por Luis Casasús, Superior General de los misioneros Identes,
New York, 03 Febrero, 2019.
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Libro de Jeremías 1,4-5.17-19; 1 Corintios 12,31.13,1-13; Lucas 4,21-30.
En 1951, dos equipos de fútbol universitario (A y B) se vieron envueltos en un partido particularmente duro y enérgico, con numerosas sanciones por ambos lados y varias lesiones. En los días posteriores al juego, cada uno de los periódicos universitarios tomó partido y el conflicto se elevó a dimensiones insospechadas.
Fascinados por ello, dos profesores, de las universidades A y B respectivamente, decidieron entrevistar a más de 150 estudiantes en cada campus para evaluar su reacción a lo que realmente sucedió.
Se les dijo a los participantes que debían ser lo más objetivos posible y se les dio un conjunto específico de infracciones que deberían buscar al ver una grabación del juego. Sin embargo, incluso con esos parámetros, sabiendo que formaban parte de un estudio psicológico y que se les pedía que fueran lo más objetivos posible, las personas no podían dejar de lado sus adhesiones. Los miembros de A, incluida una mayoría que nunca había visto ni un segundo del juego, dijeron que B cometió más faltas que A. Y los estudiantes de B, incluidos 100 que no habían visto el juego antes, dijeron que A cometió el doble de infracciones que su escuela.
No es suficiente decir que diferentes personas tienen diferentes actitudes con respecto a lo mismo. De todo lo que ocurre alrededor, cada persona selecciona sólo los datos que tienen algún significado para ella. Cuando tenemos fuertes sentimientos sobre algún asunto, nos es imposible ver lo que ocurre de manera objetiva y desapasionada. De hecho, muchos estudios y sucesos diarios demuestran nuestra incapacidad para ver los eventos de manera imparcial; más bien los vemos de manera interesada.
Esto explica la cólera de los conciudadanos de Cristo. Estaban ciegos para ver el significado de sus milagros en tierras extranjeras. Tampoco podían creer que una viuda de Sidón y un comandante leproso del ejército sirio fueran más dignos de la gracia de Dios que ellos, como judíos y nazarenos. Como dice san Pablo hoy: Porque sabemos parcialmente y profetizamos parcialmente, pero cuando llega lo perfecto, lo parcial pasará.
El odio es universal y omnipresente. Algunas veces somos odiados por personas que nos son muy familiares, como un miembro de nuestra familia, un amigo o un compañero de trabajo (La confianza engendra desdén). En otras ocasiones, el odio surge entre personas que parecen muy diferentes (Las diferencias causan odio). Pero tú y yo tenemos que estar alerta, porque también podemos encontrarnos manifestando alguna forma de odio activo o pasivo, como negarnos a amar a los demás al ignorarlos o mostrar falta de compasión y un comportamiento indiferente hacia ellos. Pero la raíz del odio es el no reconocer nuestra verdadera identidad y la verdadera identidad de nuestro prójimo: Hijos de Dios.
Incluso Naamán, en la Primera Lectura, inicialmente sintió ira cuando Elías le pidió que se bañara en el río Jordán siete veces para curarse, pensando que era algo absurdo y humillante.
Como señaló el Papa Francisco: ¡No queremos escuchar que el leproso o la viuda sean mejores que yo! ¡Son parias! (…) Esto es humildad, el camino de la humildad; sentirnos tan marginados que necesitamos la Salvación del Señor. Solo Él nos salva, no nuestra observancia de la ley (24 de marzo, 2014).
Los relatos las Lecturas de hoy nos permiten comprender la necesidad permanente de un Recogimiento y una Quietud Místicas. Estas no son “recompensas” o “caprichos” del Espíritu Santo. Sin ellas, no tenemos una verdadera perspectiva espiritual ni suficiente energía para vivir nuestra vocación. Esta semana celebramos la conversión de San Pablo, que se describe en Hechos 9 como un encuentro personal con Cristo en forma de un destello de luz. De manera semejante, la Quietud Mística no es descanso ni equilibrio, es, más bien, una sacudida, un impulso, algo que acelera nuestro espíritu en una dirección, muy parecido a una bicicleta, que se cae sólo cuando deja de girar. La vida de san Pablo se transformó totalmente a partir de ese momento: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.
