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Un buen servicio | Evangelio del 24 de septiembre

By 20 septiembre, 2023Evangelio y reflexión
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Evangelio según San Mateo 20,1-16:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron.
»Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’. Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’.

»Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’. Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».

Un buen servicio

Luis CASASUS Presidente de las Misioneras y los Misioneros Identes

Roma, 24 de Septiembre, 2023 | XXV Domingo del Tiempo Ordinario

Is 55: 6-9; Fil 1: 20-24. 27; Mt 20:1-16a

Recuerdo que en una ocasión comenté cómo la película El Festín de Babette (1987) ilustraba el significado del reino de los cielos como un Banquete muy especial. Ahora, ante el Evangelio que nos habla de los obreros llamados en distintos momentos a trabajar, me gustaría proponer de nuevo su contenido como un ejemplo de servicio.

La razón es que hoy Cristo no está haciendo simplemente una apología del trabajo, por muy valioso que lo consideremos. Tal vez, busca hacernos entender lo que para Él mismo dio sentido pleno a su venida al mundo: Servir.

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RESUMEN. En un pequeño pueblo pesquero de la costa de Noruega había un grupo de devotos luteranos dirigidos por un pastor y sus dos hijas, Martine y Philippa. La pequeña comunidad se reunía para el culto, cantando himnos. Vivían su fe de un modo austero, vistiendo de negro y comiendo sólo bacalao hervido y gachas, con una afectuosa camaradería.

Ambas jóvenes eran las bellezas del pueblo y pronto atrajeron la atención de apuestos jóvenes. Martine recibió cumplidos de un joven oficial de caballería, mientras que la hermosa voz de Philippa atrajo a un cantante francés que quería llevarla a París y entrenar su voz para el escenario. Ambas estaban encantadas con las atenciones y amaban a sus respectivos pretendientes, pero decidieron que su lugar estaba con su padre y con los hermanos, por lo que rechazaron toda oferta de matrimonio.

Pasaron quince años y se produjeron muchos cambios en la comunidad de la pequeña aldea. El pastor había muerto y, aunque las dos hermanas habían continuado lealmente su labor, las cosas ya no eran iguales. Ahora eran solteronas de mediana edad cuyo esplendor se había desvanecido, la congregación seguía reuniéndose, pero cantaban con menos vigor, las amistades seguían siendo fuertes, pero los malentendidos habían agriado las relaciones. El grupo había menguado en número y su forma de vida era incomprendida e incluso objeto de burlas por parte de los demás pueblos.

Fue entonces, una noche oscura y lluviosa, cuando las hermanas oyeron un golpe en la puerta. Al abrirla, descubrieron que una mujer se había desplomado allí. La levantaron y la llevaron dentro. No hablaba ni una palabra de noruego, pero llevaba en la mano una nota arrugada del cantante de ópera en la que estaba escrito “Babette sabe cocinar“. Babette suplicó a las hermanas que la dejaran quedarse con ellas y, a regañadientes, accedieron. Durante los doce años siguientes, Babette trabajó para las hermanas, haciendo las tareas domésticas y preparándoles la comida tal y como a ellas les gustaba, a base de bacalao frío y gachas. Con el tiempo, las hermanas se encariñaron mucho con su invitada francesa. Por eso, cuando de repente recibió una carta, Babette se sintieron muy sorprendidas, pues nunca habían indagado en su pasado. Al leerla despacio, Babette empezó a sonreír y, mirando a las hermanas, les anunció con calma que había ocurrido algo maravilloso. Cada año, una amiga había renovado el número de Babette en una lotería francesa y ahora su billete había resultado premiado. Era extremadamente rica. Las hermanas se alegraron mucho por Babette, pero su corazón también se hundió porque ahora las abandonaría.

Esta buena suerte había caído en el momento en que las hermanas planeaban una celebración para conmemorar el centenario del nacimiento de su padre. Un mes antes del gran día y de la hora señalada para la partida de Babette, ésta se presentó ante las hermanas y les dijo: Nunca os he pedido nada; antes de irme me gustaría prepararos una comida francesa para vuestra celebración. Las hermanas ignoraban lo que esto pudiera suponer, pero no podían negarse a una petición tan amable y aceptaron a regañadientes.

Durante las semanas siguientes, el pueblo se llenó de rumores sobre las cajas de provisiones que empezaron a llegar de Francia. Las hermanas se alarmaron y hablaron de sus temores a los demás hermanos que iban a asistir a las celebraciones. Nadie quería ofender a Babette, pero todos estuvieron de acuerdo en que no les gustaría su comida y decidieron, por amabilidad, no hacer ningún comentario durante la noche.

Por fin llegó el día de la cena y a los hermanos se les unió un invitado inesperado: el mismo soldado de caballería que había cortejado a Martine hacía tanto tiempo, ahora general en el palacio real. Babette había decorado la sala con velas y suntuosas guirnaldas. Los hermanos, como habían acordado, tomaron asiento en silencio y Babette empezó a servirles plato tras plato de la comida más deliciosa y el vino más maravilloso. A medida que llegaba cada plato, el general se asombraba de lo que le ponían delante. Y aún le asombraba más el silencio de los hermanos. Lenta y seguramente, la cena empezó a obrar su magia en todos ellos.

Reticentes al principio a probar siquiera los manjares que se les ponían delante, los hermanos empezaron a mirar con impaciencia lo que Babette sacaría a continuación. Y cuando empezaron a deleitarse con el sabor, el olor y la vista de las ofrendas de Babette, rememoraban los días felices en que su padre vivía, los malentendidos se fueron sanando a la luz de la generosa verdad, las heridas empezaron a curarse y las amistades a forjarse de nuevo. Empezaron a sonreír y recordar todo lo que amaban y apreciaban. Hasta altas horas de la madrugada, los hermanos empezaron a cantar todos sus himnos de fe y se les podía ver bailando alrededor de la fuente del centro del pueblo.

