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Bajo la custodia del volcán y el soplo del Espíritu

Caminata de jóvenes y familias en la Reserva Ecológica Antisana/Ecuador

Páramos verdes y un volcán imponente acompañaban en silencio a los caminantes. Antes de iniciar la ruta con jóvenes y familias en la Reserva Ecológica Antisana/Ecuador, el Padre Luis Casasús los invitó a contemplar la grandeza de la creación y, al mismo tiempo, la acción discreta y sorprendente del Espíritu Santo en cada vida.

Recordó que la inspiración es un don que nos abre a lo inesperado: “Un don del Espíritu Santo puede ser, por ejemplo, hacer algo por Dios y por el prójimo sin haberlo planeado, sin haberlo imaginado siquiera”. 

Así, la caminata se convirtió no solo en un recorrido por la naturaleza, sino también en una peregrinación interior, dejándose guiar por la poesía y la libertad del Espíritu.

A continuación, compartimos las palabras de su homelía: 

Quiero contarles una de las mejores lecciones que he escuchado sobre el Espíritu Santo. Curiosamente, me la dio un poeta que no cree en Dios. Es uno de los mejores poetas de Europa. Un día, conversando sobre poesía, me dijo:
«La gente cree que para escribir un buen poema hay que sentarse frente a una ventana o contemplar un paisaje, y que la inspiración simplemente llega. Pero no es así. Una buena poesía tiene que ser dictada por alguien.»
Me quedé en silencio, reflexionando. Pensé: Dios mío, este hombre es un verdadero artista que cree en la inspiración.
Tal vez no cree en Dios, pero sí en la inspiración. Reconoce que lo que hacemos no lo hacemos solos. Y eso, precisamente, es una de las grandes lecciones del Espíritu Santo.

Muchas veces creemos que actuamos por nuestra cuenta, y solo acudimos al Espíritu Santo cuando estamos apurados o cuando hemos pecado. Pero este poeta decía que la poesía debe ser dictada por alguien, que no puede surgir solo de uno mismo. Y eso me encantó.

Jesús lo dijo en el Evangelio, en su despedida:
«Les conviene que yo me vaya.»
Los discípulos se sorprendieron: ¿Cómo que nos conviene? Justo ahora que te entendemos, que hemos aprendido tanto de ti…
Y Jesús respondió: «Sí, porque el Espíritu Santo estará en todos.»
No solo en quienes me han visto como maestro, sino en todas las personas.

De las tres personas de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo es de quien más sentimos la presencia. Sus dones no se limitan a los siete que aprendemos en la catequesis. Esos son los más conocidos, pero hay muchos más, incontables, sin nombre, que se manifiestan en momentos inesperados.

Un don del Espíritu Santo puede ser, por ejemplo, hacer algo por Dios y por el prójimo sin haberlo planeado, sin haberlo imaginado siquiera. Como el don de la sabiduría, que puede ser concedido a una persona que no sabe leer, que nunca fue a catequesis, pero que en un momento determinado sabe exactamente qué hacer.”