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Vive y transmite el Evangelio

Después de todo, sólo fue un sueño

By 22 diciembre, 2019No Comments

por el p. Luis CASASUS, Superior General de los missioneros Identes

Zaragoza, 22 de Diciembre, 2019. IV Domingo de Adviento.

Isaías 7:10-14; Carta a los Romanos 1:1-7; San Mateo 1:18-24.

No todos los sueños son iguales. Los sueños pueden ser divertidos, aterradores, tristes o extraños. Aunque a veces los sueños pueden contener aspectos de la vida cotidiana y rutinaria, el sueño es también un estado en el que vivimos experiencias extraordinarias.

Hay pesadillas, sueños recurrentes y sueños lúcidos… Los sueños han sido siempre un tema de filósofos, artistas, escritores, científicos y terapeutas. Al igual que hay una maravillosa diversidad de sueños, existe una gran diversidad en la forma de entender los sueños. ¿Por qué soñamos? ¿Tienen sentido nuestros sueños? También podemos preguntarnos, ¿por qué no podría Dios usar los sueños para comunicarse con nosotros?

San José recibió el mensaje de Dios en un sueño. Podría haber despreciado ese sueño, juzgando que era sólo el sueño ordinario de una mente confundida. Sin embargo, respondió con fe. Se elevó por encima de su confusión y su miedo. No sabía cómo iba a terminar la historia, aparte de comprender que este niño iba a salvar a su pueblo de sus pecados.

Tengamos presente que Israel esperaba que el Mesías llegara repentinamente de los cielos, lleno de todo su poder divino. Su lugar de descenso, por supuesto, no era otro que el monte del Templo. Esto explica por qué Satanás tentó a Jesús proponiéndole que saltase del pináculo del templo. A los judíos les costaba conciliar estas expectativas con la realidad de este hombre, Jesús, de quien sabían que había nacido y crecido en medio de ellos: Nosotros sabemos de dónde viene este hombre; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene (Jn 7: 27).

José hizo lo que el ángel del Señor le ordenó. Estas palabras deberían servir de inspiración a todos nosotros. Un sueño fue suficiente para San José. Sólo necesitaba saber que la asombrosa misión de María, y la suya propia, venía de Dios, sin necesidad de conocer todas las consecuencias o de medir los riesgos con precisión y en detalle.

En el Evangelio de hoy, el mensaje del ángel a José comienza diciendo: No tengas miedo.

El miedo es una experiencia desagradable, invasiva y paralizante. Puede apoderarse de nuestros pensamientos, controlar nuestras acciones y debilitar nuestra determinación. Si hay algo que puede superar el miedo, es el amor: Donde hay amor no hay temor; pues el amor perfecto expulsa el temor (1 Jn 4, 18).

Hay miedos de muchas clases, y nos afectan de diferentes maneras. Sin embargo, cuando los reconocemos y les hacemos frente, nos hacen fuertes. Sí, Dios usa los sueños, pero también los miedos, para hacernos fuertes, para acercarnos a Él y ayudarnos a continuar nuestro esfuerzo para arrepentirnos, perdonar a otros y tratar con gente difícil.

Podemos estar preocupados por los miedos, dudas e incertidumbres del futuro. Pero lo que José hizo por María y Jesús es un testimonio de la grandeza del amor y del poder de la fe y la esperanza. También es un testamento de un hombre cuyo gesto desinteresado permitió al Mesías cumplir el plan del Padre para nuestra salvación.

No sólo para los creyentes, sino para cualquier persona, la vida es impredecible e incierta. En el momento que pensamos que las cosas van bien, súbitamente tenemos que enfrentarnos a nuevos retos. Cuando pensamos que no hay solución para nuestros problemas, de repente surge una nueva oportunidad. Eso fue lo que le sucedió a José en su compromiso con María. A veces hemos que arrepentirnos de tener la vida demasiado bien planeada. La planificación es algo bueno. Fijar metas es algo bueno. Pero si nuestros propios planes comienzan a obstaculizar los planes de Dios para con nosotros, entonces hemos comenzado a pasar de la prudencia a la idolatría.

