba a Dios sobre todo y sus miembros estaban dispuestos a hacer la voluntad de Dios en todo momento. Apreciaron y celebraron la presencia de Dios en la familia.

La Sagrada Familia no sólo es el modelo para todas las familias naturales, sino también para las familias religiosas. Esto ha sido resaltado muchas veces por nuestro padre Fundador. ¿Por qué es así? Porque los lazos de la Sagrada Familia no se basaban meramente en el respeto a la ley, o en los esfuerzos que hicieron para vivir en armonía. Confiaron en la sabiduría divina y en sus planes:

Acuérdense de las cosas anteriores ya pasadas, Porque Yo soy Dios, y no hay otro; Yo soy Dios, y no hay ninguno como Yo, que anuncio el futuro desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: Mi decisión será cumplida, y todo lo que quiero lo realizaré (Is 4: 6-9).

Una de las claves para el éxito en su misión fue la forma en que se escuchaban mutuamente. Esto es algo notable, porque sus vidas estaban llenas de sorpresas, circunstancias imprevistas, cambios de planes y persecuciones… pero no fueron víctimas de las prisas y la superficialidad, los principales obstáculos para organizar una comunidad, ya sea familiar, religiosa o de otra índole. Este es el diagnóstico de nuestro padre Fundador.

Un hombre conducía por una empinada y estrecha carretera de montaña cuando una mujer, que venía conduciendo en dirección opuesta, abrió la ventana y gritó: ¡Cerdo! Pensando que ella le estaba insultando, él inmediatamente se asomó por la ventana y le gritó airadamente: ¡Y tú también! Cuando el hombre dobló la siguiente curva, se estrelló contra un enorme cerdo que estaba en medio de la carretera y casi perdió la vida. Si tan sólo estuviéramos dispuestos a escuchar…

La principal razón por la que somos víctimas de la prisa y la superficialidad es que estamos demasiado ocupados para escuchar. No seamos ingenuos; estar ocupado significa no sólo tener mucho trabajo, sino también cavilar continuamente sobre nuestras preocupaciones personales, ideas o necesidades urgentes. Tratamos de evitar nuevas preocupaciones que absorban nuestra energía y el problema es que lo hacemos inconscientemente. Un padre llegó a casa después de un duro día en la oficina y le dijo a su esposa: Hoy tuve un mal día. Por favor, si tienes malas noticias esta noche, guárdatelas. A lo que ella respondió: Muy bien, nada de malas noticias. Ahora las buenas noticias: ¿Recuerdas a nuestros cuatro hijos? Pues tres de ellos no se rompieron un brazo hoy.

Hemos de aprender a escuchar no sólo lo que se dice, sino que también debemos tratar de discernir quién es la persona que está a nuestro lado. María conocía a su Hijo mejor que cualquier otro ser humano, y sin duda atesoraba en su corazón y en su memoria lo que Él dijo e hizo durante su vida oculta.

¿Conozco a mi hermano? ¿Sé de su familia, de su salud, sus compañeros de clase, su maestro favorito, sus miedos, sus necesidades e intereses …?

Cuando se celebró una boda en Caná en Galilea, Jesús todavía no había hecho ningún milagro. Estaba comenzando su vida pública. Su madre estaba allí; Jesús y sus discípulos también habían sido invitados. Cuando el vino se acabó, María le dijo: No tienen más vino. María conocía a su Hijo, su misión, sus dones, su hora: Hagan lo que Él les diga.

No hay mayor alegría en la vida que saber que los miembros de mi familia están siendo clave en la vida de los demás, sirviendo y amando a Dios y a nuestros semejantes. La tarea de los padres es discernir con sus hijos la forma responder a la voz de Dios dando la vida a otros, ya sea físicamente o en apoyo espiritual, moral y material.

Escuchar es un gran regalo que podemos dar a un ser humano. Ser escuchado, ser atendido, es saber que alguien me toma en serio. Es un acto redentor, un poderoso fortalecimiento de la unidad. ¿Por qué a Zacarías le fue impuesta la mudez mientras esperaba a su hijo? Probablemente, más que un castigo, fue la forma elegida por Dios para enseñarle a escuchar bien, a contemplar lo que sucedía a su alrededor. Cuando hablamos, no escuchamos, no estamos observando lo que sucede alrededor. Zacarías aprendió mucho durante esos nueve meses, y cuando habló de nuevo, fue para expresar su alegría porque sabía quién estaba llegando.

Escuchar no solo se refiere a las palabras, sino que también debemos escuchar el silencio de nuestro prójimo. Se ha dicho que nadie está realmente casado hasta que no entiende cada palabra que su cónyuge NO está diciendo. Sí; a menudo es lo que no se dice lo que transmite el mensaje importante: una persona que nunca habla de su apostolado probablemente tiene un serio conflicto vocacional.