Philippa y Martine regresaron a la casa y encontraron a Babette en la cocina, rodeada de platos sin lavar, ollas grasientas, conchas, huesos y botellas vacías. Parecía tan agotada como el primer día que había llegado. Las hermanas se dieron cuenta de que, de acuerdo con su voto, nadie había hablado con Babette. Martine, bastante avergonzada, dijo: Ha sido una cena muy agradable, Babette, recordaremos esta noche cuando vuelvas a París. Entonces, Babette revela que fue chef de un lujoso restaurante de París. No volverá a allí porque se ha gastado en el festín hasta el último franco de los que había ganado.

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Babette estaba llena de gozo, no necesitaba ni más dinero, ni regresar a París. Su generosidad había cambiado la vida de los comensales ¿Se podría llamar simplemente un buen trabajo a lo que hizo?

Seguramente no. Y así ocurre a los trabajadores que aparecen en la parábola de hoy. Poder servir, cocinar bacalao frío o un menú de lujo, cavar bajo el sol una o diez horas es el mismo privilegio, porque estamos seguros de que el esfuerzo tendrá un efecto en el prójimo. Un denario; todos recibimos ese premio que es igual para cualquiera que decide, de verdad, servir, ponerse a disposición de los demás. Es lo suficiente para vivir. No hay otra forma en este mundo de experimentar que realmente nuestra vida tiene sentido.

Hace unos días, en Chile, hablaba con un joven estudiante de informática, simpático y de aspecto atlético. Me dijo que le gustaban los deportes, en particular el basket. Le pregunté si había tenido la oportunidad de ayudar como voluntario, fuera del país o educando a los niños de barrio con el deporte. Su respuesta fue: Nunca me han dado esa oportunidad. Sus palabras cayeron sobre mí como una maza; me hizo pensar. Llamé a un hermano que estaba cerca y enseguida concertaron un plan de cooperación.

Me pregunto cuántos jóvenes como él nunca ha sido invitados por nosotros a servir.

Me hace recordar que ninguno de los protagonistas de la parábola era un vago o rehusaba el trabajo. Por el contrario, el dueño de la vid se lamenta de que “nadie aún les había contratado”.

¿Creemos tú y yo en la urgencia que Jesús transmite a sus discípulos? No lleven monedero, zurrón, ni calzado; y no se detengan tampoco a saludar a nadie en el camino (Lc 10, 4).

¿Podemos comparar nuestra pasión al buscarlos a la del dueño de la vid? Salió cinco veces al encuentro de los potenciales trabajadores, preocupado y apresurado, tras preparar las herramientas y la comida para ellos al amanecer ¿Hago así con las personas que voy conociendo o quizás pienso que… no tienen nada que aportar? Esa respuesta es realmente tan cómoda como irresponsable. Personalmente, quisiera reflexionar sobre este asunto, a la luz de lo que nos dice la Primera Lectura: Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor.

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Hoy día es reconocido el valor del servicio en muchas áreas y disciplinas de las ciencias humanas. No hace falta insistir en el valor y los efectos positivos del voluntariado en quienes lo practican. También, desde hace décadas, se ha comenzado a hablar del Aprendizaje-Servicio, que tiene más consecuencias positivas que la solución de problemas comunitarios. Los educadores han comprendido que estas técnicas permiten a quien estudia el conocer y valorar las consecuencias en el prójimo de lo que están aprendiendo, contemplándolo, así como verdadero potencial para servir, para ir más allá de la propia curiosidad o uso personal. El ser conscientes del impacto de nuestro servicio en otros, ayuda a madurar en varios sentidos.

A este respecto, las palabras de Pablo en la Segunda Lectura son reveladoras: Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para ustedes. En efecto, el verdadero servicio, la lucha por el Evangelio, es capaz de dar sentido a la vida y a la muerte y además se experimenta algo que es un auténtico privilegio: servir a la vez a Dios y al prójimo. Jesús lo expresó inequívocamente:

Sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos (Mc 9: 35).

No importa que la persona a la que servimos no tome la decisión inmediata de hacerse servidor. El éxito de quien sirve es que deja una huella profunda, imborrable, en el corazón del prójimo, aunque no sea comprendido, aunque sea malinterpretado, aunque se le lleve a la muerte. Esa es la victoria y el gozo del apóstol, que sabe cómo su esfuerzo, por pequeño o torpe que parezca, no deja de dar fruto. Seguramente, el primero y más íntimo de ellos es la paz, esa paz que antes o después le permitirá oír al Espíritu Santo.

El apego al mundo y la falta de abnegación son los verdaderos límites del servicio. En efecto, una observación importante es que los trabajadores de la primera hora estaban enojados por un trato que consideraban injusto; la razón es que consideraban el esfuerzo realizado como un mérito que debía ser reconocido. Esa es la lógica del mundo, impulsada por los apegos y los instintos. Sin embargo, quien realiza sus tareas, consciente de que esencialmente se trata de un servicio a Dios y a quien quiere acercarse a Él, se siente agradecido.

Es así; se comprueba cómo algunos jóvenes que han caído en el uso de drogas y son incluidos en un programa de ayuda (no siempre fácil) a personas con discapacidades, se hacen agradecidos y se sienten felices y valorados por la oportunidad de ayudar.

Cristo nos da todo el ejemplo necesario para vivir algo que las personas sensibles de todas las culturas han intuido y acariciado:

Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría (Rabindranath Tagore)

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En los Sagrados Corazones de Jesús, María y José,

Luis CASASUS

Presidente