A veces, cuando nos enfrentamos a la sorprendente acción de Dios, tenemos que arrepentirnos de hacer las cosas como siempre las hemos hecho y de pensar que la fidelidad a Dios es siempre obvia. De hecho, se trata de la purificación más profunda, la purificación de nuestro espíritu, que desea ser libre, para también liberarse de Dios. Esto es lo que proclama el Salmo 139: A dónde podría ir lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiría lejos de tu presencia? Si yo subiera a las alturas de los cielos, allí estás tú; y si bajara a las profundidades de la tierra, también estás allí.

Esto se llama Purificación Transverberativa en nuestro Examen Místico. Tiene poco que ver con nuestros pecados. Más bien, representa una verdadera colisión entre nuestra generosidad y la forma de generosidad que el Espíritu Santo exige de nosotros. Esto queda descrito por una forma de contemplación negativa de Dios (por comprender que era incompleta la imagen que yo tenía de la voluntad de Dios para mí), aborrecimiento de mí mismo y de Dios (porque veo la distancia entre sus planes y los míos) y segregación (mi alma no es mi espíritu).

José no esperaba que sucediera nada fuera de lo común en su generosa vida. Conocía las circunstancias de su existencia. Era perfectamente razonable para él esperar casarse, establecerse, tener hijos, trabajar duro en su oficio y envejecer en la misma ciudad en la que creció. Todo esto en la presencia de Dios. Perfectamente razonable.

Pero Dios tenía otros planes. Planes que estaban más allá de cualquier expectativa razonable. Las Lecturas de hoy nos enseñan que Dios está en el misterio de nuestra historia, tiene el control y sabe lo que hace. No debemos temer lo desconocido, sino simplemente confiar y acogernos a Él, especialmente cuando honestamente creemos que hemos hecho todo lo posible.

Un sacerdote se dirigía un día a un grupo de padres y propuso a San José como modelo de cabeza de familia para ellos. En ese momento, uno de los participantes dijo: La situación de José era totalmente diferente a la mía. Era un santo. Su esposa no tenía pecado. Y su hijo era el hijo de Dios. Yo no soy un santo. Mi esposa no está libre de pecado y mi hijo no es el hijo de Dios.

Sin pestañear, el sacerdote respondió: ¿Su hijo, cuando tenía 12 años, salió de casa durante tres días y usted no sabía dónde estaba? ¿Alguna vez se despertó en medio de la noche y se le dijo que huyese de la amenaza inminente del asesinato de su hijo inocente? ¿Alguna vez ha caminado por varios días para ir a otro país con su familia para que su hijo esté libre de todo daño?

La vida de San José no fue fácil, pero gracias a su inquebrantable fe en Dios pudo realizar una tarea aparentemente imposible.

La Primera Lectura nos enseña que, contrariamente a lo que podamos pensar, Dios, en su amor y misericordia, nos da una señal, aunque no queramos escucharle. Él utiliza personas y eventos para recordarnos nuestros pecados y para mostrar su presencia, asegurándose de cumplir su promesa de acompañarnos hasta el fin de los tiempos. Dios envió a Isaías para ayudar al rey Ajaz a discernir el plan que tenía para él. Se le dijo que le pidiera al Señor una señal, pero se negó. Sabía que si pedía una señal tendría que seguir el camino de Dios. No quería escuchar la voz divina. En vez de confiar en Él, confiaba en sí mismo. Contra su voluntad, Dios le dio una señal a través de Isaías: He aquí que la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel.

La profecía de Isaías era doble. La primera parte del signo dado por él se hizo inmediatamente realidad: el hijo de Ajaz fue concebido y nació de su joven esposa. Se convirtió en el signo de la presencia de Dios entre su pueblo. Se llamaba Ezequías. El título de Emmanuel, Dios está con nosotros, podría aplicarse adecuadamente a él: Era un buen rey, que dio continuidad a la dinastía y nadie lo destituyó, pero no era el rey excepcional que Israel anhelaba. Por esta razón, el pueblo esperaba a otro rey, un hijo de David que cumpliría plenamente la profecía. En el Evangelio de hoy, Mateo lo señala: Es el hijo de la virgen María.

