Fernando Rielo: una vida que sigue dando fruto en Ecuador

¿Qué huella deja una vida cuando se vive para Dios y para los demás? En Ecuador, en las ciudades donde la Familia Idente está presente —Loja, Ibarra, Quito y Santo Domingo— esta pregunta acompañó la celebración del aniversario del tránsito al cielo de Fernando Rielo, fundador de los Misioneros y Misioneras Identes.

Las celebraciones, sencillas y profundamente humanas, estuvieron marcadas por la oración, la fraternidad y la gratitud. En ellas, la memoria de Fernando Rielo se convirtió en una invitación silenciosa pero firme a revisar la propia vida y a redescubrir la santidad como un camino posible, cercano y concreto.

Compartimos a continuación algunos fragmentos de estas celebraciones.


Ibarra: ser Buena Noticia hoy

En la Catedral de Ibarra, una comunidad diversa —misioneros, familias, estudiantes, docentes y jóvenes— se reunió para celebrar la Eucaristía presidida por Mons. René Coba, Obispo de Ibarra. En su homilía, el Obispo resumió el Evangelio en tres verbos esenciales: enseñar, anunciar y sanar.

Jesús —recordó— no solo proclama la Buena Noticia, sino que Él mismo es la Buena Noticia del Padre. Y esa misma misión se confía a todo cristiano. Al evocar la figura de Fernando Rielo, subrayó cómo su vida fue un anuncio concreto de misericordia y paz, vivida en los ámbitos más diversos de la sociedad, desde la educación hasta el pensamiento y la mística.

La llamada del Evangelio resonó con fuerza: la cosecha es abundante. Una invitación a dejarnos mirar por Cristo y a preguntarnos si también nosotros estamos dispuestos a ser pastores, testigos y sembradores de esperanza allí donde vivimos.


Quito: gratitud, fraternidad y testimonio

En Quito, la celebración del aniversario reunió a misioneros de vida en común y externos, jóvenes, familias y amigos. En la Eucaristía, el P. Livingston Olivares, párroco de Nuestra Señora de la Paz, expresó su gratitud por el trabajo silencioso y fraterno de los misioneros Identes, recordando que la riqueza de la Iglesia se manifiesta en la diversidad de carismas que el Espíritu sigue suscitando.

El Ateneo ofreció un espacio donde el arte se convirtió en anuncio: la poesía, el teatro y los testimonios personales hablaron de procesos humanos marcados por la fragilidad, pero sostenidos por la certeza de saberse hijos amados de Dios. En cada expresión resonó una misma convicción: la santidad no es una idea lejana, sino un camino que se recorre en comunidad, en medio de la vida cotidiana.


Una pregunta que permanece

Estas celebraciones, vividas en distintos rincones del país, nos dejan una pregunta abierta y necesaria: ¿qué significa hoy ser santos? La vida de Fernando Rielo no ofrece una respuesta teórica, sino una invitación concreta a vivir el Evangelio con radicalidad, gratuidad y esperanza.

Recordar su tránsito al cielo no es solo mirar al pasado, sino dejarnos provocar por una vida que sigue señalando el camino: amar sin condiciones y ser, allí donde estamos, Buena Noticia de Dios para los demás.