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“Empezar un bien es hermoso. Cumplirlo es sublime”. Los votos privados de Carla, Cinzia, Bruno, Carmine, Costantino y Loreto en Arpino

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“Empezar un bien es hermoso. Cumplirlo es sublime”.

En estas palabras de Fernando Rielo, el padre Luis Casasús, presidente de las misioneras y misioneros identes, ha recogido el sentido de la celebración para la profesión perpetua de seis misioneros casados de la Delegación de Arpino, jueves 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, y también 64 aniversario de la fundación del instituto Id. Loreto Gabriele, Bruno Notargiacomo, Carmine Ambrosio y Cinzia Grasso, Carla Manzitti y Costantino Vano han profesado sus votos privados en la iglesia parroquial de San Michele Arcangelo (diócesis de Sora-Cassino-Aquino-Pontecorvo), confiada al cuidado pastoral de los misioneros identes desde 2016 y de la que el inolvidable padre Juan Luján ha sido párroco durante cinco años. 

“Un día como hoy, hace 64 años -recordó el padre Luis-, nuestro padre fundador se presentó al obispo de la pequeña diócesis de Tenerife, con doce personas casadas, para ponerse a su disposición para ayudar en la evangelización. Aquel Obispo, hoy considerado santo por muchos, respondió dándoles una misión en varios pueblos de montaña, muy parecidos a Arpino y también llenos de buena gente. El tiempo ha pasado… pero hoy, queridos hermanos y hermanas Carla, Cintia, Bruno, Carmine, Costantino y Loreto, sois un regalo de este aniversario, para nuestro instituto y para la Iglesia. Os damos las gracias por vuestra perseverancia y entusiasmo durante todos estos años”.  

Junto con sus hijos y sus familiares, sus amigos y la comunidad parroquial, a Carla, Cinzia, Bruno, Carmine, Costantino y Loreto los deseos más entrañables, con profunda gratitud por sus vidas y su misión en la iglesia.

Publicamos a continuación la homilía de nuestro Presidente, P. Luis Casasús:

Jueves, 29 de junio, Fiesta de San Pedro y San Pablo y aniversario de la fundación del Instituto Id de Cristo Redentor, misioneros identes (1959-2023) – Arpino (Frosinone) Italia.

Un día como hoy, hace 64 años, nuestro Padre Fundador se presentó al Obispo de la pequeña diócesis de Tenerife, con doce personas casadas, para ponerse a su disposición para ayudar en la evangelización. Aquel Obispo, hoy considerado santo por muchos, respondió dándoles una misión en varios pueblos de montaña, muy parecidos a Arpino y también llenos de buena gente.

Ha pasado el tiempo y la Santa Madre Iglesia acoge con esperanza y gratitud el carisma misionero de los Identes. Hoy, queridos hermanos y hermanas Carla, Cintia, Bruno, Carmine, Costantino y Loreto, sois un regalo de aniversario para nuestro Instituto y para la Iglesia, y os damos las gracias por vuestra perseverancia y entusiasmo durante todos estos años. Los votos perpetuos significan la preparación para la última etapa de un apóstol, que ciertamente no significa el final y puede durar muchos años, y que se caracteriza, como dice san Pablo, por la virtud probada.   

La fiesta de hoy nos da una idea de lo que es una virtud probada. San Pedro, que luchó con su temperamento, con su miedo y con la persecución de sus enemigos y también de los suyos, perseveró hasta el final. San Pablo, que se enfrentó a toda clase de dificultades, fue fiel hasta una muerte sangrienta.

Esta virtud probada tiene un poder apostólico y testimonial difícil de imaginar. Más que en las palabras o en las actividades, más o menos visibles, el poder de la virtud probada reside en la huella de la presencia divina.

En estas personas se manifiestan permanentemente la paz, la alegría, en medio del sufrimiento, y la aceptación de todos. Esto no es común en el mundo, porque los sentimientos cambian, lo que era amistad se convierte en enemistad y, en consecuencia, cambia el estado de ánimo. Consideremos, sin embargo, cómo San Pablo escribió sus cartas y fue capaz de animar a los demás precisamente cuando estaba enfermo, viejo, encarcelado e incapaz de completar sus proyectos apostólicos.

La virtud demostrada no es sólo una cuestión de mérito. Que es una cuestión de mérito es indiscutible, pero también es una puerta que abrimos al Espíritu Santo y que puede hacer del apóstol que la vive una verdadera luz. Una persona que empieza no tiene esa luz, aunque lo viva todo con nobleza y generosidad. Nuestro padre fundador nos decía -cuando éramos muy jóvenes-: “Empezar una cosa buena es hermoso, terminarla es sublime”. Esta última etapa, que esperamos dure muchos años, podremos ver de vosotros un testimonio precioso, ¡¡¡que no todos pueden dar!!!

Queridos amigos de Arpino. Aprovechemos el día de hoy para contemplar las figuras de Pedro y Pablo: ellos no siguieron una idea, una simple doctrina. En el Evangelio de hoy, Cristo nos pregunta quién creemos que es: ¿qué papel desempeña en nuestra vida? ¿Es un simple mensajero, tal vez alguien a quien recordamos en las fiestas o en ciertos momentos de oración? Pedro y Pablo nos enseñan, con su ejemplo y dedicación, que podemos y debemos confiar en Cristo en cada momento del día. Él siempre tiene algo que decirnos que está más allá de nuestra benevolencia, más allá de nuestra experiencia. Aprendamos a escucharle.

Dios hace crecer nuestra fe a partir de la capacidad natural de creer que posee todo ser humano. Pero hoy nos resulta aún más difícil creer, a causa del individualismo que nos invade y nos arrastra al relativismo y a la inseguridad. Un joven inteligente y sensible que conocí hace unos días en Varese me confesaba lo difícil que le resultaba creer plenamente en su familia, en sus sacerdotes y en sus profesores, aunque les estaba agradecido y agradecía su ayuda. Necesitamos más: necesitamos dar sentido a cada momento y esto no nos lo puede enseñar un ser humano. Hoy, Jesús le dice a Pedro que es hijo del Dios vivo, que su autoridad le viene de no estar solo, de mirar continuamente al Padre.

San Pedro y san Pablo son llamados a menudo “maestros de la fe”, pero nosotros hemos tenido la gracia de recibir su testimonio, el de dos santos que vivieron dos mil años, a través del ejemplo de nuestro padre fundador, que nunca dejó de mirar a Cristo.

Padre
en su martirio, Pedro y Pablo se abrazaron fraternalmente,
convirtiéndose así en verdaderos hermanos.
Concédenos la fuerza para seguir construyendo la “nueva Roma” cristiana que ellos -juntos- fundaron.

p. Luis CASASUS, Arpino, Italia, 29 de junio de 2023