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El laberinto del diablo y el camino de Cristo | Evangelio del 28 de enero

By 24 enero, 2024No Comments
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Evangelio según San Marcos 1,21-28:

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

El laberinto del diablo y el camino de Cristo

Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 28 de Enero, 2024 | IV Domingo del Tiempo Ordinario

Deut 18: 15-20; 1Cor 7: 32-35; Mc 1: 21-28

Desde luego, las gentes sencillas de Cafarnaúm no estaban admiradas por la elocuencia o por la erudición de Cristo cuando hablaba en la sinagoga; eso no les podía interesar a los pescadores y gentes no instruidas de ese poblado junto al lago. Lo que hoy nos quiere decir el Evangelio es algo diferente.

Suele afirmarse que nuestras palabras tienen que estar en armonía con nuestros actos. Por supuesto ha de ser así, caso contrario se trata de una corrupción que puede llamarse hipocresía, deslealtad o patraña. Pero en el caso de Jesús, hay algo más que coherencia y algo más de lo que hoy llamamos lenguaje no verbal. Cuando hablo de una película que he visto y realmente me ha gustado, no sólo hago un resumen, sino que comparto mis emociones, las escenas que me han conmovido, los recuerdos que me ha traído esa historia, incluso los cambios que ha producido en mi vida. La palabra auténtica se hace unidad con la vida.

Aunque no sea un ejemplo “espiritual”, recuerdo cuando era un adolescente, después de ver la película Sonrisas y Lágrimas (titulada La novicia rebelde en Sudamérica), me gustó tanto la banda sonora que aprendí con la armónica casi todas las canciones… y hasta hoy me despierto a veces con el sonido en mi cabeza de alguna de esas melodías, compuestas por Richard Rogers.

Lo que Cristo decía hablaba de su vida y su vida hablaba de Dios. Cuando decimos que Jesús es la Palabra hecha carne, no es una frase vacía, sino literalmente cierta. Como prueba contundente de ello, la Providencia permitió que después de su homilía, lograse realizar la curación del hombre atormentado por un espíritu maligno.

Esto es significativo. El episodio no sólo nos enseña que Cristo tiene poder sobre los espíritus malignos, sino también que el diablo no puede quedarse callado, se hace presente cuando algo importante está a punto de suceder en nuestra vida espiritual. Intentó distraer la atención de los que escuchaban por medio de las convulsiones del pobre poseído, por eso, Cristo simplemente le obliga a guardar silencio, ya que la intención del diablo es atraer nuestra atención, provocando la distracción, es el arma más sutil del Maligno.

Pidiendo disculpas a los expertos y a quienes discuten sobre el diablo, o simplemente ni consideran la posibilidad de esa figura, que juzgan una creación literaria, me parece que la pregunta más adecuada no es ¿Existe el diablo?, sino más bien ¿Has percibido la personalidad de quien intenta robarte la libertad?

Cuando Louis Pasteur (1822-1895) presentó sus descubrimientos, muchas personas -tanto ignorantes como cultivadas- se negaron a admitir la existencia de los microbios, siendo ahora la Microbiología la disciplina que permite comprender y combatir muchas enfermedades. La actividad del diablo permite comprender perfectamente cómo nos dejamos llevar por caminos insospechados y realmente anti-humanos.

Si nos damos cuenta que la acción del diablo se caracteriza por buscar continuamente la separación entre nosotros y entre el hombre y Dios, estaremos en condiciones de no caer en sus trampas.

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Antes recordábamos que el diablo actúa de forma especialmente intensa cuando algo importante va a ocurrir en nuestra vida espiritual. Así sucedió en el caso de Judas Iscariote, que, como recordaba el Papa Francisco (8 ABR 2020), seguramente fue un muchacho normal, que tenía ideales, y por eso aceptó la llamada a seguir a Jesús. Pero, como amaba el dinero (Jn 12:6), comenzó a cometer pequeños fraudes que le llevaron poco a poco nada menos que a vender al Maestro por 30 monedas. Podemos pensar que incluso decidió ayudar a alguna persona por su cuenta, sin consultar, seguro de su generosidad, pero también con el deseo de merecer el afecto y la gratitud ¿Qué habría sido de él si hubiera perseverado? Nunca lo sabremos, pero está claro que el diablo triunfó utilizando su forma típica de actuar: conducirnos por un camino aparentemente inofensivo, incluso agradable, hasta que nos damos cuenta de que es un laberinto del cual ya no sabemos salir. Así le ocurrió a Judas; cuando comprendió el alcance de su traición ya era demasiado tarde.

Así hizo con Adán y Eva, utilizando la misma estrategia, valiéndose de una invitación aparentemente inocente y sencilla, una fruta. Incluso con el propio Cristo, quiso seguir esa táctica, cuando fue tentado en el desierto. En este caso, usó toda su inteligencia para proponer a Jesús el camino más fácil, el más cómodo: convertir las piedras en pan para poder seguir su misión con fortaleza; dar un signo de poder, para así convencer y convertir a todos los que lo vieran; finalmente, conquistar inmediatamente el mundo, con la propia ayuda del Maligno y sometiéndose a él.

Con el hombre poseído que hoy Cristo cura en la sinagoga, el diablo ya había conseguido privarle de su libertad, seguramente utilizando una enfermedad mental de esa persona, pero sirviéndose de él para sembrar la inquietud en quienes le veían.

