
«Cuando digo sí al Padre, también las Personas divinas me dicen sí a mí». Con la voz quebrada por la emoción, Loyce Pinto ha confiado la conmoción que lo ha atravesado al pronunciar la fórmula de la profesión perpetua.
En Roma, el 20 de septiembre, ante p. Luis Casasús, presidente de los misioneros y misioneras, junto a Juana y p. Fernando, superiores generales, y ante los procuradores reunidos para el Capítulo del Instituto, rodeado de hermanos y hermanas venidos de distintas partes del mundo, se ha celebrado la profesión perpetua de Loyce Pinto. Ha tenido lugar pocas semanas después de su llegada a Roma para proseguir sus estudios de teología.
Originario de Bangalore y formado entre la India y Nueva York, Loyce ha compartido la intención que lo acompaña en esta nueva etapa de su vida consagrada a Cristo y al Evangelio: «Hoy lo importante para mí es ser fiel a esta relación, a este don que he recibido».
P. Luis Casasús ha abierto la homilía con una palabra que marca la fórmula que cada misionero lee el día de su profesión: la inmutabilidad. «Estamos aquí delante de Cristo para decirle, junto contigo, que tu deseo de seguirlo es inmutable. Recuerda siempre que es Él quien te ha llamado, quien ha sembrado lo que sientes hoy, también a través de tus padres y de nuestro fundador», ha dicho, invitándole después a «guardar la memoria del fundador sobre todo cuando te toque atravesar momentos difíciles, etapas del camino que parezcan demasiado duras, demasiado imprevistas, demasiado oscuras».
- Lectura de la formula de la profesión perpetua
- p. Luis y Loyce
Ha querido luego compartir un episodio vivido pocas horas antes: «En la mesa, estábamos con los padres de un amigo nuestro y, con gran humildad y sabiduría, la madre decía que su hijo le parecía un “libro desconocido”, que leía poco a poco, descubriendo cada día algo nuevo». Y añadió: «Para mí ha sido una lección de humildad, porque las madres suelen decir que conocen bien a sus hijos». En ese testimonio de sencillez y sabiduría se ha revelado la conciencia de que los hijos permanecen siempre como un misterio que descubrir paso a paso, como recuerda san Agustín: interior intimo meo et superior summo meo.
«Cientos de monaguillos en Nueva York nunca te olvidarán», ha proseguido p. Luis recordando los pasos de Loyce en sus primeros años de misión, para subrayar que el sí a Cristo no se reduce a un esfuerzo personal ni a un acto de generosidad, sino que se arraiga en una promesa más grande: «la plenitud de nuestra alegría» (cf. Jn 15,11).
Al final de la celebración, Loyce ha querido agradecer a quienes lo han acompañado: «Luis, que ya en Bangalore me había dado confianza; Fernando Real, superior general, que me permitió el tiempo de formación en Nueva York; la superiora general Juana y todos vosotros, por el ejemplo que me habéis dado en estos días».
Durante el brindis, Fernando Real ha dirigido un pensamiento especial a los padres de Loyce, a quienes ha definido como «columna y apoyo precioso para los misioneros de Bangalore». Un reconocimiento que ha hecho visible cómo la misión no depende solo de la acción de los misioneros, sino que vive bajo el signo de la comunión de todos: familias, amigos, comunidades. Una comunión que se convierte en raíz y horizonte para una vocación que se abre al mundo.
Así, delante de Cristo y de la Iglesia, el sí de Loyce se ha vuelto «un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres» (1 Cor 4,9). Una invitación a descubrir que la fidelidad no es peso, sino luz.
¡Atención, scoop! 🎉 La tarta de la fiesta viene de la misma pastelería que preparó la del 70º cumpleaños del Papa: horneó unas cuantas idénticas… ¡y una llegó a la mesa de Loyce!