En este domingo se nos invita a silenciar nuestras mentes incansables, preocupadas por diversos problemas, gritando numerosas instrucciones y soluciones, para que podamos volver a escuchar la única voz que importa. Con la seguridad de que Dios no nos abandonará Incluso en los momentos más oscuros y áridos de nuestra vida, podemos mirar el miedo y la parálisis directamente a los ojos y elegir confiar en Él una y otra vez. Dios no está dormido o indiferente a lo que sucede en el mundo o en nuestra vida. Puede parecer que actúa con lentitud, pero tiene todo a su cargo y la providencia divina sabe cuándo y cómo actuar. Es por eso que tenemos que dedicar tiempo a la Palabra de Dios en nuestra vida. Escuchar y mirar: escuchar la voz de Dios, mirar bien los signos de su presencia en nuestra vida.

Nuestro reto ahora es confiar en Su presencia en nuestra vida, para que podamos ser parte de Su victoria. José estaba confundido, como nosotros a menudo lo estamos, pero confió en los misteriosos caminos de Dios y encontró una bendición increíble en algo que no había planeado. La Navidad es la fiesta que celebra el amor y la bondad de Dios. No podría haber mejor manera de prepararse para la Navidad en este último domingo de Adviento que imitar a José en su disposición a ser obediente y esperanzado en aquellos momentos en que la vida parece no tener sentido.

La explicación del ángel de por qué José debería acoger a María en su casa, habría sido difícil de entender para José. Además, el mandato de llevar a María a su casa era ciertamente comprensible, pero también era escaso en cuanto a los detalles. ¿Exactamente qué se suponía que debía decirles a sus vecinos? ¿Cómo lidiaría con el escepticismo de sus parientes cercanos acerca de este maravilloso evento? Tenía que confiar en que Dios daría buenas respuestas a todas esas preguntas cuando surgiera la necesidad. En el momento de la decisión, tuvo que hacer su elección con gran incertidumbre sobre el futuro, confiando sólo en la bondad amorosa de Dios.

Con frecuencia, nosotros también vivimos momentos en los que nos sentimos inseguros sobre el camino a seguir, y podemos aprender de San José a abordar estas situaciones con meditación, oración y apertura al plan de Dios, sea cual fuere la forma en que nos llegue. Probablemente no estaremos en posesión de todos los hechos cuando llegue el momento de tomar una decisión, y necesitamos confiar en que Dios tiene en el corazón nuestro mayor bien y nos guiará en el camino que necesitamos seguir.

Una mirada y una súplica a San José cuando nos encontremos en este tipo de situaciones seguramente nos servirá de gran ayuda. Estamos llamados a imitar a José en la fe y en la confianza, aunque nos parezca que nuestro papel es poco o nada relevante. A pesar de todo, ese papel es indispensable y el Reino de los Cielos no sería el mismo si no fuéramos fieles a nuestra modesta contribución.

Al celebrar la virginidad de María, nos regocijamos porque contemplamos lo que Dios ha hecho en Ella y creemos en la victoria de la vida, aunque sólo se vean signos de muerte.

El término virgen en la Biblia tiene un significado muy espiritual: la persona que ama con un corazón no dividido. La infidelidad de Israel se asemeja a la prostitución (Jer 5:7). Su contaminación con ídolos es considerada adulterio, una división del corazón entre Dios, el único esposo, y los ídolos de las naciones, sus amantes (Oseas 2).

Traducido a nuestra vida espiritual, esto representa la violación del Espíritu del Evangelio, cuando de una manera más o menos sutil tratamos de armonizar el amor auténtico con nuestra manera mundana de amar. La virginidad es el símbolo del amor total por nuestro Padre Celestial. María ha realizado a la perfección este ideal de virginidad.