El Recogimiento y la Quietud Místicas son procedimientos de primeros auxilios del Espíritu Santo. Si no acogemos con entusiasmo las sugerencias y los pequeños impulsos del Espíritu Santo, estaremos lejos de vivir en unión con Dios … y estas sugerencias y pequeños impulsos pueden ser los milagros que Dios está realizando “en otros pueblos”. en un hermano difícil, en el alma de una persona indiferente, tal vez en el corazón de un enemigo como Saulo.
Este mensaje de seguridad y confirmación permanente se anuncia en la primera lectura: No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos. Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá, sus jefes, sus sacerdotes y el pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte, oráculo del Señor.
A veces, consumimos nuestra atención y nuestras energías haciendo pequeñas críticas sobre el comportamiento de nuestros hermanos y hermanas. Siempre podemos encontrar algo o alguien a quien criticar o corregir. Quizás corregir e instruir a otros es una parte importante de nuestra misión, pero esto siempre requiere una sensibilidad y una conciencia del tiempo espiritual y emocional de nuestro prójimo:
Un padre y su hijo llevaban un burro al mercado. El hombre se sentó sobre el burro, y el niño caminaba. La gente a lo largo del camino dijo: Qué cosa tan terrible, un tipo fuerte y grande sentado en el burro, mientras el joven tiene que caminar. Entonces el padre desmontó, y el hijo tomó su lugar. Pronto la gente comentó: Qué terrible, ese hombre caminando y el niño pequeño sentado. En ese momento, ambos se montaron en el burro, con lo que escucharon a otros decir: Qué crueles, dos personas montadas en un burro. Se bajaron. Pero otros comentaron: Qué estúpidos, el burro no lleva nada a sus lomos y las dos personas van caminando. Finalmente, ambos cargaron el burro. Nunca llegaron al mercado.
San Pablo nos dice hoy: El amor no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Si corregimos a los demás, debe hacerse únicamente por su bien y no por el nuestro. Sólo hablamos porque nos preocupa sinceramente su misión y el Reino de los Cielos y no queremos que se desvíen.
Siempre tenemos la oportunidad de revertir nuestra tendencia a rechazar a los hermanos difíciles, en nuestra oración siempre podemos encontrar nuevas formas de aceptación y hospitalidad. Una historia bien conocida dice que algunos soldados de la Segunda Guerra Mundial llevaron el cuerpo de su compañero caído a una pequeña iglesia parroquial después de una feroz batalla. Le preguntaron al párroco si podían dar a su amigo un entierro cristiano en el cementerio de la iglesia. El párroco preguntó si el fallecido era católico. Debido a que sus amigos no pudieron responder, el párroco rechazó la petición con pesar. Entonces enterraron el cuerpo justo afuera de la cerca del cementerio. A la mañana siguiente, cuando fueron a despedirse de su amigo, no pudieron localizar su tumba. Desconcertados, volvieron a llamar a la puerta de la iglesia para preguntar al sacerdote al respecto. Él respondió: La primera parte de la noche me quedé despierto, dolido por lo que había dicho. La segunda parte de la noche la pasé desplazando la cerca.