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A primera vista, la Segunda Lectura parece ajena a lo que la lectura del Evangelio nos presenta hoy. Sin embargo, es una inteligente llamada de San Pablo a fin de que no nos dejemos distraer por realidades que pueden ser tan hermosas como la convivencia entre una mujer y un hombre que se aman. Si bien el matrimonio es algo bueno y necesario, San Pablo habla de la posibilidad de que incluso esa institución natural y espiritual se pueda convertir en un instrumento de división, de alejamiento de los asuntos del Señor.

Todo es manipulable para el diablo, incluso la gracia que recibimos, si no estamos dispuestos a utilizarla. Como dijo un autor, lo mejor de nuestra vida se parece a un buen filete de carne; si lo comemos, es algo muy reconfortante, pero si lo guardamos en un cajón, se pudre y se convierte en algo inmundo.

No falta en el arte la evocación al uso de lo más hermoso para fines egoístas, incluso crueles.

El poeta griego Homero (siglo VIII a C), en su famosa obra épica llamada Odisea, relata el viaje de Ulises, rey de Ítaca, que al finalizar la guerra de Troya regresa navegando a su casa y es advertido por una diosa de que tendría que navegar cerca del islote de las Sirenas, las que hechizan a todo aquel hombre que se acerque a ellas. Le recordó que todo aquel que escuche su voz será afectado por la locura y morirá ahogado en las aguas que rodean la isla. Pero Ulises se hizo atar al mástil y ordenó que sus hombres remasen rápidamente y no hiciesen caso a sus órdenes de acercarse a la isla, con lo que fue el primero en escuchar la voz de las sirenas y no obedecer su invitación a acercarse, consiguiendo así no morir en aquellas aguas.

De igual modo, en la Primera Lectura, Yahveh aconseja severamente no escuchar a quien hable en nombre de otros dioses, a no dejarse llevar por otras voces, lo cual vuelve a sugerir que esta tendencia a poner nuestro corazón y nuestras emociones en las cosas (moralmente buenas o malas) del mundo y de la carne, es algo permanente. Inmediatamente, el diablo aprovecha esta actitud para reforzarla, potenciarla y así hacer que el reino de los cielos sea una dimensión diferente de donde vivimos. El mundo está lleno de personas que no son pérfidas ni depravadas, pero sí esclavas de ídolos como ideas, costumbres o actividades.

No nos referimos ahora a “doctrinas perversas”, pero liberar a un ser humano de esa esclavitud requiere ser otro Cristo. Religiosos, padres y los educadores católicos suelen decir que están decepcionados. Se quejan porque sus exhortaciones inspiradas en el Evangelio parecen caer en saco roto o tener un impacto muy débil.  Si nuestra palabra no cambia los corazones y las mentes, si no hace brotar un mundo nuevo, entonces no es palabra de Dios, sino de personas. Es fácil equivocarse: uno predica sobre sí mismo y sus propias convicciones, creyendo proclamar el Evangelio. Las buenas exhortaciones, las advertencias dictadas por el sentido común, la sabiduría de este mundo, a menudo se muestran útiles, pero nunca hicieron milagros. Los escribas y predicadores que hablaron antes de Cristo no redimieron al endemoniado y quizás ni se dieron cuenta de su presencia y de su dolor.

Por el contrario, la Palabra de Dios hizo hablar al mudo, poner en pie al cojo, dar de comer al hambriento, dio libertad a los cautivos y alegría a los afligidos en su corazón. Convirtió al pecador en discípulo, al recaudador de impuestos deshonesto en apóstol, al jefe de los recaudadores en hijo de Abraham y a un bandido en el primero de los invitados al banquete celestial.

La Parábola de la Cizaña, sembrada por el diablo entre la mejor semilla, es una importante enseñanza del propio Cristo sobre cómo actúa el rey de la mentira. No elimina el trigo, pero pretende ocupar su lugar. No nos destruye, pero nos esclaviza, normalmente de forma atractiva y subyugante, sin mostrarse agresivo, al igual que las sirenas de las que habla Homero. La mediocridad de nuestra vida representa una victoria silenciosa del diablo. Está presente y parece que no pasa nada malo en nuestras vidas, como ocurrió al endemoniado que estaba callado y sereno en un rincón de la sinagoga… hasta que Cristo hizo oír su voz.

Las fuerzas diabólicas son impulsos de odio, de repliegue egoísta, de cometer injusticias y violencia, de codicia del mundo, de voluntad de dominio…

Son demonios que toman el control y quieren que se les deje en paz. Mandan, hablan, exigen acción y, cuando no causan daños importantes, desean que sus anfitriones les dejen en paz. No les importa la condición inhumana de los que han sido dominados por ellos. Por eso es de personas ingenuas no creer en la realidad del diablo; él actúa casi siempre en silencio y los episodios de pasiones exaltadas y aprovechadas por él son frecuentes en nosotros… pero aún más el lograr mantenernos dormitando en la entrada de su laberinto de mediocridad.

Aquel día, incluso antes de que Jesús dijera nada en la sinagoga de Cafarnaúm, el espíritu inmundo se sintió expulsado y obligado a salir a la luz. Era la santidad de Jesús lo que resultaba insostenible para el espíritu inmundo. El cristiano que vive en gracia y es templo del Espíritu Santo, lleva en sí algo de esta santidad de Cristo, y es precisamente ésta la que opera, en los ambientes en que vive, un exorcismo silencioso y eficaz, que nos libera y permite que se cumpla en nosotros el deseo de Moisés expresado en la Primera Lectura: que cada uno de nosotros se haga profeta, es decir, seguro de la voluntad de Dios y deseoso de transmitirla.

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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS Presidente