He aquí algunos ejemplos de formas inapropiadas de responder y escuchar:

* Algunas personas responden sólo diciendo con qué no están de acuerdo, lo que las hace bastante desagradables. Ignoran lo que otros dicen, descartándolo, cambiando fácilmente de conversación.

* Expresarse intempestivamente, hablando abruptamente sin medir nuestras palabras, es un tipo de discurso espontáneo que tiene repercusiones negativas. Algunos discursos espontáneos son positivos, como un cumplido ingenioso o una observación humorística. Pero ese discurso intempestivo suele ser un comentario hecho de forma apresurada…que desearíamos poder borrar. Esa espontaneidad brusca muy a menudo se refiere a comentarios hechos con enfado. También puede tratarse de bromas o chistes inapropiados.

* Los protagonistas crónicos. Algunas personas tienden a traer la conversación sobre sí mismas. Lo que se diga, lleva a esta persona a hablar de sí mismo. Si mencionas que uno de tus hijos ha estado enfermo, la respuesta podría ser: Yo también estuve enfermo ayer. Esa respuesta podría ser adecuada si luego va seguida de: ¿Cuáles son los síntomas de tu hijo? El problema viene cuando cada conversación termina siendo todo acerca de mí; un signo de narcisismo.

* Otros actúan como un portero de fútbol: siempre listos para decir no o pero… En lugar de escuchar para aprender, escuchan para poder negar. Su mensaje implícito y permanente es: Estás equivocado; Yo tengo razón; Sólo conoces una pequeña parte de la verdad.

El pronunciar palabras a veces nos da la ilusión de confianza, o de controlar la situación. Algunos líderes y algunos superiores religiosos se ven a sí mismos como los expertos de la sala, quienes siempre tienen que dar respuestas, pero eso interfiere con nuestra comunicación, creando una distancia. Hemos de dejar de lado nuestra individualidad, si queremos conocer al otro, especialmente a los más jóvenes. El vaso debe estar vacío, si quiero verter en él vino nuevo.

Cuando Cristo tenía 12 años y se quedó en Jerusalén, su Madre dijo: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando muy preocupados. Y la respuesta de Jesús fue aparentemente desconcertante: ¿No sabían que debo estar en la casa de mi Padre? Sin embargo, no hubo más intercambio de palabras, pero María guardó todas estas cosas en su corazón. José no dijo nada en ese momento.

Cuando conoces a un hombre/mujer de Dios, reconoces que es su silencio y su mirada lo que te cautivó, más que sus palabras; un silencio que te atrajo, que te hizo sentir acogido, comprendido, aceptado sin juicios. No por las palabras de esa persona, sino por su silencio, su escucha profunda, puedes comprender tu propia vida y dar un nuevo significado a tu experiencia. Esto sucedió entre Jesús y sus padres y es por eso que bajó con ellos y vino a Nazaret, y les fue obediente.

De manera semejante, el silencio de San José le permitió escuchar la voz de Dios a través de sus sueños y le dio a María la oportunidad de atesorar, meditar y reflexionar sobre la voluntad de Dios antes de ponerla en práctica.

La forma cristiana de escuchar se puede comparar con la forma en que aquel perro lamió las llagas en la parábola del hombre rico y Lázaro. (Lc 16: 19-31). Nadie estaba dispuesto a entrar en el mundo de Lázaro, excepto ese perro. Los sufrimientos de ese pobre eran demasiado para contemplarlos. Ese perro escuchó en silencio los lamentos de Lázaro. Al igual que lamía sus propias llagas, lamió las de Lázaro y se quedó junto a él para aliviar su abandono, para hacerle sentir algo más que rechazo antes de abandonar este mundo. Ese sentimiento de aceptación y respeto permitió a Lázaro verse a sí mismo desde un nuevo ángulo, y esta nueva perspectiva de su vida le permite también ver a Abraham.

La fiesta de la Sagrada Familia tiene hoy una especial relevancia. Hace casi un siglo, el papa Pío XII escribió:

La emigrante Sagrada Familia de Nazaret, que huye a Egipto, es el arquetipo de toda familia de refugiados. Jesús, María y José, que viven en el exilio en Egipto para escapar de la furia de un rey malvado, son, para todos los tiempos y en todos los lugares, modelos y protectores de todo migrante, extranjero y refugiado de cualquier tipo que, ya sea llevado por el miedo, la persecución o por las carencias, se ve obligado a abandonar su tierra natal, a sus queridos padres y familiares, a sus amigos cercanos y a buscar una tierra extraña.

Una observación final: El matrimonio es una invitación a compartir la plenitud del amor de Dios de una manera muy real. Compartir el amor de Dios implica, por lo tanto, que un hombre deja a su padre y a su madre y se une a su esposa, y se convierten en un solo cuerpo; Por eso decimos que es un sacramento.