La compasión cristiana no se limita a dar cosas o resolver todos los problemas de nuestros semejantes, movidos por compasión o piedad. Va más lejos. Se trata de ayudar a las personas a soñar y hacer realidad su aspiración más profunda. La compasión cristiana se propone ayudar a los más débiles a levantarse, para darles la oportunidad de servir a los demás y descubrir así su misión personal. La compasión es ayudar a otros a descubrir su yo más auténtico. Esto es dar vida a nuestros semejantes, porque no podemos olvidar que las Obras Espirituales de Misericordia (Enseñar al que no sabe, Corregir al que se equivoca, Dar buen consejo al que lo necesita, Perdonar las injurias, Consolar al triste, Sufrir con paciencia los defectos del prójimo y Rogar a Dios por los vivos y difuntos.) ayudan a dar auténtica vida en el presente, y en el futuro, en el cielo.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Cristo envió doce discípulos y luego otros setenta y dos. Estos setenta y dos nos representan a todos, porque la cosecha es abundante y hay trabajo para todos nosotros:
Dos amigas compartían el almuerzo y una le dijo a la otra: No conozco a muchos cristianos, pero de alguna manera no puedo evitar el considerarlos hipócritas. La otra respondió: Pero tu cuñada, ella vive contigo en la misma casa; seguramente reconocerás que ella es una devota cristiana.
Exactamente eso, respondió con los ojos en blanco. Tiene una disposición encantadora, y dedica su vida a las misiones y la catequesis, pero nunca me ha dicho una sola palabra acerca de convertirme a su fe. Sé que ella me quiere, pero si ella creyera todo eso, ¿No crees que habría dicho algo?
El mensaje de Jesús es inclusivo incluso para los que están espiritual o físicamente muertos. Por eso San Pablo escribe: Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y, si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Para esto mismo murió Cristo y volvió a vivir, para ser Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven (Rom 14: 7-9).
San Pablo nos ofrece una de las mejores descripciones del amor. En nuestro mundo moderno, cuando las personas hablan sobre el amor, se refieren a la posesión, la concupiscencia y el control. San Pablo era muy consciente de las motivaciones mixtas en todo lo que hacemos, pero creía en el poder del amor y su centralidad para el cristiano.
Si el amor no puede ser escondido, tampoco se puede ocultar la falta de amor. Aquellos a quienes servimos, tanto creyentes como incrédulos, notarán que falta algo, no hay nada auténtico ni real. No soy nada, dice Pablo. No sucederá nada espiritual, por muy bien que se vea en la apariencia superficial. No podemos llegar al cielo sin el amor, porque al amor es el mismo cielo. De este modo, el cielo puede ser experimentado aquí, aunque sea como en un espejo oscuro; de modo enigmático, pero no obstante verdadero. Todo acto de amor tiene un precio (una historia moderna del buen samaritano):
George Herbert era un conocido poeta, sacerdote y músico inglés. Iba de camino a una sesión de música una tarde, cuando se encontró con un hombre cuyo caballo se había derrumbado bajo la carga. El hombre y el caballo estaban en apuros y necesitaban ayuda con urgencia. Herbert no era un hombre sano ni fuerte, pero se quitó la túnica clerical y lo ayudó a levantar el caballo. Compró algo de alimento para el caballo y pronto el hombre y su caballo pudieron reanudar su viaje.
Normalmente Herbert iba bien arreglado; sus amigos se sorprendieron cuando apareció con las manos sucias y la ropa manchada. Expresaron sorpresa y disgusto por que se hubiera involucrado en una tarea tan complicada. Él respondió: El recuerdo de lo que he hecho será música para mis oídos en la medianoche. Su omisión hubiera causado discordia en mi conciencia. Porque si estoy obligado a orar por todos los que están angustiados, estoy seguro de que estoy obligado a hacer todo lo que esté a mi alcance para practicar aquello por lo que oro. Ahora, afinemos los instrumentos.
Queremos tener buena fama, ser queridos y apreciados. Como consecuencia, podemos desanimarnos como Jeremías, cuando, igual que le pasó a Cristo, chocamos con la falta de comprensión e incluso con la persecución. El discípulo no es mayor que el maestro. Pero confiamos en la promesa que nunca falla.
El criterio fundamental de un verdadero profeta y apóstol es que está motivado sólo por una razón, el amor.
¿Cómo nos comportamos ante el rechazo de otros, especialmente de quienes consideramos amigos? No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien (Rom 12:21). Solo cuando nuestros corazones son puros, podemos ir más allá de las circunstancias normales de nuestras vidas y ver en todo a Dios.